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La historia no se repite, pero rima

  • Perder la batalla política nos llevaría a un desestre evitable
Angela Merkel, canciller alemana

Ayer entramos en el 2014, año en que se conmemora el centenario del inicio de la Gran Guerra. Uno de los mejores análisis de las razones que llevaron a aquella quiebra en la civilización es The Sleepwalkers (Los sonámbulos), de Christopher Clark. Cuatro años y 17 millones de muertos después del inicio de la catástrofe, el mundo en nada se parecía al que había cuando comenzó esa guerra como si fuera una más. La primera carnicería moderna estableció las condiciones de la brutalidad asesina del siglo XX.

El historiador australiano no busca "una pistola humeante": muestra que todos las tenían. No fue un crimen sino una tragedia. El Káiser o el emperador de Austria-Hungría no fueron ni mucho menos los únicos responsables. Todos creían manejar la diplomacia con astucia. Acabaron siendo devorados por luchas de facciones, arraigados prejuicios culturales y ambiciones expansionistas.

¿Tienen algo en común 1914 y 2014? Existen paralelismos. Desde el punto de vista político-económico el momento actual es delicado. Los riesgos de un fracaso de Europa y en especial del euro son incalculables. Aunque la eurozona ha abandonado la recesión, la recuperación es tibia. Perder la batalla de la política, lo mismo que el hundimiento económico, nos lleva como sonámbulos a un desastre evitable.

Austeridad

Algunos sostienen que el presente recuerda a los meses anteriores a la contienda. Uno de ellos Angela Merkel, quien leyó el libro recientemente. Durante la cena de la última cumbre la canciller avisó de que el euro estallaría si los demás países no empezaban a reformar sus economías. También Alemania debe adaptarse. Merkel defiende su apuesta por la austeridad. No obstante, es conocida por su flexibilidad política y su pragmatismo. Como ya escribí con motivo de los 50 años del Tratado del Elíseo, la amistad franco-alemana es condición necesaria aunque insuficiente para profundizar la integración. François Hollande y Merkel han escenificado una relación de normalidad. Al igual que el presidente francés cuando tomó posesión del cargo viajó a Berlín, Merkel voló a París tras su tercera investidura. Para dar una nueva esperanza a Europa las reglas de disciplina han de venir acompañadas de perspectivas de crecimiento que refuercen la demanda interior y la competitividad. En Francia, la popularidad interna de Hollande ha caído en picado y la Comisión Europea critica sus "insuficientes" reformas económicas. El país no se presenta como la contraparte necesaria para equilibrar el tándem francoalemán sobre el que pivota la UE.

En Alemania, Merkel ha logrado el acuerdo de coalición a base de concesiones en política interna. En Europa, los socialdemócratas han renunciado a promesas de campaña como la mutualización de la deuda y un plan de ayuda económica para los países en dificultades. Sin embargo, la coalición influirá positivamente en la eurozona: los 14.000 millones de euros de inversiones prometidos, junto con la subida de salarios, incentivarán el consumo interno, algo que Bruselas reclama a Berlín, para ayudar a la reactivación económica de la eurozona.

Si bien París y Berlín parten de situaciones diversas, la agenda común es un presupuesto ineludible. Hay entre ambos significativas desavenencias: mientras Alemania defiende una reforma del Tratado de la UE para profundizar la integración política, Francia no quiere ni oír hablar de ello tras el fiasco del referéndum de 2005. La unión bancaria acordada se enmarca demasiado en unos límites trazados por Berlín. Las autoridades comunitarias han vuelto a optar por procesos complejos para determinar un mínimo denominador común. Esto es, fijar un mecanismo válido para la resolución de crisis bancarias como las sufridas en estos últimos años.

Rescates bancarios

El acuerdo para los rescates bancarios que debe evitar que se ahonde la deuda pública ha sido el Mecanismo Único de Resolución (MUR), un sistema que permitirá cerrar o rescatar una entidad de la eurozona en dificultad sin castigar al conjunto de los ciudadanos. La decisión de desencadenar un rescate bancario quedará en manos de las autoridades nacionales, como lo pretendía Alemania. El Parlamento Europeo debe ratificar el pacto, y como advirtió su presidente, Martin Schulz, el MUR único no debe ser un mecanismo de resolución múltiple.

Jugar con fuego, agitar las peores pasiones y los instintos más bajos para arañar algo más de poder es tan peligroso como reactivar ideologías fracasadas y criminales. Con la Unión nuestro continente ha logrado salir del lodazal de odio y fanatismo ideológico. No volvamos a caer en él.

Marcos Suárez Sippman, analista de relaciones internacionales.

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