Firmas

La reindustrialización como objetivo

  • Las plantas son exportadoras, lo que las hace mucho más resistentes a la crisis

La idea de una recuperación económica sostenible en España de espaldas al sector industrial va quedando olvidada. Cada vez más voces reclaman para nuestro país una apuesta decidida por el sector industrial, capaz de poner en marcha círculos virtuosos que empiezan con la generación de empleo estable y cualificado para los jóvenes, lo que a su vez genera confianza y facilita el crecimiento del consumo interno.

Al objeto de crear la confianza que España requiere para que los inversores industriales focalicen sus planes de inversión en nuestro país, resultaría muy útil que los poderes públicos y las distintas administraciones asumieran definitivamente que la actividad industrial es prioritaria para la creación de empleo de calidad, desterrando los mitos pasados que la señalan como contaminante e indicada sólo para países en desarrollo.

Si lo que se persigue es una nueva reindustrialización del país, sería deseable concentrar esfuerzos y recursos en sectores industriales de alto valor tecnológico que arrastren por sí mismos a una potente industria auxiliar generadora de empleo de valor añadido, como el sector aeroespacial, el biotecnológico, las telecomunicaciones o el del automóvil. Este último se ha convertido recientemente y por derecho propio en la industria de moda en nuestro país, identificada por muchos como el sector llamado a liderar el cambio de ciclo económico de España a corto y medio plazo.

Muchas son las razones y argumentos que justifican esta percepción. En primer lugar, España tiene ya una potente industria del automóvil desde hace décadas (la segunda potencia europea y la duodécima del mundo). Además, cuenta con una industria auxiliar de componentes (alrededor de 1.000 empresas) competitiva y muy próxima a los fabricantes de automóviles. El sector es ya una realidad. En segundo lugar, las plantas españolas son fundamentalmente exportadoras, lo que las hace mucho más resistentes a la profunda crisis que afecta a la economía española. Cerca del 90% de los vehículos que actualmente se fabrican en nuestro país son exportados. Y, en tercer lugar, es una industria tractora que, por sí misma, arrastra a un sinfín de actividades industriales diversas y a otros sectores.

Por tanto, una apuesta decidida por este sector industrial requeriría esfuerzos coordinados entre todos los interlocutores sociales y administraciones públicas en la búsqueda de los mayores consensos posibles. Existen algunas medidas que propiciarían un entorno favorable a la reindustrialización y a la inversión exterior. Un primer grupo se refiere a la necesidad de profundizar en los procesos de integración de la Unión Europea como forma de mejorar la coordinación de sus políticas industriales. Así, resulta clave que un proceso de estas características garantice a los inversores una legislación coordinada en materias como la protección del medio ambiente, la energía, el transporte o la protección de la propiedad industrial. Al mismo tiempo, también es necesario para este sector que la UE realice los máximos esfuerzos para que los Tratados de Libre Comercio que en la actualidad se encuentran en fase de negociación (India, Japón, EEUU o Canadá) sean equilibrados y garanticen condiciones de competitividad asumibles para la industria española.

Asimismo, son necesarias iniciativas de carácter fiscal, entre las que se incluirían la racionalización de la carga tributaria que soporta el automóvil en la actualidad en España, la mejora sustancial del tratamiento de las inversiones en I+D+i y el impulso a las políticas tendentes a incrementar el consumo interno.

Un tercer bloque de medida sería el destinado a mejorar la logística integral. Entre ellas, la propia industria reclama desde hace muchos años acelerar las inversiones en corredores ferroviarios que mejoren nuestra conexión con el centro y norte de Europa, tal y como ya se está planteando para el Corredor Mediterráneo, con el fin de favorecer las exportaciones. Al mismo tiempo, también resultaría deseable la implantación de iniciativas tendentes a mejorar la competitividad del transporte por carretera, así como las infraestructuras de acceso a los principales puertos españoles.

Por último, no habría que olvidar la necesidad de profundizar en la mejora de la formación técnica e industrial de los jóvenes. Adaptar los estudios de formación profesional a las necesidades de la industria o intensificar la reforma de los programas universitarios de ingeniería, incorporando la participación de las industrias a los mismos, son algunas iniciativas que ayudarían a incrementar también los niveles de competitividad.

Francisco Roger, Socio responsable del sector Automoción de KPMG en España.

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