
A raíz del auto del juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz, que afirma la existencia de una doble contabilidad en el PP y enormes sumas de dinero pagadas en efectivo a los proveedores y altos cargos de aquel partido, me pregunto cuál es la moral que defiende el ciudadano y si esta moral ciudadana admite estas conductas o por el contrario las rechaza. También me pregunto cuál es la reacción de la ciudadanía ante la persistente negativa de los altos cargos del PP, incluido el presidente del Gobierno Mariano Rajoy, a admitir estos hechos y en cambio negar la existencia de estos pagos y de esta doble contabilidad.
En definitiva, me pregunto cuál es la reacción del ciudadano ante la evidencia de pagos en dinero oculto al fisco y ante las mentiras de nuestros políticos. Ante el cobro de cantidades importantes cuya entrega no se sabe a qué obligan, a quién esclavizan, a quién compran o qué adquieren.
¿Ciudadanos demasiado tibios?
La respuesta que me llega a la mente es la tibieza. El ciudadano reacciona con tibieza ante el posible delito fiscal de nuestros políticos y el ciudadano reacciona con tibieza ante la mentira evidente de los altos cargos del PP.
Tibieza encuentro también en los partidos de la oposición, como si esta conducta se admitiera con la boca pequeña, como si de un pecado venial, cuando los había, se tratara. A la vista de esta reacción suave, si puede tildarse de reacción, me da la impresión que tanto los ciudadanos como los partidos dan por hecho la existencia de estas conductas. No las aprueban, pero sí las toleran y piensan que quizás la justicia es muy exigente y si se enmiendan estos políticos y partidos en el futuro, es mejor hacer la vista gorda hoy y no exagerar en cuanto a la exigencia de una ética estricta ya que si nos ponemos tan duros, caerá todo el mundo.
Me sigo preguntando si todos nosotros podemos permitirnos aceptar estas conductas laxas en nuestros políticos y pensar en la practicidad de no abrir mayores heridas, ahora que nuestra economía parece que reacciona o al menos atempera su derrumbe y el gobierno actual, con su presidente al frente, podría paralizar su gestión si la sociedad le exige mayor rigor en su conducta y un castigo ejemplar a su modo de hacer.
Me pregunto si podemos admitir conductas delictivas y mentira tras mentira a cambio de la eficacia de un gobierno y el éxito en su gestión.
Y me respondo que no. Que a pesar de que quizás se ralentice la aparente mejoría de nuestra economía, no podemos consentir estas conductas en nuestros políticos, porque si las consentimos, careceremos de fuerza moral para exigirles en otra ocasión conductas éticas más estrictas. Si pasamos por alto la mentira, el cohecho, el fraude fiscal y demás acciones en contra de las leyes y la moral, nos convertiremos en una sociedad permisiva, sin moral, en la que todo valdrá, sin normas, sin leyes, sobre todo para los poderosos.
Para lograr una nueva sociedad con valores exigentes hemos de conseguir que la generación de políticos que nos han gobernado hasta ahora se vayan a sus casas y venga una nueva remesa de dirigentes menos contaminada. Los políticos del PP, del PSOE y de CiU que han gobernado estos últimos años deben dejar paso a otros políticos de sus mismos partidos que carecen de historia política y de gobierno y que no necesitan emplear una parte importante de su tiempo en defender sus decisiones y sus acciones anteriores. Políticos que carecen de historia y pueden dirigir una organización sin que al día siguiente les echen en cara algún tema de corrupción ya fuera personal o bien consentida en el seno de su propio partido.
Juan Carlos Giménez Salinas, abogado.