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Davos, nada nuevo bajo la nieve

  • La cumbre no defendió un cambio de la actuación política
El ministro de Economía, Luis de Guindos, en Davos.

El pasado sábado 25 de enero terminó en Davos la reunión anual del Foro Económico Mundial. Esta reunión congrega a unos 2500 participantes, aproximadamente la mitad de los cuales son directores ejecutivos y presidentes de grandes empresas e instituciones financieras (organizadores del encuentro) y el resto se reparten entre políticos (jefes de Estado o de gobierno, ministros... ), representantes de instituciones públicas diversas (gobernadores de bancos centrales, funcionarios de organizaciones internacionales,... ), periodistas, miembros del establishment académico y centros de opinión, líderes religiosos de diferentes credos y algunos representantes de organizaciones no gubernamentales y de sindicatos.

Se trata, por lo tanto, de un encuentro de las elites mundiales cuyo objetivo es difundir sus posicionamientos y sus necesidades de medidas, primero hacia los políticos, implementadores principales de las políticas que requieren estas elites y, en segundo lugar, hacia aquellas plataformas (medios de comunicación y academia principalmente) que pueden actuar de correa de transmisión de sus mensajes hacia la población en general; es decir, que deben contribuir a extender la idea de que lo que interesa a las élites económicas coincide con los intereses de la población en general, incluidos los de los más desfavorecidos.

Un ejemplo de ello sería aquella idea tan extendida y, a su vez, tan desmentida por la realidad de que los ricos deben pagar pocos impuestos con el objetivo de liberar recursos que usarán para invertir y crear empleo. Se argumenta, por lo tanto, que las clases populares también deben ser partidarias de esta laxa política fiscal hacia los grandes capitales pues se traducirá en crecimiento y empleo. Davos recuerda, en cierta medida, aquellos congresos médicos en los que alguna multinacional del sector farmacéutico financia la estancia de los congresistas a la vez que les sugiere qué fármaco producido por su empresa es conveniente utilizar frente a una enfermedad.

Aumento de las desigualdades

En la reunión de este año se debatieron dos aspectos que, vistos en perspectiva histórica, resulta sorprendente que Davos se los haya planteado ahora: el aumento de las desigualdades y la desafección de la ciudadanía con la política y los políticos. Pero bien interpretadas estas dos preocupaciones en realidad no son tales. En ambos casos, las preocupaciones no se refieren al hecho en sí, sino a sus potenciales consecuencias sobre los intereses de las élites económicas mundiales.

Diversas son las causas que explican tanto el aumento de las desigualdades como la desafección hacia la política y los políticos (por ejemplo, los casos de corrupción), pero en el fondo de ambos descansa el ideario neoliberal, es decir, el vigente en Davos durante más de cuarenta años. El neoliberalismo ha instalado en el ideario colectivo, además de otras cosas, la superioridad del ámbito privado frente al público, atendiendo a una supuesta ineficiencia del sector público frente al privado. Este planteamiento, traducido a medidas de política económica que deben implementar los gobernantes (en ejercicio o potenciales aunque actualmente en la oposición), uno de los principales colectivos receptores del mensaje año tras año en Davos , ha sido, por un lado, la eliminación de las trabas a la expansión del capital privado y, por otro, el progresivo traspaso de un gran número de actividades en manos del sector público y que constituyen una garantía para la redistribución y la igualdad de oportunidades (sanidad, educación, pensiones,...), al capital privado.

Pero en Davos 2014, a pesar de las nuevas preocupaciones antes mencionadas, no se defendió ni un cambio de orientación ni mucho menos de políticas. Ni se defendió la necesidad de llevar a cabo las políticas redistributivas que requieren políticas fiscales progresivas, con una mayor tributación por parte de las rentas altas o las grandes fortunas, ni tampoco políticas expansivas de demanda a través de un mayor gasto público. El neoliberalismo y sus componentes de comportamiento (individualismo, darwinismo, consumismo...) siguen instalados entre las élites; y el poder político, abducido como el brazo ejecutor de las políticas que requieren estas elites, ha dejado de actuar de contrapoder frente a las mismas. La derivada de este argumento sólo puede ser una: hay que recuperar el poder y la Democracia.

Albert Puig, economista y profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC

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