
Los exámenes de febrero son más complicados de lo que parecen. Uno llega a este punto cuando no ha superado ni los exámenes ordinarios ni los extraordinarios. Las probabilidades de superar con éxito este nuevo examen deberían ser altas pues el tema ha tenido tiempo para sedimentarse, se ha reposado y se ha revisado de nuevo y el alumno ha tratado por todos los medios de no dejar nada al descuido y la improvisación. Sin embargo, los nervios están ahí, pues la prueba es definitiva. No valen planteamientos catastrofistas, así que no hay más remedio que coger el toro por los cuernos y no fallar.
La respuesta macroeconómica a un modelo de crecimiento agotado del siglo XX ha consistido en centrar el tiro en políticas monetarias expansivas, políticas fiscales laxas en el campo del gasto e intentos de reforma en ciertas estructuras de mercado. El resultado ha sido un empuje de la confianza de los agentes económicos hacia una recuperación más o menos sólida, en función de la evolución de las principales variables macroeconómicas en su valoración nominal. El ciclo se cumple y los datos están en el terreno positivo, dónde deben estar tras impulsarlos convenientemente. En nuestro examen, tenemos la confianza de que podemos aprobar siempre que el profesor no se complique y pregunte lo que no debe.
No obstante, la realidad es que existen dudas acerca del método de estudio empleado, especialmente por ser excesivamente tradicional para la envergadura del evento afrontado. En cierto modo, se apunta a que la creación de empleo está próxima por mera recuperación cíclica de la actividad económica, pero parece que nadie ha pensado en el actor principal de toda recuperación económica, el sector privado de mediano y pequeño tamaño. Para no ser catastrofista, sólo quisiera recordar que el sector privado está arrasado y queda, en buena parte, en estado de pura subsistencia, tras sufrir varios hitos como una reducción del 50% de facturación, una reducción sustancial de empleados y una apertura del crédito privado tras acudir éste al último recurso de la ración de hierro del ahorro familiar. Si el sector público pretende que el emprendedor se convierta en empresario para financiar una estructura cada vez más costosa, lo más probable es que oiga una respuesta clara: Gracias pero no, conmigo no cuenten.
Hoy en día los proyectos ganan si tienen valor añadido, y éstos lo son porque tienen un grado elevado de recursos humanos y recursos técnicos de calidad, estado al que se alcanza después de un largo proceso de formación e inversión. El euro de beneficio conseguido en este proceso es un euro que tiene un valor intrínseco mucho más alto que cualquier proyecto público tradicional. Detraer un euro tan valioso de la pequeña y mediana empresa para cubrir ineficiencias de un Estado obsoleto es, simplemente, malgastar su valor. Así que podríamos pensar que la lucha entre el sector privado y el sector público está servida. El empresario no está preparado para malgastar los pocos recursos eficientes que tiene, y el sector público, por su parte, está levantado en armas para defender los derechos adquiridos con tanto esfuerzo.
Tiene sentido esperar que los síntomas de crecimiento permitan superar nuestro examen particular del mes de febrero, pero con cierta medida de gracia por parte del examinador. La microeconomía no está suficientemente en forma para seguir el ritmo marcado desde las altas esferas macroeconómicas, por lo que es probable que avancemos este año, pero reptando por la senda del ciclo económico.
Javier Kessler Saiz EAFI de Kessler y Casadevall AF.