Hace años que en los medios de comunicación se habla, de forma repetida, sobre los grandes ahorros que han producido las energías renovables a los consumidores, basándose en lo que podría haber sido y no fue. Argumentan que, sin su producción, el precio del mercado habría sido mayor. Un argumento que también pueden hacer suyo -y con más razón- las centrales nucleares y las de energía hidráulica fluyente; incluso las de carbón nacional.
Esta situación recuerda a los análisis postelectorales, en los que todos se apuntan los votos de la abstención. No se puede comparar un pago cierto, realizado con euros de curso legal, como son las primas percibidas por el régimen especial -cogeneración y renovables-, que ascienden a 37.770 millones de euros en los últimos cinco años-, con un ahorro que, al ser hipotético, se puede cifrar por el importe que se desee. Y es que resulta difícil contradecir algo que no ha ocurrido.
Si nos atenemos a la teoría económica podemos afirmar que el precio en un mercado refleja el coste marginal a largo plazo. En España, este precio, con o sin renovables, es el del gas natural o del carbón de importación, que no son muy diferentes.
Es cierto que puntualmente puede haber más energía que la que se demanda; en estos casos, el precio del mercado diario se hace cero, lo cual resulta altamente interesante a los países de nuestro entorno, porque pueden consumir nuestra energía sin pagar nada por ella, gracias a que los consumidores españoles pagarán del orden de 100 euros por cada MWh que se consume fuera de nuestras fronteras.
Esta es la consecuencia de que el productor de energía siga cobrando un precio garantizado -la prima-, independientemente de que el consumidor no pague nada por ella. Así sucede con las renovables, pero no con el resto de centrales que producen en esas horas a precio cero: térmicas, nucleares e hidráulicas no cobran absolutamente nada.
En estos momentos, la capacidad de interconexión de España con Portugal es suficiente para poder cubrir el 30 ó 40 por ciento de la demanda de ese país; con Francia aún es inferior a la deseable pero, en cualquier caso, sería útil para exportar una parte importante de la producción impidiendo, de este modo, el derrumbe de los precios con el que algunos especulan, excepto en aquellos momentos en los que sobra energía por todas partes.
En definitiva, y ciñéndonos a los hechos y no a las especulaciones, la realidad es que las primas se han cobrado hasta el último euro y al contado; por su parte, los ahorros por depresión de precio son una mera conjetura.
Alberto Bañón, Director de Regulación de Unesa