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Un nuevo acuerdo en el Hotel Plaza

En septiembre de 1985, los ministros de Economía de las principales naciones industriales se reunieron en el Hotel Plaza de Nueva York y convinieron intervenir en los mercados para depreciar el dólar frente al yen japonés y el marco alemán. El razonamiento era muy sencillo: los bancos centrales del mundo sólo podían hacer que los mercados de divisas se movieran de la forma que querían si actuaban juntos.

La pasada semana fue testigo de algo similar: programas coordinados de estímulo. ¿Por qué? Porque la amenaza de guerras de divisas hace que sea muy difícil para cualquier banco central actuar solo. Si un único banco recorta los tipos o imprime más dinero ahora mismo, se le acusaría automáticamente de intentar reducir la divisa, y de lanzar una nociva ronda de devaluaciones competitivas. Pero si todos actúan conjuntamente, tendrán la posibilidad de conseguir el estímulo que quieren.

Como en 1985, los ministros de Economía y los bancos centrales tienen un gran incentivo para coordinar sus acciones. Eso no significa que lo vayan a hacer, pero lo convierte en una posibilidad cierta que los inversores tienen que tener en cuenta. Ha habido una serie crucial de reuniones para el establecimiento de tipos. El Banco de Inglaterra estableció los tipos para Reino Unido ante el telón de fondo de una economía desinflada. En Europa, el BCE establecerá los tipos ante un telón de fondo todavía peor. Mientras tanto, en Japón, el recién instalado gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, ha celebrado su primera reunión de establecimiento de tipos, con el mandato explícito de lanzar todos los estímulos posibles a la economía japonesa para hacer que suba la inflación, y concluir con dos décadas de estancamiento. La Fed no va a establecer los tipos esta semana, pero es posible que los legisladores claves indiquen que hay más estímulos en camino, dando discursos a favor de otra bomba de dinero impreso.

Sin duda vendrían bien más medidas. Lo que queda por ver es si los bancos centrales pueden sacar a las economías a la rastra de la crisis de la deuda insuflando todavía más deuda en el sistema. Lo cierto es que la mayoría de los responsables de los bancos centrales creen que es posible. Al fin y al cabo, es lo que llevan tres décadas haciendo, y no muestran señal alguna de cambiar de opinión. Como las economías están deshinchadas, o abocadas de vuelta a la recesión, la idea de más estímulo resulta sin duda convincente.

Desde luego así ocurre en las tres grandes economías fuera de Norte América: la zona euro, Japón y Reino Unido. La economía de la zona euro tiene problemas desesperados. Incluso sin la crisis de Chipre y la amenaza de nuevas elecciones en Italia, los datos puros y duros son terribles. En Francia, las ventas minoristas caen más rápido que en Italia. El gasto de consumo cayó un 0,6% en toda la zona euro en el último trimestre. Los préstamos bancarios caen bruscamente, y la producción industrial se sumerge en toda la periferia. Todo apunta a una verdadera recesión a finales de este año. A duras penas el tipo de interés de la zona euro del 0,75% puede considerarse alto según los estándares históricos. Pero en estos extraños tiempos de tipos cercanos al cero por todo el mundo, deja margen para un recorte.

Japón no es que esté mucho mejor. La economía se contrajo en el último conjunto de datos trimestrales publicados en febrero por tercer trimestre consecutivo. Tampoco Reino Unido. En el último trimestre consiguió a duras penas un exiguo crecimiento del 0,4%, y luchará por ampliarlo más del 1% este año. Ni Japón ni Gran Bretaña tienen un margen serio para recortar todavía más los tipos de interés. Pero pueden lanzar nuevas rondas de flexibilización cuantitativa: no hay límite para cuánto dinero pueden imprimir los bancos centrales si están decididos a hacerlo.

El estímulo debilita la divisa

Con todo, hay un problema. El estímulo debilita la divisa. No tiene nada de malo en sí mismo. De hecho, una divisa más débil puede ayudar a una economía a revivir. Pero es probable que provoque una respuesta de otros bancos centrales. Si el euro se debilita porque el BCE recorte los tipos, la Fed y el Banco de Japón bien podrían devolver el golpe con programas de estímulo propios.

De igual forma, si el Banco de Japón se embarca en una masiva flexibilización cuantitativa y debilita al yen, debe esperar una respuesta de otros bancos centrales y gobiernos de todo el mundo. Nadie se sienta relajadamente a ver a Japón o Alemania devaluarse, y exportar su vuelta al crecimiento a su costa. Sus propias recuperaciones son frágiles. Aunque no ocurra inmediatamente, los mercados lo preverán, y comenzarán a poner el correspondiente precio a las divisas.

Sólo hay una forma de salir de ese parche, y es con recortes de tipos o programas de estímulos coordinados. Si el Banco de Inglaterra, el de Japón y el BCE recortan los tipos o lanzan nuevas rondas de flexibilización cuantitativa a la vez, y la Fed señaló que estaba dispuesta a unirse al grupo, las divisas se quedarían donde estaban. Mejor aún, las acciones coordinadas tendrían más probabilidades de elevar la confianza mundial que el hecho de que un banco actúe por sí solo.

Evidentemente, no hay forma de saber si esto va a pasar. Pero resulta llamativo que ni el BCE ni el Banco de Inglaterra tomaran ninguna medida el mes pasado, a pesar de las claras evidencias de que tenían que hacerlo. Una explicación: estaban esperando a este mes, o al siguiente, para una ronda de estímulo coordinado de todos los principales bancos centrales. Para los inversores, sí importa. Interminables rondas de flexibilización cuantitativa pueden no restaurar un crecimiento autosuficiente. Las pruebas procedentes de Japón sugieren que no lo harán, pero lo cierto es que es un experimento y todos los sabremos en un par de años. Pero sin duda puede encender los mercados de valores. La euforia de los últimos nueve meses, que se inició con la promesa del presidente de Mario Draghi de hacer "lo que hiciera falta" para rescatar al euro el verano pasado, parece lista para quedarse sin fuelle. Pero "Plaza Dos", una ronda de programas de estímulo coordinado, le aportaría nuevo ímpetu. Es la sorpresa positiva que podría insuflarle unos meses más de vida a esa euforia.

Matthew Lynn, director ejecutivo de la consultora londinense Strategy Economics.

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