Firmas

Los problemas están en la oferta

Cuando Keynes escribe la famosa frase, sin duda la más citada de todo lo que escribió, "en el largo plazo ello es probablemente cierto (?) Pero este largo plazo es una guía confusa para la coyuntura. En el largo plazo estamos todos muertos", no se planteaba ningún problema moral, era un problema técnico, se estaba refiriendo al supuesto excesivamente fuerte de los cuantitativistas estrictos, presos del dogma de la constancia de la demanda de dinero. Keynes lo hace en 1923 en la excelente obra Breve Tratado sobre la Reforma Monetaria, en el capítulo III, I titulado "La teoría cuantitativa".

Es cierto que a largo plazo y así lo avalan los estudios empíricos la demanda de dinero es constante. Pero no es menos cierto que los últimos cinco años dan la razón a Keynes y sobre todo a su concepto de preferencia por la liquidez que es la base del aumento de la demanda de dinero, como el propio Keynes explicaría muy bien trece años más tarde en el capítulo 22 de su Teoría General titulado "Notas sobre el ciclo económico". El estado de incertidumbre y de falta de confianza es lo que explica que los estímulos que postulan los partidarios de las políticas de demanda hayan sido tan ineficaces como las políticas de austeridad que critican.

El euro resiste

Si uno mira al comportamiento de los tipos de cambio de las tres monedas más importantes de Europa y EEUU, esto es, el euro, la libra y el dólar, la que mejor ha resistido y sigue resistiendo los embates de la crisis es el euro, que sigue revalorizándose respecto a las otras dos. Esto parece indicar que los problemas que provocaron la recesión sigan perdurando en Estados Unidos y en el Reino Unido, que animados por el señuelo de los estímulos a base de facilidades monetarias han dejado de lado las políticas mucho más eficientes de oferta y de la reformas del marco institucional, especialmente en el ámbito financiero. Es necesario resolver los problemas de baja competitividad y excesivos costes de funcionamiento de la economía. Unos problemas que debieran solucionarse con reformas que propicien una mayor productividad, una mayor flexibilidad de los mercados, una reducción de los costes y en definitiva una mayor eficiencia y competitividad de la economía. Pero todo esto es compatible con un gasto social importante que garantice la cohesión social.

Si J.M. Keynes es el economista que pone de manifiesto que no necesariamente la demanda de dinero es constante en el Breve Tratado sobre la Reforma Monetaria, y en la Teoría General avanza el concepto de preferencia por la liquidez; ese mismo Keynes es el mayor crítico de la Ley de Say con su tristemente famosa, también en la Teoría General, teoría de la insuficiencia de la demanda efectiva y su defensa del gasto público para reactivar la demanda. Una teoría que demostró ser disparatada al llevar a los países que la aplicaron en el tercer cuarto del siglo XX a cifras de paro insoportables y altísimos niveles de inflación.

La corriente principal de pensamiento desde finales del siglo XVIII, con el denominado teorema de Turgot-Smith, venía defendiendo que "todo lo que se ahorra se invierte". Adam Smtih afirma que "los capitales se incrementan con la parsimonia y disminuyen con la prodigalidad y la disipación", y "la parsimonia, incrementando el fondo que se destina al mantenimiento de los trabajadores productivos?, incrementa el valor de cambio del producto anual de la tierra y el trabajo del país y pone en funcionamiento una cantidad adicional de trabajo que proporciona un valor adicional al producto anual". Sucede de forma inmediata, pues "lo que anualmente se ahorra, se consume regularmente de la misma forma que lo que anualmente se gasta, y ello ocurre casi en el mismo periodo, pero lo hace gente distinta".

Ya lo había explicado Turgot en sus Reflexiones. John Stuart Mill insistirá en su teoría del capital y sus famosas cuatro proposiciones fundamentales acerca del capital. La primera, que "la industria está limitada por el capital", lo que implica que el empleo sólo está limitado por el capital. La segunda proposición establece que, "el capital es el resultado del ahorro", y esta a su vez se refuerza con la tercera en el sentido de "que el capital se consume aunque sea el resultado del ahorro". Merece la pena terminar esta digresión con el comentario resumen de John Stuart Mill: "El ahorro enriquece a la comunidad al mismo tiempo que a los individuos, mientras que el gasto los empobrece, lo que equivale a decir que la sociedad en general es más rica por todo aquello que gasta en mantener y ayudar al trabajo productivo, pero más pobre por lo que consume en sus placeres".

Victoriano Martín, catedrático de Historia del Pensamiento Económico. Universidad Rey Juan Carlos.

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