El secretario de Estado de EEUU, John Kerry, ha conseguido reanudar el proceso de paz de Oriente Próximo. El encuentro entre la israelí, Tzipi Livni, y el palestino, Saeb Erekat, es el primero desde 2010. Kerry anunció que las conversaciones quedaban abiertas. Haber predeterminado que las negociaciones durarán al menos nueve meses tiene sus ventajas aunque encierra asimismo el peligro de que ese lapso sea utilizado como una forma de esquivar presiones, sin tomar decisiones claves.
Una razón por la que ha podido superarse la frustrante parálisis es que ambas partes concurren con debilidades políticas obvias. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, encabeza un gobierno de coalición multicolor que le obliga a flexibilizar su intransigencia. Mahmud Abbas, el presidente palestino sigue con su país dividido: la Franja de Gaza está bajo el control de Hamas y no de su movimiento, Fatah. En El Cairo Abbas se ha mostrado favorable a la presencia de una fuerza internacional en el futuro estado palestino "como la que hay en el Sinaí, el Líbano y Siria", refiriéndose a las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU.
No es casualidad que las conversaciones se relanzaran tras el derrocamiento del egipcio Mohamed Mursi. La gestión de la 'seguridad' en la península del Sinaí, fronteriza con Gaza e Israel, fue causa de graves tensiones entre Mursi y sus generales. El expresidente ordenó repetidamente a los militares detener una ofensiva en el Sinaí. Los uniformados le criticaron porque con ello "amenazaba intereses del Ejército por colaborar con Hamas". Aprovecharon la oportunidad que les brindaban las protestas masivas para deshacerse de Mursi.
La Casa Blanca para mantener su ayuda militar a Egipto evita mediante acrobacias lingüísticas llamar golpe de Estado a lo ocurrido. Los 3.000 millones de dólares anuales a Israel y los 1.300 millones a Egipto constituyen las mayores ayudas que Washington da a unas fuerzas armadas en el mundo. Son la recompensa por la firma de los acuerdos de paz de Camp David que en 1979 supusieron el fin de la unidad del mundo árabe. Egipto recuperó el Sinaí ocupado. Pero Israel sigue sin detener -como se comprometió- la ocupación de Gaza y Cisjordania. El ejército egipcio -el décimo más numeroso del mundo- dejó de ser una amenaza para Israel al mantenerse sus generales leales a Camp David.
Se mantiene en las negociaciones de paz la estrategia basada en la coexistencia pacífica de los dos Estados, Israel y Palestina, con las fronteras de 1967 con ajustes y compensaciones. Al mismo tiempo persisten en la agenda bilateral los temas más espinosos: las pretensiones sobre la Ciudad Santa de Jerusalén, las fronteras, la situación de los refugiados, el uso del agua de los ríos de Cisjordania? y sobre todo los asentamientos. En 1967 Israel ocupó Jerusalén Oriental y buena parte de Cisjordania, hoy sembrada de asentamientos con más de medio millón de colonos israelíes armados.
¿Puede alcanzarse un acuerdo de paz duradero esta vez? La mutua desconfianza es profunda. Décadas de fracasos en las negociaciones imponen el realismo y una obligada prudencia. Extremistas de uno y otro lado - un nuevo asentamiento ilegal de los colonos o un cohete desde la Franja controlada por Hamas - pueden torpedear el proceso en cualquier momento. Kerry, propiciador del encuentro, no ha querido anunciar utopías. El jefe de la diplomacia estadounidense se ha empleado a fondo. Las partes buscarán "compromisos razonables" sobre temas complicados. Éstos deben ser la "piedra angular" de las negociaciones. EEUU confía en que el escepticismo comience a disiparse a base de gestos: como el anuncio de Israel de liberar a 104 presos palestinos encarcelados antes de los Acuerdos de Oslo de 1993.
Sin embargo, lo realmente decisivo es que Washington se abstenga de ejercer el papel de tercer protagonista en los diálogos, como fue el caso en otras ocasiones. El trabajo que se ha asignado Kerry es el de actor de reparto: ayudar, aconsejar y atraer el apoyo internacional, dejando las decisiones importantes en manos de israelíes y palestinos. Además de Egipto, Kerry aspira a vincular a la red de apoyo de las conversaciones a Arabia Saudí, Qatar, Turquía, la UE -que al fin ha dejado de financiar la ilegal política de asentamientos- y la ONU.
Estos años de estancamiento han añadido desconfianza a los recelos existentes. El mero hecho de que se vuelva a negociar es positivo. Solo si no se repiten errores pasados el sueño de la paz tendrá la oportunidad de acabar con una pesadilla que dura ya demasiado tiempo.
Marcos Suárez Sipmann, analista de Relaciones Internacionales.