
Hasta el momento el caso Bárcenas había tenido un trasfondo político centrado en nuestro país, en el exterior algún retazo pero mínimo o poco reseñable. No ha habido, al menos aparentemente, una preocupación fuera más allá de los ecos normales ante este tipo de noticias. A raíz de la aparición de la posible contabilidad B del Partido Popular y especialmente de los mensajes a través del teléfono que vendrían a demostrar una posible connivencia entre Rajoy y el extesorero popular, el escándalo cobra fuerza y salta fuera de nuestras fronteras.
Ante esta situación hay algo que preguntarnos en el aspecto económico, si Bárcenas puede ser un problema o incluso un palo en la rueda de la lenta recuperación. A bote pronto de todos es conocido que a los mercados financieros no les gusta nada la inestabilidad, desde luego coincidiremos en que al menos emponzoña, y mucho, la campaña de venta de la marca España que se venía llevando a cabo por destacadas empresas e instituciones.
Es evidente y así hay que decirlo que un problema de corrupción es mucho más marcado en un país emergente que en un país desarrollado. Italia es un ejemplo que avala la afirmación anterior, incluso hasta problemas de gobernabilidad como hemos visto en Bélgica recientemente tienen un coste económico limitado. Pero esto ocurre en situaciones normales y ahora mismo la situación económica no es de normalidad. Nuestro país ha hecho de la mayoría absoluta una baza que jugar, las medidas de reforma llevadas hasta el momento han pasado por el parlamento sin problemas, todas han sido aprobadas sin mayores cortapisas. La contestación en la calle, aún cuando la hubo no ha puesto en peligro su puesta en funcionamiento, en todo caso alguna que otra portada en los periódicos de fuera.
Frente a países como Portugal o Grecia, España ha enarbolado la estabilidad y fuerza de su gobierno, amparándose en una mayoría absoluta reciente, pues todavía quedan casi dos años y medio hasta las elecciones generales. Sin embargo sobrevuela el análisis de los datos económicos públicos: nuestra deuda pública se acerca al 90% del PIB, las perspectivas de esta ratio apuntan todas ellas a que en 2014 el peso sobrepase la barrera psicológica del 100%; la Seguridad Social, al igual que los recién recapitalizados y en algunos casos reflotados bancos, tiene algo más que una importante inversión en activos públicos; aún no se ha roto el circulo vicioso riesgo-país y coste de financiación de los bancos, y España está amenazada por las agencias de rating con bono basura.
Todas estas cuestiones ponen de manifiesto el difícil equilibrio en el que estamos. Cierto que los datos oficiales parecen ofrecer garantías de una posible ralentización del ritmo de caída, incluso de crecimientos nulos o ligeramente positivos de nuestra economía, pero son muy débiles y necesitan apuntalarse con un Gobierno fuerte, sin ello podemos volver a caer. La fortaleza del Gobierno es vital y lo ponen de manifiesto cuestiones tan espinosas como la de nuestros astilleros. A España se le demandan reformas pero para llevarlas a cabo -sobre todo del tipo que se piden y en el contexto en que deben hacerse-, es necesario un Gobierno estable sin calles incendiadas o revueltas.
La debilidad desde luego no es una buena noticia. Bárcenas ha traído mucho ruido en el momento menos oportuno. Hasta ahora la estrategia del antiguo tesorero ha afectado poco, pero los mercados son tremendamente volátiles. A partir de ahora se abren una serie de posibles escenarios desde el punto de vista político y con la atención puesta en la economía. Si la estrategia cambiante de Bárcenas va perdiendo fuerza se tratará tan solo de titulares, posiblemente, como hasta el momento está ocurriendo nuestra preocupación seguirá siendo el crédito, el entorno con Portugal como síntoma de preocupación y la debilidad de nuestra economía; es quizá el escenario más probable y por el que yo personalmente me decanto.
Sin embargo, la cosa se puede complicar y mucho. En este sentido el diario británico The Times ya publica opiniones sobre la posibilidad de una caída del Gobierno. Si Rajoy tuviera que dimitir -todavía queda mucho trecho para llegar a este punto-, y fuera sustituido por otra persona de su partido, algunos medios ya citan a Gallardón y Sáenz de Santamaría, la situación sería más delicada pero en ningún momento peligrarían las reformas; por ello y con turbulencias y vaivenes la situación se podría encauzar, máxime cuando el Tesoro lleva un buen colchón de financiación. Se trataría de deshacerse del cadáver y continuar con la hoja de ruta marcada desde Bruselas, aunque con fuerte volatilidad. El problema vendría si el caso degenera en financiación ilegal, la presión se hace insoportable y es necesaria la convocatoria de elecciones anticipadas, algo que de momento es bastante improbable.
Solo en esta situación, con el desprestigio de los dos principales partidos políticos, el hartazgo de los electores sobre la clase política y con la cuestión catalana entre bambalinas, la cosa se puede complicar, incluso España puede tender a la temida italianización. España no es Italia, aquí no estamos acostumbrados a gobiernos efímeros, ni nuestros socios europeos lo están. En este caso y solo en éste los mercados podrían no ser tan benevolentes como lo fue en el caso transalpino y el problema podría presentarse.
Miguel Ángel Bernal Alonso, profesor y coordinador del Departamento de Investigación del IEB.