
Los equilibrios energéticos del sistema global están variando a gran velocidad. Como es bien conocido, tras la segunda guerra mundial, la gran dependencia energética de EEUU y de la mayoría de los países europeos concedió una importancia estratégica a los productores de hidrocarburos. Ya en 1973 tuvo lugar la primera crisis del petróleo, cuando los países de la OPEP declararon el boicot a los países que habían apoyado a Israel en la guerra del Yom Kippur. Entre ellos, Estados Unidos y los países de Europa Occidental. Aquella decisión provocó una lógica reacción en las naciones afectadas por el embargo: la de mitigar por todos los medios la dependencia energética. En febrero de 1974, Kissinger, por ejemplo, presentaba un ambicioso plan, entonces utópico, para conseguir la autonomía energética de EEUU.
En 1979 tenía lugar la segunda crisis del petróleo, causada por el efecto conjunto de la revolución iraní y de la guerra Irán-Irak, que casi triplicó el precio del crudo, y desde entonces los combustibles fósiles han sido un arma política de primer orden, con múltiples efectos. Sin ellos, por ejemplo, no se explicaría la situación privilegiada en la opulencia de los países del Golfo, con Arabia Saudí a la cabeza, ni el actual ascendiente ruso en la escena internacional.
Hacia la autosuficiencia
La búsqueda de la autosuficiencia energética en Occidente, unida a la preocupación ecológica -la necesidad de combatir el cambio climático-, ha dado gran ímpetu a las energías renovables. Pero los pasos definitivos en esta dirección se están dando gracias a la fracturación hidráulica o fracking, la explotación del gas natural que impregna las formaciones rocosas de esquistos mediante agua a presión.
Una docena de países está investigando nuevas técnicas, pero Estados Unidos se halla sin duda a la cabeza, y esta modalidad extractiva permite ya obtener el 40% de la producción autóctona de gas natural en USA y el 15% en Canadá.
Hace cinco años, EEUU obtenía 20 millones de barriles de petróleo y gas, por detrás de Rusia y Arabia Saudí. Ahora, supera ya los 25 millones, que le otorgan la primacía mundial. Tanto es así, que el gran país americano sólo necesitará importar el 25% de la energía en 2016, frente al 60% en 2005. Las previsiones actuales -que son ciertamente volátiles porque la tecnología y otros factores pueden alterarlas- aseguran que EEUU y Canadá se convertirán en exportadores netos de petróleo y gas natural a partir de 2025 (USA ya lo será desde 2018 en gas natural), adquiriendo mayor peso en los mercados que los países del Cercano Oriente.
Consecuencias de estos movimientos
Las consecuencias más evidentes de esta autosuficiencia son claras: en el terreno económico, el abaratamiento y la estabilidad de los precios de la energía permitirá a Estados Unidos escalar mayores cotas de productividad y convertirse en un actor más competitivo. En realidad, esta evolución energética explica que las multinacionales que se llevaron sus procesos fabriles a China -es el caso de Apple, tan comentado-, regresen al país, donde ya consiguen costes comparables.
Infortunadamente, EEUU no está aprovechando este cambio de coyuntura para invertir en energías renovables, que al cabo son las únicas realmente sostenibles a largo plazo. El gas natural extraído por fracking es mucho más barato, y la inexistencia de planificación política en USA tiene estos efectos indeseables.
En el terreno de la geopolítica, como ha detectado la Agencia Internacional de la Energía en un informe, la autosuficiencia de Washington le impulsará a replegarse introspectivamente, una vez que su estabilidad ya no dependa de las provisiones de petróleo que obtenga de Oriente Medio, Venezuela, África, etc. No es previsible que esta situación altere el vínculo trasatlántico con Europa, pero sí parece claro que afectará a los regímenes arcaicos del Golfo Pérsico, que ya no podrán alegar su papel vital y la provisión de petróleo para justificar sus inmorales atavismos o sus veleidades fundamentalistas de apoyo al islamismo radical.
En España, el fracking ofrece sustanciales posibilidades y está dando sus primeros pasos... en medio de una gran oposición del ecologismo, antes aún de que se hayan conocido las preceptivas investigaciones sobre el impacto ambiental de las explotaciones. Habrá que tomar pronto grandes decisiones porque el mundo está cambiando y no podemos resignarnos, ni en esto ni en nada, a la pasividad.
Antonio Papell, periodista.