Corría marzo de 1923, hace ahora noventa años, cuando José Ortiz-Echague, don José para sus conocidos, cometió un "atrevido disparate" que todos los que tenemos algo que ver con la industria aeronáutica le agradeceremos siempre. Don José fundó Construcciones Aeronáuticas, con el fin de producir en España aviones bajo licencia, comenzando por un modelo francés, seguido de un hidroavión alemán. La locura persiste noventa años después, y es más fuerte que nunca.
Don José se embarcó en una aventura para la que necesitaba capital (lo tuvo que pedir), conocimiento (era ingeniero y piloto), dotes empresariales y, sobre todo, pasión.
Estos ingredientes eran necesarios en una España que entonces también estaba en crisis, como consecuencia de la finalización de la Primera Guerra Mundial, que supuso una caída en picado de los pedidos a la industria española.
Estas circunstancias dicen mucho del talante de don José, de su visión a futuro y de su capacidad para convencer a los inversores en un momento poco propicio. Los ciclos de los productos de entonces no eran, ni mucho menos, lo largos que son ahora, pero el riesgo era importante y este tipo de industria, poco conocida en España.
Salió más que adelante
Pero Casa salió adelante. Primero con productos fabricados bajo licencia, y luego con productos propios. Superó la guerra civil, la autarquía, y siguió teniendo la visión de unirse al consorcio Airbus hace más de cuarenta años, y luego de pasar a formar parte integrante de EADS, el segundo grupo aeroespacial más importante del mundo. Las decisiones en este sector suelen suponer cambios de dirección a largo plazo. Y el hecho de pertenecer a EADS ha demostrado ser una decisión correcta. Tenemos desgraciados ejemplos en Europa de grandes empresas aeronáuticas que han desaparecido al posponer decisiones, o tomarlas equivocadas.
También quiero dejar claro que Casa, desde su comienzo, ha sido apoyada por la Administración al tratarse de una industria estratégica. Este apoyo ahora sigue siendo tan importante como entonces.
El componente de innovación de este sector es tan alto que necesitamos que las Administraciones sigan apostando permanentemente con inversiones en I+D, que permiten pasar a la siguiente tecnología. En paralelo, una formación de alta calidad para nuestros jóvenes es vital para mantener estructuras de alta tecnología como la nuestra, que se basan en el talento. A cambio, la generación de riqueza y de un tejido industrial estable pagan con creces las inversiones realizadas.
Nuestro fundador me parece un modelo a seguir para todos nosotros, y sobre todo para los jóvenes. Su pasión impregnaba todo lo que hacía, porque al final su fórmula mágica -conocimiento, visión, aplomo, amor al trabajo, y mucha pasión por lo que se hace- sigue siendo la que debemos aplicar a nuestras vidas.
Por siempre, gracias, don José.
Domingo Ureña, presidente de EADS España.