
La reciente crisis a la que se ha visto sometido el movimiento cooperativista, de la mano de Fagor Electrodomésticos y su impacto en la gestión de la Corporación MCC, ha podido parecer una crisis global que afecta al conjunto del sistema. No obstante, me atrevo a señalar que lo que ha ocurrido, siendo grave para los afectados y para la economía vasca en particular, no supone una crisis, en el sentido destructivo, del modelo de cooperativismo. Se trata de un proceso de transformación y ruptura que, estoy convencido, terminará siendo positivo para el propio modelo. Un proceso que pone de manifiesto la dificultad de articular un modelo de liderazgo cooperativo.
El liderazgo cooperativo no afecta solamente al movimiento cooperativista pero, qué duda cabe, es en este movimiento en el que debería tener su caldo de cultivo más adecuado. Así que lo que ha pasado nos puede ayudar a reflexionar sobre este tipo de liderazgo y las dificultades con las que se enfrenta.
En mi opinión, el liderazgo cooperativo es una de las condiciones de todo sistema de innovación que pretenda ser competitivo y sostenible en el tiempo. Un sistema de esta naturaleza se construye sobre la base de unos valores, se activa a través de la tecnología, el conocimiento y la cooperación, y se proyecta en el tiempo de la mano de un liderazgo que debe tener unas características muy determinadas, acordes con el reto de la innovación.
Es fundamental articular un modelo de liderazgo que no puede ser autoritario, porque no permitiría poner en valor la diversidad. Sin embargo, hablar de liderazgo y de cooperación parecen cosas antagónicas, por lo que lo del liderazgo cooperativo parece más bien un oxímoron ocurrente que algo que pueda ser operativo en tiempos de crisis.
La base del liderazgo
El liderazgo se construye sobre la base de dos ejes fundamentales: la confianza y la convicción. Llevados al extremo, un liderazgo basado sólo en la confianza deviene en un liderazgo autoritario, y un liderazgo que pretenda basarse sólo en la convicción deviene en un asambleísmo permanente que lo hace inexistente. Encontrar el equilibrio adecuado entre estos dos ejes es el reto del liderazgo cooperativo. Pero no es fácil.
Trabajar el eje de la confianza implica alimentar la convicción. Pero esto tiene sus tiempos. Los tiempos de trabajar la convicción son momentos en los que se construye el proyecto de futuro compartido, tiempos de poner las bases, sobre unos valores comunes, para compartir la misión y la visión del proyecto empresarial. Esta base es la que debe generar la confianza necesaria en el ejercicio de cualquier liderazgo. Porque cuando el liderazgo se enfrenta a decisiones difíciles, en las que el tiempo es clave, necesita basarse en la confianza para hacer frente a los retos. No tiene tiempo para trabajar la convicción, si esta no existe de antes. En gran medida la gestión del tiempo en la construcción del liderazgo es una variable que explica cómo se va consolidando un estilo de liderazgo determinado.
La manera en que el liderazgo cooperativo es capaz de enfrentarse a las situaciones de crisis es la principal reflexión que me suscita el proceso vivido en el seno de la Corporación MCC. Es fundamental reflexionar sobre la forma en que se debe articular este tipo de liderazgo porque es clave para los sistemas de innovación y para la gestión de los proyectos empresariales de futuro. Esto afecta a los valores y a la forma de organizar y proyectar la cooperación. Así, el diseño corporativo de la forma de ejercicio del liderazgo cooperativo es un reto de primer orden.
El liderazgo cooperativo no puede permitirse el lujo de perder el tiempo en convencer en momentos de crisis que demandan decisiones. Necesita actuar y rápido. Resolver adecuadamente esta cuestión será capital para MCC y para el liderazgo que los nuevos tiempos parecen demandar.
José Luis Larrea, economista.