
Más allá de algunas declaraciones voluntaristas decretando el final de la crisis, lo cierto es que el panorama y el sentimiento de mercado sobre España han cambiado para bien. Las bases de la posible recuperación económica son, no obstante, muy frágiles.
Nuestros modelos de predicción estiman que los concursos de acreedores cerrarán en cifras récord este año, con 9.200 procesos, un 23% más que en 2012, que ya fue un año de máximos. Son ya más de 32.300 los procesos concursales acumulados desde el año 2008. Aunque la previsión es que las insolvencias judiciales crezcan a un ritmo menor en 2014, lo cierto es que seguirán aumentando. Todo ello en un entorno en el que se espera una tasa de crecimiento muy débil y un desempleo instalado en niveles muy elevados.
En definitiva, queda aún mucho para que la mejoría que se percibe en los mercados financieros se traslade a la economía real y tenga un impacto tangible en el nivel de vida de los ciudadanos. Pero a nadie beneficia que España permanezca sumida en un marasmo económico. Por eso, la recuperación es una tarea que se debe asumir con el esfuerzo de todos.
El exceso de crédito bancario es uno de los elementos característicos que ha provocado que la crisis sea más severa en España que en el resto de países de nuestro entorno. A pesar de que ya han transcurrido varios años, el profundo proceso de desapalancamiento en el que está inmersa España aún no tiene fecha de finalización. Los últimos datos del Banco de España sobre crédito a empresas y hogares revelan un descenso del 5% en el acumulado interanual entre septiembre de 2012 y 2013. En contraste, la gran banca está ya en franca recuperación de resultados, con un crecimiento acumulado por las grandes entidades del país del 80% en los beneficios registrados en los tres primeros trimestres.
Esta disparidad entre el ritmo de concesiones de préstamos y la evolución de los resultados de las entidades financieras debe hacer comprender a las empresas de la economía real que es impensable regresar a los niveles de endeudamiento financiero que registraban antes de la crisis; algo que, en todo caso, tampoco sería deseable. Se impone la necesidad de buscar nuevas fórmulas para la captación de capital.
El MARF, un paso necesario
En este sentido, es bienvenida la iniciativa impulsada por el Ministerio de Economía para permitir a las empresas de tamaño medio apelar al mercado de capitales a través del MARF (Mercado Alternativo de Renta Fija). Al igual que ocurre en otros países donde ya funcionan iniciativas similares, la filosofía del MARF es habilitar a las empresas un vehículo con el que financiar sus proyectos de crecimiento, los planes con los que esperan afianzar y expandir su actividad. No se trata de un recurso para sortear problemas de liquidez o de solvencia, porque la clave para tener éxito en este mercado es convencer a los inversores.
El MARF ha sido creado bajo la figura de sistema multilateral de negociación, por lo que solo está habilitado para inversores profesionales o cualificados (el primer cortafuegos es un requisito de inversión mínima de 100.000 euros). Y para convencer a los profesionales de la inversión sería un error tratar de entrar en este mercado de forma precipitada, se exige una planificación detallada y rigurosa del proyecto de negocio. Sobre el MARF pesa además el escepticismo de lo nuevo y el lastre de alguna experiencia pasada en la que se depositaron demasiadas expectativas. Pero pesan más las ventajas que los inconvenientes.
La emisión de renta fija permite una planificación empresarial más autónoma y a más largo plazo que el que habilitan las actuales líneas de crédito y beneficia también al sector financiero, presionado por las exigencias de liquidez y de reducción de exposición al riesgo de los bancos centrales. La banca lo ha entendido rápidamente y son varias las entidades que han mostrado públicamente su disposición a ayudar a sus clientes corporativos a animarse a explorar las posibilidades de este nuevo mercado, apto para empresas de todo tipo de sectores.
El MARF no es la solución definitiva a las dificultades de financiación del tejido empresarial español, pero es un paso decisivo a la hora de introducir una nueva y necesaria cultura de negocio en España. Es en interés de todos que este nuevo mercado funcione y sea un éxito.
Santiago Martín, director general de Axesor.