En un reciente viaje de noche entre Manchester y Birmingham tuve la oportunidad de ver una parte de la economía que los ministros de Hacienda no suelen ver: las personas que trabajan de noche arreglando nuestras carreteras, horneando el pan y reponiendo productos en el supermercado. Volví más decidido que nunca a que todo lo que haga como ministro ayude a esos héroes anónimos de nuestra economía. Son estas personas trabajadoras y muchos millones como ellas los que se merecen el crédito por la mejoría de los datos del crecimiento económico del 0,6% en el segundo trimestre del año, que confirma que nuestra economía se recupera. En condiciones difíciles, en los doce últimos meses hemos crecido un 1,4%, aunque los efectos negativos de la crisis financiera son profundos y todavía queda mucho camino por recorrer.
Hemos tenido que tomar decisiones incómodas para abordar el déficit y retomar el camino pero lo hemos hecho según mi compromiso de que en esto estamos todos juntos. Los más ricos son los que más han pagado pero todos hemos hecho sacrificios. Ahora debemos asegurarnos de que sigamos unidos a medida que se consolide la recuperación. Lo conseguiremos construyendo una economía que respalde las aspiraciones y apoye a todas las áreas del país.
No ocurría lo mismo antes de la crisis. Nuestra economía perdió el equilibrio y dependía en exceso de un sector (los servicios financieros), situado en una parte concreta del país, mientras el norte y la región central de Inglaterra se quedaban atrás. Los salarios más altos pagaban menos impuestos que su personal doméstico, millones de personas se quedaron atrapadas en la pobreza por unos sistemas de salud y educación sin reformar, y a los bancos se les permitía apostar a costa de todos los demás. ¿Cómo asegurarnos de que ésta vez sea diferente? ¿Cómo conseguir una recuperación duradera y una economía que funcione para todos? La respuesta es cumpliendo con nuestro plan económico, que se compone de tres elementos.
Recortar gasto estatal
El primero es seguir recortando el gasto estatal para bajar el déficit y empezar a vivir dentro de nuestras posibilidades. Ya hemos recortado el déficit un tercio y la última ronda de gasto sigue por ese camino. También hemos demostrado un dato muy valioso: que se puede recortar el gasto y mejorar los servicios al mismo tiempo. Lo que la izquierda no comprende es que las personas que más sufren las consecuencias desestabilizadoras de un gasto inasequible son los más pobres y vulnerables.
El segundo pilar de nuestro plan es el activismo monetario en apoyo a la demanda. Los detractores de nuestro plan de déficit sostenían que el crecimiento más lento de lo previsto era el resultado directo de los recortes del gasto estatal pero ahora que el crecimiento acelera, ¿qué ha cambiado? Nuestro plan de déficit no. De hecho, precisamente porque nos atuvimos a nuestros planes de gasto, el activismo monetario ha tenido margen de maniobra. En otros países europeos, la pérdida de credibilidad fiscal condujo a unas condiciones monetarias más estrictas. Aquí, en Gran Bretaña, la credibilidad fiscal nos ha permitido lanzar programas de éxito, como la financiación para préstamos (Funding for lending), aunque el activismo monetario no termina aquí. La segunda fase de Funding for lending se centrará en las pequeñas empresas y en el programa de ayuda para la adquisición de viviendas (Help to buy) responde a la aspiración más natural del mundo (poseer una casa en propiedad), mejorando la disponibilidad de la financiación hipotecaria. Dentro de quince días, el Banco de Inglaterra responderá a mi solicitud en los presupuestos de este año de examinar la conveniencia de una orientación sobre la trayectoria futura de los tipos de interés. En otras palabras, ¿una mayor certidumbre para las familias y empresas en cuanto a la permanencia de unos tipos de interés bajos ayudaría a apoyar la recuperación?
El tercer pilar de nuestro plan es el más importante: una reforma estructural que respalde las aspiraciones y equipe a nuestra economía para el éxito en la carrera global actual. Las políticas del Gobierno pueden marcar la diferencia en cuanto a quiénes van a beneficiarse de la recuperación. Pensemos en las estadísticas oficiales publicadas en las últimas semanas: la desigualdad está en su punto más bajo en 25 años y las rentas disponibles crecieron el año pasado un 1,4% por encima de la inflación, a pesar de los recortes, el ritmo más alto en tres años. Ambos datos son, en parte, el resultado directo de las decisiones de este Gobierno, concretamente la priorización de unas subidas históricas en las prestaciones personales no contributivas, el aumento de las pensiones y la congelación de los aranceles de los carburantes y los impuestos municipales.
Estamos implementando un abanico completo de los cambios más radicales en una generación (educación, sistema de bienestar, impuestos, planificación y universidades). Por eso invertimos en ciencias e infraestructuras, con unos planes de inversión a largo plazo hasta 2020. Y por eso queremos reformar la UE y nuestra relación con ella, al tiempo que fomentamos el libre comercio en todo el mundo. Nuestra economía se recupera pero no hay que darlo por hecho. Debemos evitar los cantos de sirena que nos llevarían de vuelta a los días de una economía impulsada por la deuda y desequilibrada. Si queremos que la economía británica de 24 horas funcione para todas las familias en cualquier región, debemos mantenernos firmes y ceñirnos al plan.
George Osborne, ministro de Finanzas de Reino Unido