
Corre el viento y trae sensaciones de un nuevo inicio. Las bolsas alcanzan nuevas cotas, rompiendo resistencias y acumulando fuerzas para nuevos objetivos. La economía global navega hacia un entorno más estable y las expectativas de futuro apuntan a nuevos ritmos de crecimiento. Sin duda, en un breve periodo de tiempo los analistas económicos han comenzado a transmitir una nueva etapa de desarrollo con una creciente presencia de empresas reformadas y enfocadas en el modelo de crecimiento con un componente de valor añadido mucho más elevado. Y, bajo este argumento, los inversores se están lanzando a los activos de más riesgo. Tanto dinero libre sin casi rendimiento ejerce una gran presión sobre los directores financieros, gestores y economías familiares. Como señala Emilio Botín, el dinero está en todas partes.
Tres son las variables causantes de esta nueva etapa: primero, la monetización de la deuda en cantidades desorbitantes, Estados Unidos sin ningún pudor, Japón con decisión y Europa con sigilo, pero con el gatillo preparado. En segundo nivel, políticas fiscales menos contractivas de lo esperado con los actuales niveles de endeudamiento. Y por último, el uso de la variable confianza como variable de política económica.
En este entorno cabría preguntar qué ocurrirá si, a pesar de la elevada monetización, las variables reales de la economía, crecimiento y empleo, no despegan convenientemente. Podríamos decir que el éxito reside en actuar de freno al pánico sobre la sostenibilidad del sistema económico internacional y en contrarrestar las presiones deflacionistas, pero su efecto sobre la economía real está todavía en duda.
Podría ocurrir que bajo un entorno deflacionista en muchos sectores de la economía, la monetización tuviera un efecto final cierto mediante su influencia en las expectativas de los inversores, especialmente cuando el entorno de tipos muy bajos incentiva el asalto desmedido hacia los activos de riesgo. Si, por el contrario, esta política no funciona tendremos un problema, pues desactivar la máquina de creación de dinero sin un crecimiento robusto fruncirá el ceño de muchos analistas de Wall Street.
Hacia otra política fiscal
También podríamos preguntarnos por las consecuencias de la implementación de una política fiscal sin la profundidad esperada y por la aplicación de una reforma estructural definitiva que encuadre las costumbres y modos de hacer economía en periodos previos a la crisis, a los libros de historia del siglo XX. El debate sobre el techo de gasto en Estados Unidos y las reticencias europeas por una mayor integración ponen de manifiesto que estamos todavía lejos de alcanzar una política fiscal más adecuada con las necesidades de la sociedad actual.
Una respuesta a las preguntas planteadas sería considerar que, en realidad, se está trasladando los problemas a un momento posterior. Al menos esto es lo que deben pensar numerosos gestores internacionales de fondos de inversión. Al analizar los resultados de los fondos de rendimiento absoluto gestionados bajo estrategias marcadas por las expectativas macroeconómicas, se observa que en todas las categorías los resultados están muy distantes de los rendimientos ofrecidos por los índices de bolsa.
Así, por ejemplo, tomando la selección de acuerdo a las categorías definidas por Lipper, la media de rendimiento en el año para estos fondos es de 0,32% frente a rendimientos de doble dígito alcanzado por cualquier índice de renta variable. Independientemente de la calidad de gestión, podría pensarse que los gestores macroeconómicos no aciertan por la confusión que la situación actual genera o bien porque las medidas no convencen racionalmente. Con tanto dinero en la calle, las bolsas vuelan, pero en las mesas de análisis y gestión de las principales sociedades de inversión las estimaciones futuras se tratan con mucho cuidado.
Podemos pedir que se abran las ventanas, que corra el viento y limpie el escenario de crisis permanente, pero no por ello podemos olvidar las cuestiones claves que todavía siguen pendientes: crecimiento y empleo y, por ello, consolidación fiscal y reforma estructural.
Javier Kessler Saiz, Kessler y Casadevall AF.