El sentido común se fundamenta en una serie de valores, patrones de conducta y contenidos que son aceptados por la inmensa mayoría ciudadana como integrantes necesarios de su contrato social, expreso o tácito. Desde las revoluciones americana y francesa de 1776 y 1789 surge como pieza clave de la Modernidad (que es el origen de nuestra civilización) el concepto ciudadanía y ciudadano, como sujeto de derechos y deberes exigibles y autoexigibles.
Desde el derecho de propiedad sobre el fruto del trabajo propio ( un derecho tan manipulado por el capitalismo rampante) hasta el sufragio universal pasando por la abolición de la esclavitud, la igualdad, el derecho a la insurrección contra el mal gobierno y el derecho al trabajo como corolario de lo anterior. La Humanidad propició un salto de consecuencias todavía no meditadas, cuando no torticeramente interpretadas, por los que han hecho de la Modernidad sinónimo exclusivo de la ofimática, la informática o la alta tecnología.
Contra la desviación que de aquellos principios realizó el capitalismo, surgieron momentos traumáticos y heroicos de rebeldía y también las Internacionales Obreras cuyos desarrollos y avatares han desembocado en la desaparición, la inanidad o el testimonialismo. Sin embargo, sus luchas y su capacidad de incorporar a sí mismas una parte muy importante de la intelectualidad, el derecho, la política y la ética cívica, han conseguido que a mediados del siglo XX y después de la II Guerra Mundial se produjese un acuerdo universal en torno a la concreción de los Derechos Humanos: la solemne Declaración de 1948.
Podemos asegurar que desde entonces y a través de los documentos que prácticamente por unanimidad se han aprobado y han vinculado a los Estados signatarios, los 6.700 millones de habitantes del planeta tienen una meta, unos derechos, un programa, un proyecto común resumido en treinta breves, pero esenciales, artículos y el Preámbulo que los introduce.
Julio Anguita, Excoordinador general de IU.
Julio Anguita: Fines y medios
