
No necesitamos que el Financial Times nos ponga a caldo, porque ya tenemos nuestros propios agoreros patrios. Cuando Goya pintó su duelo a garrotazos reflejaba con gran expresividad nuestro carácter. La crisis ha dado voz a los catastrofistas; ha bajado los calzones a más de uno y se le han visto las corrupciones y ha generado un discurso pesimista sobre el futuro y nuestras posibilidades.
Pero, lo más grave, es que parece que una buena parte de la opinión pública disfruta y da audiencia a cualquier mala opinión que rápidamente se comparte. Todo está recortado, todo está mal y todo estará peor. Good news, no news, pero el que suscribe ya se está hartando de tanto futurólogo funesto que cuando España tenía sus indicadores macro a la remanguillé estaban más callados que en misa y diciendo que todo andaba bien.
Estamos saliendo de problemas muy serios, en parte porque el Gobierno ha hecho algo, pero sobre todo porque la economía se está depurando gracias al ingenio y la buena cabeza de cientos de miles de españoles. Es verdad que el Gobierno es muy malo, pero sustituyó a otro que aún era peor. Haberse quitado de en medio a ciertos ineptos es un triunfo en sí mismo y abre esperanzas.
Se ha sorteado una situación que bordeaba el default del Estado y quizás no de la mejor forma, pero se ha hecho. Se está enderezando la situación del sistema financiero más rápido de lo que cabía esperar dada la magnitud del problema. Pero, además, todo eso está siendo compatible con repartir millones de subsidios y con un recorte del estado de bienestar más bien modesto; tan modesto, que sólo han salido a protestar los directamente damnificados, es decir, los funcionarios y empleados públicos de la sanidad y de la educación, pero ni los enfermos ni los educandos. ¿Dónde están las masas quejándose? Muchos en su casa viendo Sálvame.
Es verdad que los políticos ofrecen una imagen lamentable y apenas han tocado nada de lo suyo, pero también es verdad que la corrupción está tan asumida que una parte de la sociedad perjudicada para sobrevivir se ha subido al carro de una economía sumergida o semisumergida que, junto con la solidaridad familiar y social de la que gozamos en nuestro piadoso país, son el verdadero soporte de la paz social. Achacar ésta a la responsabilidad de los sindicatos es darles un papel que no tienen, ya que movilizan menos que cualquier equipo de segunda regional.
El Gobierno es una variable relevante, pero no lo es todo. Es verdad que su política económica sólo ha sido eficaz para evitar el colapso del Estado y que en la práctica supone un lastre para la economía, pero no es menos cierto que España es bastante más que sus gobiernos. No hay más que ver la evolución de las exportaciones. Desde el sector público poco se ha hecho para conseguir el récord histórico de invertir nuestra balanza de pagos. Es más, esto se produce en un momento en el que los organismos públicos que han de fomentar las exportaciones tienen menos dinero para subvencionar, ayudar o incentivar, de lo que se deduce la escasa relevancia de estas políticas, pues sin ellas nos va mejor.
La economía se va a recuperar más rápido de lo que dicen los pesimistas. A visualizarlo tempranamente nos va a ayudar el sector exterior y una parcial regularización de lo que puede llamarse economía semisumergida, es decir, esas micropymes y autónomos que están vegetando y que van a intentar volver a la vida. Los primeros avances en el empleo no van a ser en buena medida nuevas contrataciones, pues se darán de alta muchos que ya trabajan. Nadie puede creerse un 26% de paro y que no pase nada, de igual forma que en este país de mentira nadie se cree las cuentas de los partidos políticos. La gente ha aprendido a sobrevivir y, como lo que no mata engorda, vamos a tener un país con empresarios más hábiles y expertos en pasarlas canutas. Y también nos van a ayudar desde el extranjero, porque España se pone muy atractiva para invertir.
Ver un fracaso como un éxito
Seguramente el año próximo creceremos más de lo que dice el Gobierno en su cuadro macro. El ministro de Economía sabe el valor de quedarse corto y superar las previsiones y el positivo efecto psicológico que tendrá. Poder decir vamos mejor de lo que se esperaba está a años luz de peor de lo que se creía. En un caso es apuntarse un éxito y en otro un fracaso. Si se ha dicho el 0,7 es que por lo menos se espera un 1. ¿Alguien inteligente en el Ministerio de Economía por fin? ¡Lástima que no tenga competencias sobre la política fiscal!
Pero veamos algunas de nuestras fortalezas. La economía está muy diversificada. Tiene un sector industrial quizás demasiado pequeño, pero con una renovada capacidad de competir en el mercado mundial. El sector servicios es nuestra alegría y va a darnos muchas más en el futuro, aunque es cierto que hay que reflexionar sobre cómo traducir turistas en dinero con más eficacia. Nuestra agricultura y su industria de transformación es la envidia de Europa, mantiene arraigo en el campo y nos ayuda en la balanza de pagos, además de darnos de comer de una forma envidiable.
La construcción volverá más pronto que tarde, aunque ahora se esté buscando la vida en el extranjero porque tenemos unas empresas capaces de competir en la primera división internacional. Hay cientos de miles, quizás millones, de europeos que podrían comprarse una casa en nuestra costa y sólo están esperando a que los precios se estabilicen y a ver el futuro un poco más claro. Y hasta tenemos a Adelson esperando a encenderse un cigarrillo en alguno de sus nuevos casinos si alguien le da fuego.
Ahora que somos más humildes, que tenemos los pies en la tierra, que no nos compraremos una casa que no podemos pagar con el todo terreno de marca incluido porque nadie nos dará un crédito tan estúpido, tenemos nuestra oportunidad. Ahora que nadie echa carreras con la renta per cápita italiana, que dice que tenemos los bancos más solventes del mundo o que estamos en la champions league económica, podemos salvarnos. Ahora que es un poquito más fácil gobernar una empresa y adaptarse a las circunstancias, quizás se creen más y se destruyan menos.
Dejemos, pues, que sea Wolfgang Münchau desde el FT el que nos meta el dedo en el ojo cuando le plazca y nos vaticine lo peor de lo peor y hagamos aquí análisis serios de nuestras fortalezas y debilidades. Y, puestos a pedir, que alguna vez algún Gobierno de algún partido fuera un poco más liberal. Eso ayudaría mucho.
Juan Fernando Robles, profesor de Finanzas.