Todavía guardo gratos recuerdos de aquellas noches de invierno de mis años de adolescencia en que todos nos sentábamos en casa durante los cortes eléctricos, mirándonos unos a otros a la luz de las velas. Cuarenta años después, me da pavor pensar en las consecuencias para toda una nación incapaz de cargar los móviles. Los cortes eléctricos serían una vívida ilustración de cómo un gobierno británico tras otro han echado a perder la política energética.
Han hecho cumplir objetivos de descarbonización aleatorios establecidos tras viajes pagados a exóticas ciudades del extranjero, y han decretado que dichos objetivos deben alcanzarse mediante la inversión del sector privado, respaldada por los crecientes "impuestos verdes" para los consumidores.
Si las cumbres internacionales fueran la forma de salvar el planeta, el uso del carbón no estaría subiendo en muchas partes de Europa, y las emisiones de carbono de Estados Unidos no habrían caído por debajo del nivel previsto por el Tratado de Kyoto que Washington se negó a ratificar. Cierto es que hay que eliminar el carbón del surtido energético si de verdad queremos reducir las emisiones de carbono, y tenemos que hacerlo, pero hay que sustituirlo por algo, y ese algo tiene que ser gas, dado que el mundo está atestado de él. La fracturación no puede ser sustitutiva de la política energética, pero el gas de esquisto tiene efectivamente el potencial de compensar el declive en la producción del mar del Norte. Trato las reclamaciones más extravagantes sobre el próximo auge de la fracturación con precaución. Sin duda, las reservas de gas de esquisto son muy grandes, pero la geología de Gran Bretaña y su mayor densidad de población hará que sea más difícil beneficiarse de ellas que en Estados Unidos.
Los estadounidenses son titulares de los derechos mineros bajo su tierra, cosa que explica por qué consideran que los descubrimientos de esquisto son una bonanza, mientras que nosotros sufrimos agudos accesos de "sí, pero aquí no" porque los cánones son propiedad de la Corona. Además, las leyes de planificación (afortunadamente) aquí son más estrictas, por lo que ni Lancashire ni Sussex Weald acabarán convertidos en el oeste de Texas. Uno podría haberse imaginado que los ecologistas estarían encantados por el descubrimiento de ingentes reservas de energía con la mitad de la producción de carbono que el carbón, pero la noticia se recibió como si fuera la apertura de un pozo infecto. Los precios por los suelos del gas natural que se vieron en Estados Unidos reducirán el precio global mientras la revolución del esquisto pasa de Estados Unidos a China, el norte de África, Sudamérica, Europa del este, sumándose a los recientes grandes descubrimientos de gas en el mediterráneo oriental y el este de África. Licuar el gas para el transporte en buques petroleros sigue resultando caro, pero la tecnología está mejorando mucho, para desagrado de Rusia y Noruega, que ven como sus exportaciones por gasoducto se van reduciendo. Con muchas canalizaciones para importar gas y terminales de gas natural licuado, Reino Unido se encuentra relativamente bien servido por su infraestructura, pero el gobierno tiene que facilitar a los proveedores la inversión en más capacidad de almacenamiento y en centrales de gas de ciclo combinado más eficientes mientras se vaya desmantelando las centrales alimentadas por carbón. Sobre la energía nuclear, los ministros deben hacer frente a la realidad del mundo posterior a Fukushima. En 1997, más de un cuarto de nuestra electricidad era de generación nuclear; hoy asciende a menos de un quinto.
No parece que haya ninguna compañía del sector privado dispuesta a asumir el riesgo de construir nuevas plantas nucleares, como vimos cuando Centrica se salió de Hinkley Point.
La política actual es para seducir a EDF, propiedad del Estado francés, con la garantía de futuras tarifas astronómicas de consumo. Tendría mucho más sentido que la Administración se deshiciera del intermediario y construyera las plantas directamente, aunque George Osborne prefiera mantener el coste fuera de los libros de tesorería. Podría ahorrarse recortando las generosas subvenciones para la energía eólica en tierra y mar, que resulta, respectivamente, el doble y el triple de cara que el gas. La producción de energía tiene mucho que ver con escalas, y la densidad de molinos de viento necesarios para generar electricidad a un precio realista no será jamás aceptable en nuestra pequeña y poblada isla. Y si piensa que molinos de viento frente a las costas resultan caros de construir, espere hasta que sus hijos y nietos reciban la factura por su mantenimiento y posterior desmantelamiento. En el mejor de los casos, la energía eólica es una distracción; en el peor, es carísima y una abominable locura. La energía solar no será jamás una fuerza importante en Gran Bretaña. Declaro mi participación. Tengo paneles solares en mi casa de Kent y son una de las mejores inversiones que he hecho: las subvenciones a las energías renovables no paran. Ahora me doy cuenta de por qué algunos de mis viejos amigos del negocio del petróleo me dicen que han sacado más dinero por las "renovables" que por el crudo Brent. Buena suerte para ellos, pero no veo motivo alguno por el cual unos pocos de nosotros debamos beneficiarnos de lo que, en efecto, es la forma más regresiva de impuesto sobre la renta: las exacciones sobre las facturas de servicio público de los consumidores.
La política energética de Europa fue diseñada en los días de abundancia antes del colapso del crédito, cuando la gente estaba más dispuesta a hacer sacrificios por el bien general. Las actitudes están cambiando y los tres partidos principales, que comparten la tendencia a imponer la virtud desde lo alto, deberían prestar atención a este cambio en el estado de ánimo del público. Según un informe reciente de Credit Suisse, los consumidores de Gran Bretaña pronto podrían estar pagando casi el doble por la electricidad que en Alemania, donde el uso del carbón está subiendo. ¿Cómo puede ser justo? ¿Cómo podemos competir con sus industrias? Este mes, el gobierno español cercenó las subvenciones a los productores de energía solar. Si la energía solar no puede sufragar su camino en España, ¿qué esperanza puede tener aquí? Nuestra política energética tiene que guiarse menos por las emociones y más por la estrategia. A veces temo que el grupo de presión ecologista no se mueva exclusivamente por el deseo racional de reducir las emisiones, sino por el rechazo ciego a todo combustible fósil. Es una ingenuidad: los combustibles fósiles serán necesarios al menos durante la vida de nuestros hijos.
Tony Hayward, director ejecutivo de General Energy.