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El despropósito eléctrico

  • No disponemos de la cantidad suficiente de energías renovables para abastecernos

Nos encontramos con un mercado excesivamente aislado o escasamente conectado con nuestros socios económicos, fruto de una política que procede del franquismo y que apenas se ha cambiado. Cierto que se ha mejorado -apenas en los últimos doce años- la conexión con Portugal y, sobre todo, con Marruecos. Pero Francia sigue resistiéndose a nuestro acceso o conexión con el resto de Europa, en una política muy intervencionista y proteccionista que no es afeada ni apremiada a modificar por Bruselas, Luxemburgo, Estrasburgo, Berlín o donde sea menester.

Tal situación favorece, a su vez, la fuerte intervención del sector y el proteccionismo para las compañías eléctricas españolas y, por ende, su escasa o nula competencia. Poco o nada ha hecho Europa por cambiar tal escenario, que busca controlar el sector energético, distorsionándolo y restándole eficiencia, mediante normas o directivas que afectan a la competencia y el medioambiente.

Ese es otro de nuestros obstáculos o lastres. Apenas podemos producir (salvo el sol, aire o agua) electricidad con fuentes propias y nuestra dependencia para producirla es muy elevada (del carbón, gas, petróleo...).

Los combustibles fósiles han sido estigmatizados, a pesar de lo cual añadimos otra incongruencia general como es la protección con cuantiosas, duraderas (más de un siglo) y crecientes subvenciones al carbón: Rodríguez Zapatero, el (falaz) prócer de lo ecológico, aumentó en plena crisis, entre 2008 y 2011, varias veces dichas subvenciones (que son un traspaso de riqueza desde el resto de ciudadanos a quienes tienen su actividad en ese sector) y la Intervención General del Estado determinó que entre 2004 y 2007 había casi 500 millones, de los más de 1.800 que recibió el carbón, que no estaban bien acreditados, justificados o percibidos. Y no es que Rajoy haya hecho mucho por cambiar la situación, que Bruselas ha resuelto finiquitar.

Viento, sol e hidráulica. Pues bien, lo malo es que la energía se necesita cuando se necesita y... ¡no se puede almacenar! (Algo se hace pero en cantidades y tiempos ridículos para las necesidades). Sólo el agua es almacenable, pero no todos los años son igualmente pluviosos y, además, la política hidráulica se ha visto también distorsionada y manipulada de nuevo por los ecologistas a la violeta que consideran las obras hidráulicas, los embalses y las tuberías o trasvases (también para el abastecimiento normal) una agresión.

Se crea así el sinsentido de no poder racionalizar y recoger las dañinas avenidas o excesos en períodos de lluvia para su gestión en períodos de escasez o sequía, a lo que se añade la ecológica y absurda paradoja de que nuestro sistema energético considera renovable o verde sólo la pequeña hidráulica de 10 MW, pero no la gran hidráulica de más potencia. Por su parte el sol y el aire no están disponibles ni cuando se quiere (el viento sopla más en nuestro país de madrugada, cuando menos electricidad se demanda), ni, a pesar de las subvenciones desmedidas, en las cuantías precisas para abastecer toda la demanda necesaria en un año: de las 8.760 horas que tiene el año, hay que abastecer al menos entre 6.000 y 7.000 y la termosolar cubre unas 2.000 horas como mucho y la fotovoltaica apenas 1.500 o 2.000 máximo.

Eso considerando demandas como las actuales, que han caído bastante con la crisis, y sin entrar en un análisis económico, por lo carísimas que son comparativamente, máxime cuando el empecinamiento e impaciencia de un Gobierno extraviado nos obligó a invertir en una tecnología todavía inmadura y poco eficiente.

Desde luego, en un país exquisito como el nuestro ni hablo de la nuclear, con mucho la energía más barata, amén de segura, aunque la inversión fija de construcción de la planta nuclear sea cara. Sí quiero, empero, mencionar dos asuntos que suelen falsearse. Uno es el exceso de capacidad de producción eléctrica para abastecer una demanda que fue de algo más de 246.000 GWh en 2013 (en niveles de 2005). Nuestra capacidad de producción supera de largo los 300.000 GWh, con una capacidad de potencia teórica instalada de algo más de 108.000 MWh. Pero no toda esa capacidad es válida o gestionable en todo momento, pues no puede garantizarse en cualquier momento y ante una necesidad determinada el uso de una o varias tecnologías (recuérdese que no puede almacenarse).

El otro es un problema de distribución o conexión. No es que Red Eléctrica Española (REE), la compañía distribuidora de alta tensión -monopólica y participada por las principales del sector- y que en última instancia gestiona el uso de las tecnologías para abastecer las necesidades en cada momento, funcione mal o haya descuidado sus inversiones. Al contrario, con unas redes de transporte incluso mejores que las francesas, REE ha dado muestras de gran eficiencia, buenos resultados y de saber lo que se hace. Pero son las redes de transporte de menor tensión, de 66 KV para abajo, las que finalmente llegan a empresas, comercios y casas, las que se han descuidado y en donde las compañías no han invertido ante las intromisiones y fijaciones de precios de los gobiernos. Un sistema que ha convertido a las eléctricas en gestores financieros con buena parte de su negocio fuera del país. Tal es nuestra situación.

Fernando Méndez Ibisate, Universidad Complutense de Madrid.

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