
La bajada de 127.248 desempleados en junio fue acogida con el natural alborozo, que rápidamente se vio matizado por la constatación de que el descenso de los contratos fijos con respecto a junio del 2012 fue del 7,92%. Como siempre el discurso oficial ha vuelto a poner las esperanzas en que un crecimiento futuro de la economía española desemboque inexorablemente en la creación de empleo.
Entre el 2008 y lo que llevamos del 2013 el PIB ha caído 6,5 puntos porcentuales. En ese mismo periodo de tiempo y según el INEM, el número de ocupados ha pasado de 19,8 millones a 16,6 millones; una caída del 3,2%. Según un estudio de la OIT, organismo, no olvidemos, de la ONU, por cada punto adicional del PIB el empleo aumenta en dicha proporción. Las preguntas que se desprenden de estos datos son obvias, ¿Cuánto debe crecer la economía española para conseguir el pleno empleo o siquiera un desempleo simbólico? ¿Cuáles son los sectores productivos capaces de esta gesta?
Por otra parte, la OIT ha estudiado y llegado a la conclusión de que por cada punto de crecimiento del PIB, 2/3 del mismo son ganancias derivadas de la productividad y sólo 1/3 puede conllevar aumento del empleo. Y es que los portavoces del discurso oficial cuando no tienen ante sí a medios de comunicación, aseveran que es imposible crear empleo sin crecer y, por otra parte,que el crecimiento puede crear empleo.
El problema ahora radica en que el empleo, el puesto de trabajo que es un derecho humano reglado, se hace depender de los avatares de una determinada concepción económica que no contempla entre sus fines y objetivos prioritarios la creación de empleo sino que éste es una consecuencia, un beneficio colateral en épocas de bonanza totalmente ligada a los vaivenes del mercado. ¿Puede ser de otra manera? Sí, pero no dentro de estos parámetros y valores en los que se han instalado tanto el poder económico como su leal y alternante oposición. Hablaremos de ello.
Julio Anguita. Excoordinador general de IU.