
La Teoría General de Keynes describía cómo la emoción y el afecto se reflejaba en el comportamiento humano, empleando el término conocido de "espíritus animales". Posteriormente Akerlof y Schiller (2008) en la reciente ola de resurgir keynesiano recogían en su obra Animal Spirits la influencia de la psicología humana en la economía, considerando que el homo economicus tiene más de emocional que de racional.
Quizá el reflejo más reciente de lo antedicho lo tengamos en un gran desconocido en nuestro territorio como ha sido el bitcoin, una moneda virtual sin el respaldo de ningún banco central ni Estado y con la que no se realizan transferencias a través los de medios tradicionales.
Su circulación limitada en determinados ámbitos, puede que no hiciera presagiar el éxito que ha tenido en ciertos círculos hasta que, en los últimos meses, se ha generado una cantidad de detractores, casi siempre públicos y grandes corporaciones, como Noruega o Apple, que ya no la aceptan como moneda. Asimismo, la Autoridad Bancaria Europea ha anunciado recientemente el peligro que tiene su uso por la elevada volatilidad de su cotización. Pero el caso más llamativo ha sido el de China, cuyo banco central ha prohibido a sus entidades la admisión de transacciones en bitcoins, y su uso en las operaciones de comercio electrónico.
Todo esto ha producido una caída en su valor del 50 por ciento en apenas días pero, a cambio, le han dado un protagonismo que puede garantizar su éxito definitivo. En cualquier caso y a pesar de ello, cotiza actualmente casi a cinco veces su valor de este verano.
Si nos ponemos a analizar qué es esta moneda electrónica y sus especiales características, parece que no tiene cabida en las anteriores modalidades, de ahí que muchos la definan como un valor mobiliario más, como las acciones o los bonos. El razonamiento es lógico: si su emisión no tiene detrás a un banco central ni su uso requiere que una entidad financiera actúe como intermediario, siendo su número limitado, al menos en el corto plazo, el bitcoin no es más que un valor mobiliario, que se puede comprar y vender, pero que se puede utilizar como medio de pago en los establecimientos donde se acepte.
Su valor cambiará conforme a la oferta y la demanda, algo que se ha evidenciado en los últimos días y que nos hace reconocer que nos encontramos ante una pseudo moneda-valor mobiliario. Pero también podría ocurrir que aparezcan entidades no reguladas que puedan crear, mediante el mecanismo del crédito, depósitos a la vista en bitcoins, lo que terminaría por convertir al bitcoin plenamente en una moneda que, a diferencia de las legales, sólo sería aceptada voluntariamente y no por obligación legal, lo que muy probablemente evitaría la continúa devaluación de la primera, a diferencia de lo que ocurre con las segundas, que tienen que financiar un déficit público que hace crecer sin límite su número.
Ahora bien la cuestión qué debemos plantearnos es el papel que representan las monedas oficiales, las cuales tienen el respaldo de los Estados y sus bancos centrales, descansando el sistema sobre la confianza, y valga la redundancia, en el propio sistema. Desde la ruptura del patrón oro, la contrapartida de estas monedas ya no es ni el oro ni los metales preciosos.
¿Qué diferencia al Bitcoin?
En base a ello, ¿qué diferencia a bitcoin de esas monedas oficiales? ¿No es sino la confianza que sus usuarios le dan la fuerza motriz de su valor? La prohibición de uso de las autoridades chinas y el semicierre posterior de una de sus principales plataformas de intercambio (BTC China) condujo a una disminución de la confianza que ha derivado en que su valor caiga precipitadamente, pero han podido garantizar su éxito definitivo pasado el primer susto.
Hagámonos otra pregunta ¿No es también la crisis de confianza en unas determinadas acciones la que puede lastrar su precio? ¿O no es sino un aumento de la prima de riesgo de la deuda un sinónimo del descenso de la confianza de que el Estado haga frente a sus obligaciones? Muchos dirán que en este tipo de cosas todo tiene un sentido material porque al fin y al cabo la confianza también descansa en la economía real y en las expectativas de crecimiento, pero no nos olvidemos que al final el sentimiento humano, la confianza, juega un rol más que relevante en sus decisiones y en las implicaciones que ello conlleva para la valoración de monedas, acciones, bonos públicos o privados? y bitcoins, que pueden llegar a ganarse la confianza de sus usuarios si, al margen de la especulación, cumplen con sus funciones como moneda: unidad de medida, depósito de valor y medio de pago.
Carlos Mir y Zaira Melero. Mansolivar & IAX y Universidad de Alcalá.