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Despegarán los mercados gracias a Merkel

Apunten en su agenda el 23 de septiembre. Será el día en que los mercados superarán el miedo veraniego y volverán a subir con fuerza otra vez. Y es que, para entonces, la canciller alemana Angela Merkel habrá salido reelegida y el Banco Central tendrá luz verde para el lanzamiento de su propia versión de facilitación cuantitativa. Si todavía no le convence, éstos son los argumentos.

EEUU parece estar dispuesto a poner fin a su programa de emisión monetaria. El trabajo está prácticamente hecho. La economía vuelve a crecer, se crea empleo y los bancos están estables. Tal vez quiera acabar en otoño o decida esperar hasta principios de 2014 pero, sea cual sea la fecha elegida, todo apunta a que el fin se acerca.

El nuevo gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, también se ha comprometido a un largo periodo de tipos de interés muy bajos, aunque no da señales de autorizar más facilitación cuantitativa y, salvo que la economía británica se hunda en una nueva recesión, no tendrá necesidad de hacerlo. Es cierto que los japoneses se han propuesto bombear dinero a la economía global pero, aparte de eso, los grandes programas de emisión monetaria que han mantenido a los mercados tan boyantes en los últimos tres años están llegando a su fin.

Ningún problema para EEUU y el Reino Unido. Incluso si la creación de empleo no es tan robusta como quisiera la mayoría, a EEUU le vuelve a ir bien. Aunque el Reino Unido no está en tan buena forma, la flexibilidad de sus mercados laborales y la incesante devaluación de la libra hacen que abunden los puestos de trabajo, por mucho que los salarios sean más bajos.

La Eurozona, en apuros

Pero la Eurozona está en apuros. Casi todo el continente está inmerso en lo que educadamente denominamos recesión pero que cada mes que pasa se parece más a una depresión. En general, el PIB de la Eurozona se contrae actualmente a un ritmo anualizado del 1,1% y lleva encogiendo seis trimestres consecutivos. Hasta la supuestamente poderosa economía alemana se ha detenido en seco.

El lunes supimos que sus exportaciones habían caído un 2,4% en mayo y las exportaciones al resto de la Eurozona han descendido casi un 10% en un solo mes. El paro escala a niveles socialmente catastróficos, situándose en el 12,1% en toda la Eurozona, su nivel más alto. En España alcanza el 26,9% y en Italia el 12,2%, el máximo histórico para el país. Y el paro juvenil es todavía mayor (más del 50 por ciento en Grecia y España). Peor aún, los tipos de interés van hacia arriba. A medida que suban los tipos en EEUU, y subirán inevitablemente, lo mismo ocurrirá en Europa. Ya se está empezando a ver.

Los rendimientos de los bonos italianos han crecido un 0,7% desde el 1 de mayo y los españoles por el estilo. Los franceses han subido un 0,6% e incluso los bonos alemanes, supuestamente seguros, han presentado un incremento del 0,5%. Partiendo de unos niveles muy bajos, se trata de aumentos drásticos y los países de la periferia no se lo podrán permitir. Cuando los tipos en Italia y España traspasaron la frontera del 6% hace un año y se acercaron peligrosamente al 7%, el euro casi se hunde.

¿Desmontar el euro o imprimir dinero?

¿La solución? Se podría desmontar el euro pero nadie en París, Bruselas o Berlín se lo quiere plantear. La única opción que queda es imprimir dinero. Eso tendrá tres ventajas: devolverá la rentabilidad a los bancos, reducirá los rendimientos de los bonos y ayudará a los países periféricos a recuperar la solvencia. E incluso podría impulsar la demanda, aunque la experiencia en EEUU y el Reino Unido nos dice que cuando los bancos centrales imprimen dinero, el efectivo encuentra su camino hacia los precios de los activos y no hacia el gasto de los consumidores.

El principal obstáculo es Alemania y en concreto el Bundesbank, por su oposición fanática a la facilitación cuantitativa, aunque la canciller Angela Merkel es mucho más pragmática. Ya ha tolerado discretamente las políticas más activistas del presidente del BCE, Mario Draghi, y no hay indicios de que quiera pasar a la historia como la mujer que permitió que se disuelva el euro. A la hora de la verdad, hará lo que haga falta para mantener el proyecto a flote.

Pero no lo podrá hacer antes de las elecciones federales del 22 de septiembre. Los votantes alemanes confían en el Bundesbank más que en sus políticos y no les gustan las políticas dirigidas a rescatar a los débiles italianos y españoles. Si el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, amenazara con resignar por ello, podría frustrar las opciones de reelección de la cancillera de un día para otro. Una vez desaparezcan del horizonte las elecciones, y con Merkel afianzada en el poder, se sentirá mucho menos restringida. Por supuesto, nada está asegurado. La economía alemana se está dejando arrastrar por la depresión de la Eurozona y eso nunca viene bien en plena campaña electoral pero las encuestas parecen positivas. Los democristianos de Merkel puntúan constantemente alrededor del 40% de los votos, frente a menos del 30% de los socialdemócratas del centro izquierda. Los partidos pequeños serán importantes (y habrá que estar atentos al nuevo partido anti-euro) pero todo apunta a que la cancillera obtendrá una victoria cómoda.

Después, el BCE recibirá luz verde para lanzar su propia versión de facilitación cuantitativa. Le darán un nombre nuevo y elegante para disimular pero los objetivos serán los mismos: inundar una economía en quiebra con liquidez para evitar la depresión a gran escala.

No hay duda de que se recurrirá ante los tribunales alemanes. Los tratados fundacionales del euro no permiten que el banco central emita dinero pero la historia entera de la UE sugiere que cuando los tratados se ponen de por medio, lo habitual es reescribirlos o no hacerles caso. Si tiene que hacerse, se encontrará el modo y Draghi ya ha demostrado que está dispuesto a dejar de lado las restricciones legales de su función cuando no hay otro remedio. Las consecuencias serán inmensas. La Eurozona, con todos sus problemas, se acerca a EEUU en producción total, con un PIB de 9,8 billones de euros en 2012 (12,5 billones de dólares), frente a los 16,5 billones de EEUU. Si la emisión de dinero de la Fed ha sido como gasolina normal para los mercados, la versión del BCE será carburante espacial. Y abrirá el paso a una fuerte subida de los mercados en el mes de octubre.

Por Matthew Lynn, Director ejecutivo de la consultora londinense Strategy Economics.

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