
Estado de shock. Es un síndrome clínico causado por la disminución prolongada del volumen de sangre corporal circulante, por lo que la cantidad de sangre que llega a las células del cuerpo es insuficiente para mantener su función normal. Así, más o menos, es como está el sistema financiero español después del durísimo proceso de ajuste que ha sufrido.
Por si alguien no ha echado las cuentas, quedan en España apenas seis bancos y quince cajas de ahorros de tamaño significativo y la cura de adelgazamiento no ha terminado. Cuando concluya, habrán desaparecido del mapa otras 8.000 oficinas bancarias, además de las más de 5.000 que ya han dejado de existir. La dieta de las oficinas es la receta básica del ajuste bancario. La primera que se adopta. Tiene su lógica, dada la duplicidad de muchas de ellas tras las fusiones sufridas por el sector.
Pero está teniendo algunos efectos perversos en la estructura de las grandes entidades financieras supervivientes. En el actual sistema de banca comercial que hay en España, la oficina bancaria es pieza clave para la generación de negocio. Captan y mantienen depósitos; son activos puntos de venta de productos financieros de toda clase, especialistas avezados de la venta cruzada; son la esencia del sistema hipotecario; proporcionan servicios financieros a multitud de pequeños negocios, pymes y comercios, sobre todo en gestión de circulante y son el soporte físico para la operativa de los canales alternativos de banca que cada día de extienden más.
El adelgazamiento de la red compromete esta operativa, que muy pocas veces puede ser suplida por los servicios centrales de bancos y cajas. El adelgazamiento extremo puede generar parálisis. Veremos lo que pueda pasar cuando la banca recupere tono y vuelvan las operaciones masivas de captación de recursos que hasta hace muy poco se solventaban echando mano de la cartera de clientes que cada director de oficina conocía a la perfección, a los que se les vendía de todo. Muchos directores verán entonces que no tienen ni idea de quiénes son y que no va a ser fácil vender. Echarán de menos los viejos tiempos.
Pero hay una función que descansa en gran medida en las oficinas de la red, que es poco conocida y cuya reducción va a tener un impacto negativo en los niveles de solvencia de las entidades bancarias. Es la gestión del crédito, sobre todo la que se refiere a la morosidad y las recuperaciones. Los primeros ciento veinte días de impago son el periodo crítico en el que se pueden solventar la mayor parte de las incidencias. Esa labor descansa en las oficinas, que tienen el contacto directo con los clientes en dificultades. Con una red de menor tamaño, con las oficinas volcadas en la tarea comercial, con una desconexión con la clientela tradicional muy acentuada, las posibilidades de una gestión eficiente de la morosidad y la recuperación de créditos son bastante limitadas.
Ya empieza a haber una percepción bastante clara en el sector sobre este riesgo, pues su impacto en la solvencia será importante. Sería lógico pensar que debería modificarse la estrategia de eliminación de oficinas bancarias para mitigar este riesgo, pero no parece posible dado el fuerte nivel de ajuste que precisa nuestro sistema financiero. Los viejos tiempos no volverán. La opción de la externalización de la gestión del crédito parece la opción más eficiente.
Una de las cosas buenas que ha generado el enorme crecimiento del sistema financiero español es el desarrollo de una masa importante de talento operativo en su manejo. Hay conocimiento, organización y personas con las máximas cualificaciones para asumir esta función. Las entidades financieras necesitan revisar sus procedimientos para fijar su mirada en estas opciones de externalización de la gestión que pueden ser muy influyentes en el nuevo escenario de solvencia en el que se tendrán que mover en los próximos años.
Las organizaciones que presten estos servicios para la gestión crediticia tendrán que hacer esfuerzos innovadores en su operativa para ser capaces de ofrecer ese nivel de proximidad que proporcionaban las oficinas bancarias y garantizar niveles resolutivos en esos ciento veinte día críticos para el crédito.
Luis Salvaterra, director general de Intrum Justitia Ibérica.