Firmas

No habrá alta velocidad brasileña

Estuve a punto de escribirlo antes del aplazamiento oficial del concurso para su proyecto. No lo hice por prudencia, pero ahora me atrevo: el AVE de Brasil, entre Sao Paulo y Río de Janeiro, no se construirá. Así que los consorcios que teóricamente pujan por su construcción ya pueden buscar otro negocio. Hace unas semanas estaba dando clase en Sao Paulo y me ratifiqué en esa impresión. Las razones son varias.

La primera razón es que el tráfico de viajeros no lo justifica. Ya se sabe que basta con abrir una nueva vía de comunicación para que el tráfico crezca. Pero ni aún con esos optimistas cálculos el ferrocarril de Alta Velocidad Brasileño (AVB) sería rentable en los diez primeros años y para entonces, año 2025, ¡a saber que nuevos métodos de transporte se habrán desarrollado! El turismo carioca es internacional y llega por aire, los paulistas tienen muchas otras alternativas de playa y tampoco sería bueno para Copacabana y adyacentes la masificación que se supone que traería el AVB. Además es dudoso que las clases populares brasileñas pudieran pagar sus billetes de fin de semana. Sólo con una generosa subvención podrían utilizarlo; es decir, agravando sus pérdidas o pasándoselas al erario público.

La segunda razón es que lo que de verdad necesita la economía de ese país es un ferrocarril de mercancías. Ese sí estaría justificado. Para ello no hace falta construir un nuevo trazado. Habría que remodelar el actual y, sobre todo, modernizar los terminales de carga y descarga. La industria interior de Sao Paulo lo necesita y esa industria es un factor de crecimiento necesario. Crearía puestos de trabajos estables, bien remunerados y desarrollaría una tecnología propia, como la de Embraer, la fábrica de aviones de San José dos Campos, en el interior del Estado paulista. Si el Gobierno brasileño quiere utilizar eficientemente sus recursos el transporte ferroviario de mercancías debería ser prioritario al de viajeros.

La tercera razón es política. Los brasileños están escamados. En las obras faraónicas del mundial de fútbol y las olimpiadas ven sueños de grandeza. Cuando despiertan se topan con muchos de sus conciudadanos en la pobreza extrema. También con servicios públicos de educación y sanidad deficientes, sobre todo para la nueva clase media. No desean más despilfarros en un país con grandes desigualdades sociales. Dilma Rousseff es consciente de ello. El retraso en la licitación no ha sido a petición de los licitadores; diga lo que diga la prensa española ha sido una decisión del Gobierno brasileño. Después de las manifestaciones callejeras del último año el horno no está para bollos. La presidenta lo sabe y ha considerado prudente dar signos de sensibilidad social. Hay elecciones presidenciales el año que viene y las encuestas no le son favorables, aunque la oposición del PSBD tampoco lo tiene claro. Así que si el AVB entra en la campaña electoral será para combatirlo, no para apoyarlo. Tanto por un candidato, como por otro. Tanto por Rousseff del PT, como por Neves del PSDB.

La cuarta razón no se esgrime en público, pero se comenta entre susurros. Una obra de la envergadura de la proyectada es una tentación excesiva. En un país donde la corrupción de las Administraciones Públicas es alta (según Transparencia Internacional el número 69 entre Rumania y Bulgaria en 2010) el AVB sería como poner un tarro de miel ante un enjambre de moscas. Todas quedarían atrapadas. En este sentido el AVB es una operación de altos riesgo y congelarla sería una señal de sentido común por parte del Gobierno dadas las dudas sobre su viabilidad económica, salvo que haya intereses inconfesables. Se puede decir que este problema debería solventarse con controles por parte de la Administración brasileña y su poder judicial. Aunque la experiencia histórica indica que no es tan fácil. En todo caso los licitadores no deben olvidarse de este riesgo, no pueden ser ingenuos.

Puede que a los expertos que asesoren a las empresas licitadoras estos argumentos no les parezcan suficientes. Sin embargo, en los departamentos de Publics Affairs (PPAA) de las mismas, deben ser tenidos en cuenta. Los PPAA son los encargados de gestionar las relaciones con los Gobiernos, un tema cada vez más importante a todos los niveles y, en este tipo de proyectos, vital.

Ha llegado el tiempo de sustituir las "habilidades en relaciones públicas", los cabildeos de salón, despachos o restaurantes, por análisis serios. Es el momento de aplicar las técnicas de la "inteligencia económica" y no dejarse llevar por entusiasmos coyunturales, ni por intereses particulares. A Brasil por razones económicas, sociales y políticas no le interesa ahora un ferrocarril de Alta Velocidad entre Sao Paulo y Río de Janeiro. Por eso, ahora no se hará. ¿En el futuro? Después de las elecciones presidenciales veremos, pero apuesto a que tampoco se hará.

José Ramón Pin Arboledas, profesor del IESE.

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