Firmas

De hipotecas y desahucios

Los bancos o las instituciones financieras en general se están convirtiendo, si no se han convertido ya, en el sanctasanctórum del capitalismo, pero en el sentido más atávico, mágico y supersticioso imaginable, de tal forma que todos los mortales, pero sobre todo los más desfavorecidos por la fortuna, les deben pleitesía en su acepción de sumisión y acatamiento.

Pues, cual los ídolos paganos, no sólo pueden ejercer su poder destructor, que lo han ejercido y hundido, con la inestimable ayuda de políticos y autoridades públicas, las economías de Europa y Estados Unidos en una recesión tan grave o más grave que la que se desencadenó en 1929; también necesitan ser aplacados con pingües ofrendas que los fieles y sumisos ciudadanos ofrecen temerosos y aportan en forma de impuestos, no vaya a ser que la cólera del dios enfurecido, si les faltan las suculentas ofrendas medidas en miles de millones de dólares, de euros o de libras esterlinas sea capaz de arrojar fuego y azufre pereciendo esta civilización consumida por dolores infernales, pues sólo esto parece ser más terrible que el riesgo sistémico que ha justificado las ofrendas.

Porque ¿qué más riesgo sistémico que el que nos encontramos en países como España? Pero estos ídolos están tan ávidos de sacrificios que incluso de vez en cuando en su altar insaciable es necesario sacrificar víctimas humanas, varias en nuestro país los últimos meses por su incapacidad de colocar las ofrendas prometidas bajo juramento hipotecario (léase víctimas de desahucios). Los comportamientos tan sarcásticamente descritos no solamente consagran una estructura de incentivos adversa, sino que también constituyen un gran problema de riesgo moral.

Pues acertadamente el presidente de honor de La Caixa, Josep Vilarasau, acaba de afirmar que "los bancos sólo quiebran cuando emprenden malas inversiones", y fue esto precisamente lo que desató a finales de 2007 en Estados Unidos la gran recesión que se iría extendiendo como el fuego avivado por el viento a Europa. Pero es que la afirmación del señor Vilarasau es lo que constituye la esencia de la eficiencia y superioridad de la economía de mercado. Aunque para ello es preciso que desaparezcan las excepciones. La reforma de las instituciones financieras debería abordar la cuestión de la quiebra de los bancos y aplicarles la misma normativa que al resto de las empresas, además de desenmascarar la coartada de la garantía de depósitos mediante seguros obligatorios.

Los últimos despropósitos de estas instituciones financieras atávico-protegidas se han manifestado con toda su crudeza en la avalancha de desahucios. No es nada fácil pronunciarse sobre este alud de ejecuciones hipotecarias desde el punto de vista de la nueva economía institucional, cuyos pilares los constituyen la defensa y garantía de los derechos de propiedad y el cumplimiento de los contratos. De cualquier forma, no parece que esté claro para las dos partes contratantes el contenido del contrato que firman. Por las consecuencias parece que los pseudoderechos de los prestamistas quedan mucho mejor salvaguardados que los del prestatario, que la mayor parte de las veces no se entera de que al estampar su firma en el documento hipotecario, como tenga la mala suerte que por problemas sobrevenidos no pueda hacer frente a los pagos acordados, el banco, ya sea por la entrada en acción de los intereses confiscatorios de demora más la parte del préstamo no devuelto, no cejará hasta acabar con todos los activos que posea más los de quienes le avalaran en el caso de que existieran, y quedarán todos sumidos en la ruina; y a la luz de los últimos acontecimientos no creo que esté exagerando.

Pero lo más escandaloso es que no se conoce ningún caso en que se haya pedido cuentas a las oficinas que concedieron los préstamos, a veces hasta por un 120% del valor de tasación del inmueble o activo hipotecado, y tampoco se han pedido cuentas al Banco de España por autorizarlos.

Es necesario revisar y transformar la legislación hipotecaria de forma que garantice a las partes que sea el activo hipotecado capaz de satisfacer las obligaciones del prestatario si por problemas sobrevenidos fuera incapaz de hacer frente a las obligaciones contraídas. Eso sí, garantizando los derechos de propiedad de las partes y el cumplimiento de lo pactado. Mucho me temo que la propuesta de la iniciativa legislativa popular admitida a trámite en el Congreso, en el caso de que llegue a buen puerto, lo único que haga sea introducir más ruido en un asunto tan complejo. Porque si hay algo claro es que los créditos hipotecarios tendrán que endurecerse, ya que los riesgos deberán ser estudiados con mucho mayor cuidado.

Victoriano Martín, Catedrático de Historia del Pensamiento Económico. Universidad Rey Juan Carlos.

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