
La crisis actual ha levantado una oleada de opiniones críticas sobre el papel de la empresa, accionistas, empresarios y personal ejecutivo. La empresa no sólo juega un papel en la economía, donde tiene un rol que va más allá del beneficio, sino que trascienda hasta el ámbito social. Nadie duda de que es una pieza fundamental en la construcción social. La responsabilidad de la empresa es, desde hace tiempo, un aspecto de interés creciente que se viene canalizando en lo que se conoce como la Responsabilidad Social Corporativa, RSC.
Por RSC, tal y como recogía en el año 2001 el Libro Verde de la Comisión Europea, entenderíamos la integración voluntaria, por parte de las empresas, de las preocupaciones sociales y medioambientales, de las operaciones comerciales y las relaciones con sus interlocutores. El tratado distingue dos ámbitos uno interno y otro externo.
Me centro, primero, en el interno. La CE enumera entre otros la gestión de los recursos humanos. Pone el acento en aspectos o desafíos, todos interesantes y de gran importancia pero, curiosamente, no he sido capaz de encontrar ninguna mención al mantenimiento de los puestos de trabajo. Este aspecto me parece especialmente destacable, más en estos momentos, con una crisis que ha devorado millones de puestos de trabajo, aupando las tasas de desempleo hasta niveles alarmantes, deprimiendo las clases medias y extendiendo pobreza y precariedad hasta niveles críticos. Sin embargo, ni una sola mención.
¿No es reprochable que una empresa que ha obtenido un beneficio de 860,9 millones de euros en el periodo que abarca del 2010 al 2012 haya puesto en marcha una reestructuración de su plantilla que afecta a 1.250 trabajadores y que supondrá el despido o la prejubilación de 750 de ellos, argumentando que su beneficio se reduce? ¿Se ha tenido en cuenta que esa reducción del beneficio se produce en un periodo que es comparado, mundialmente, con el Crack del 29 y que en nuestro caso nos tendríamos que remontar a los 70? Sí, sí es responsabilidad social, pero como casi siempre nuestras instituciones parecen no darse cuenta de ello. Pero la actual situación muestra aspectos a los que hay que dar respuesta. Sin embargo parece que la sociedad va por delante, e incluso puede dañar la imagen de la nueva embotelladora de Coca-Cola.
Posición predominante
En un mercado, donde esta marca tiene una posición predominante, hay ya establecimientos que se niegan a vender sus productos. Además y según información de este mismo diario, en la primera semana de huelga parece que las ventas decrecieron. En la economía de mercado, la soberanía radica en el consumidor, un consumidor que sensibilizado y debidamente canalizado -atención a las redes sociales- puede demandar a las empresas no sólo producto, calidad y precio, sino también RSC.
En el ámbito externo nos encontramos, entre otros, la relación con las comunidades locales. Tampoco encuentro, en el mencionado Libro Verde, ninguna recomendación sobre tributación y prácticas tributarias.
Pocas cuestiones parecen tan claras como ésta en materia de RSC. Como saben los impuestos tienen una función redistributiva, es decir, permiten a los Estados través del gasto público ofrecer unas prestaciones a los estratos sociales más desfavorecidas, algo que es considerado una distribución de rentas, amén de ser necesarios llevar a cabo las actividades que la sociedad demanda. Las embotelladoras patrias del popular refresco americano han tenido una relación tortuosa con Hacienda, son numerosos los expedientes abiertos. La semana pasada este diario recogía que el Tribunal Económico Administrativo, consideraba que Coca-Cola no cedía gratis el uso de su marca a las embotelladoras, aun cuando sí estaba incluido en el precio de la bebida. No hubo sanción por un tema técnico, se usó información de otras empresas no trasladable a Coca-Cola. Aun así, Hacienda mantiene expedientes millonarios abiertos sobre las embotelladoras al no haber practicado retenciones.
Ejemplos múltiples
Las embotelladoras de Coca-Cola no son un ejemplo aislado; las he utilizado por su cercanía. Podría haberme referido en cuanto a despidos a otras multinacionales como Gillette, que en 1993, con beneficios de 700 millones de pesetas, cerraba su planta y despedía a 246 trabajadores.
En impuestos podía comentar la situación de los siete gigantes de Internet: Google, Apple, Amazon, Facebook, Yahoo, eBay y Microsoft, que pagaron por Impuesto de Sociedades en España algo más de 1,2 millones de euros. Ejemplos no me faltarían. Estas situaciones muestran la necesidad de ética o normativa jurídica.
Tenemos innumerables leyes para promover y hacer cumplir la RSC. Estas leyes contemplan unos mínimos, pero la cuestión que subyace es si es necesario ampliar y adecuar estas leyes, buscando un mayor compromiso con comportamientos no reprobables, reforzando comportamientos morales y más en línea con las demandas de nuestra sociedad. Puede también confiarse en que la situación se reconduzca por sí sola y las empresas se autorregulen, pero será necesario una presión social. La crisis demande un refuerzo del RSC voluntaria y basada en la ética y la sociedad debe decidir si a través de leyes o de forma no forzada. La economía siempre será cíclica, una recesión conllevará una elevación del desempleo, pero el capitalismo salvaje en el que estamos inmersos parece aumentar los desperfectos de los ciclos económicos.
Miguel A. Bernal Alonso, profesor y coordinador del departamento de investigación del IEB.