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Coordinar la defensa de la soberanía de la UE

Imagen de EFE

Pese a 60 años de paz y la construcción del proyecto europeo, los 11 años de presencia militar en Afganistán, las intervenciones en Libia y Mali, la movilización de los ejércitos para hacer frente a las consecuencias de desastres naturales, muestran que las cuestiones de seguridad y defensa están lejos de ser teóricas.

Las lagunas que se detectaron durante las últimas intervenciones ilustran la urgencia de reconstruir nosotros mismos las herramientas destinadas a la preservación de nuestra autonomía estratégica frente a nuevas amenazas. La protección de datos no sólo privados, sino también diplomáticos, bancarios y relacionados con nuestras infraestructuras energéticas o de transporte, se ha convertido en un asunto tan esencial para nuestra seguridad colectiva como la lucha contra el terrorismo, la piratería, las redes criminales transnacionales y las respuestas inmediatas a pandemias o riesgos ambientales. Todas estas amenazas exigen respuestas comunes para lograr una verdadera política europea de defensa y de seguridad.

No partimos de cero. Desde 1999 Europa ha llevado a cabo 27 operaciones en el extranjero -15 de las cuales están todavía en curso- en países como Mali, Somalia, Irak, Bosnia o el Congo. Estas experiencias nos han recordado la necesidad de actuar por etapas, de manera concreta. Sin embargo, en la actualidad, cabe preguntarse si la coordinación entre los países europeos, es decir, nuestra capacidad de planificación y anticipación, así como la puesta en común de nuestros recursos, son suficientes. Evidentemente, la respuesta es no.

Al menos dos cambios justifican la urgencia de abandonar el individualismo y de darle un nuevo impulso a la política de seguridad y de defensa común. En primer lugar, las limitaciones presupuestarias, directamente relacionadas con la crisis económica, obligan a un mayor intercambio y cooperación entre los europeos. Los presupuestos nacionales de defensa pueden reducirse hasta caer por debajo del umbral crítico necesario para el mantenimiento de nuestras capacidades militares e industriales. Una política de defensa más integrada permitiría preservar la eficacia de nuestras herramientas y nuestra autonomía estratégica frente a limitaciones presupuestarias.

Por otro lado, si bien es cierto que Europa constituye indudablemente, en palabras del vicepresidente estadounidense Joe Biden, una "piedra angular" de la estrategia de seguridad de EEUU, sabemos que nuestros aliados tienen ahora otras prioridades estratégicas, sobre todo en el Pacífico, y que están llamando abiertamente a los europeos a tomar más responsabilidad por su propia seguridad y a "compartir la carga" en el seno de la Alianza Atlántica. Es momento de actuar, sobre todo porque tenemos los medios. También contamos con instrumentos eficaces como la Agencia Europea de Defensa y las herramientas legales del Tratado de Lisboa. Queda por encontrar la voluntad política. Para ello, los principales actores son, obviamente, los Estados que tienen la legitimidad democrática necesaria para activar las fuerzas armadas. Este es el reto del Consejo Europeo del próximo mes de diciembre, que los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea dedicarán a la defensa.

Sin dejar de respetar plenamente las prerrogativas nacionales, la Comisión tiene la intención de estimular este debate. Es el objetivo de la Comunicación que presentamos hoy, que propone un enfoque global y unificado sobre la defensa y la seguridad.

Una mayor integración, en primer lugar, de las políticas que son responsabilidad de la Comisión y que tienen un impacto directo o indirecto sobre el sector de la defensa: el mercado interior y la política industrial, así como la política comercial, de investigación, de competencia, energética o del espacio. Además, la eliminación de fronteras entre los ámbitos civil y militar que, en la práctica, ya son ampliamente permeables. ¿No se podrían identificar proyectos conjuntos en áreas cruciales para nuestra capacidad de defensa que beneficiaran tanto al sector civil -vigilancia de vías ferroviarias o áreas de desastres naturales, lucha contra el tráfico marítimo-, como a las fuerzas armadas en puestos de operaciones? Por último, un mayor margen de maniobra para los actores del sector -grandes empresas y pymes-, para quienes proponemos una nueva política industrial de defensa y seguridad:

1. Mediante la adopción de medidas a corto plazo para mejorar el entorno empresarial, como el desarrollo de la normalización o una mejor aplicación de las Directivas existentes sobre la transferencia intraeuropea y los mercados públicos, favoreciendo la cooperación y la subcontratación.

2. Explotando al máximo las sinergias entre la investigación civil financiada por el presupuesto de la UE y las necesidades de la investigación militar de la Agencia Europea de Defensa o de los Estados miembros en el ámbito, por ejemplo, de las tecnologías clave, tales como la nanotecnología, la micro y la nanoelectrónica y los materiales avanzados.

3. Proponiendo iniciativas estratégicas a más largo plazo para sectores como el espacio, las capacidades de seguridad y la energía. ¿Cómo sacar el máximo provecho de la dualidad civil-militar de las aplicaciones espaciales? ¿Debería la UE disponer de autonomía sobre algunas capacidades de seguridad de los programas Galileo y Copérnico? Sobre éste y otros temas queremos abrir el debate.

Estas respuestas dependen de nuestra capacidad colectiva de mejorar la competitividad de nuestras empresas sin dejar de ser capaces de proporcionar a nuestros cuerpos de seguridad y de defensa los recursos necesarios. Todo ello para continuar decidiendo soberanamente las acciones a llevar a cabo al servicio de la seguridad de los europeos y de la defensa de nuestros valores en el mundo.

Antonio Tajani y Michel Barnier, vicepresidente y comisario de la UE

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