
La alternativa económica que se formula desde la izquierda a las políticas de reducción extrema del déficit público reside en hacer compatible un ajuste flexible con el crecimiento económico y el mantenimiento de la cohesión social. Austeridad sí, pero con políticas que induzcan o impulsen el crecimiento económico. La respuesta de la derecha gobernante, además de señalar que transita por el único camino posible, es primero austeridad y, una vez conseguida la reducción del déficit, se producirá el crecimiento económico no sé sabe exactamente cuándo, que, como señala F. Fernández Marugán, es siempre en el segundo semestre de no se sabe qué año.
El Partido Socialista contraargumenta señalando que, cuando se produzca ese hipotético crecimiento, con las políticas de ajuste puro y duro podemos dejar a nuestras espaldas un país asolado, con la cohesión social rota, seis millones o más de parados, una juventud sin esperanza y un Estado de bienestar, educación, sanidad y pensiones, maltrecho o desguazado, tirando por la borda las conquistas de treinta años que se alcanzaron, con el esfuerzo de todos, a partir del consenso constitucional de 1978.
Ante el anterior dilema, es obvio que opto por que nuestro proyecto inmediato se sitúe en compaginar austeridad y crecimiento, manteniendo, en lo posible, la cohesión social. La reflexión que planteo es que la izquierda debe dar crédito a esta propuesta explicando, primero, si es posible y, sobre todo, cómo puede ser posible. Las abstracciones y las declaraciones genéricas de buenas intenciones ya no sirven, o al menos no contribuyen a obtener la credibilidad necesaria para constituir un proyecto alternativo a las políticas del Gobierno. Estas líneas tienen como objeto contribuir al debate y ofrecer algunas posibilidades de líneas de actuación para potenciar las posibilidades de crecimiento.
Líneas de actuación para potenciar el crecimiento
Primera: con los objetivos y plazos de reducción del déficit público actuales no es posible el crecimiento económico. El ajuste es tan duro -cada año lo es más porque quedan menos ámbitos para recortar- que lo ahoga e imposibilita. Sin crecimiento, lo que se ajusta por una parte se desajusta por otra. Más desempleo, caída de la recaudación, menos consumo, dificultades para mantener el sistema de pensiones, incremento exponencial de las cantidades destinadas a pagar los intereses de la deuda, etc. En su consecuencia, el primer objetivo de una política económica que pretenda el crecimiento debe ser conseguir una sustancial ampliación de los plazos de reducción del déficit público de nuestro país. No un año de prórroga cada año, que no cumplimos, sino como mínimo cuatro años que permitan la elaboración de un plan plurianual con horizontes más desahogados que habría que pactar con Bruselas. De esta manera se permitiría un desahogo presupuestario y la posibilidad de dedicar más partidas a atender a los sectores que pueden propiciar un crecimiento económico que debería situarse cono mínimo entre el 1,5% y el 2% sostenido durante cuatro años. Para que no se produzca una relajación en el objetivo de reducción del déficit, éste se puede escalonar anualmente.
Segunda: si, como consecuencia de la flexibilización de los plazos de reducción del déficit, se nos vuelve a disparar la prima de riesgo no adelantamos nada. Por lo tanto, la anterior medida debería ser acompañada de un firme compromiso de la UE para propiciar que el BCE utilice todos los instrumentos que tiene para lograr que la prima de riesgo se sitúe por debajo de los 300 puntos básicos de manera sostenida y los tipos de interés de la deuda en torno al 3%.
Tercera: la caída de la oferta crediticia ha sido brutal en los últimos cinco años en España. Hemos pasado en poco tiempo de una burbuja financiera con gran expansión de la oferta de crédito fácil y barato, que condujo y propició la burbuja inmobiliaria, y la mayor contracción crediticia de Europa. No nos engañemos: una economía con la estructura de la española no puede crecer sin crédito. Esta contracción está destrozando a cantidad de pymes que son solventes, que tienen futuro y que, por falta de circulante, tienen que cerrar sus puertas, contribuyendo al decrecimiento de la economía y el aumento del desempleo.
La banca española está sustituyendo su oferta crediticia a la economía real adoptando como cliente preferente al Estado, comprando su deuda a intereses muy rentables y además sin asumir riesgos. "Es decir, optan por financiar al Estado antes que a empresarios capaces de generar empleo" (Gonzalo Gómez Bengoetxea). Lo que es bueno para el Estado, la colocación de su deuda, está siendo perjudicial para las pymes y los empresarios en general. Por si fuera poco, el incremento de la ratio de cobertura de liquidez no favorece la fluidez del crédito. Los que nos gobiernan argumentan que, cuando no tengamos casi que emitir deuda por haber reducido el déficit, la oferta de crédito se incrementará. Sí, ¿pero cuántas empresas viables habremos dejado en el camino y cuántos empleos perdidos?
Por lo tanto, la tercera línea de actuación para favorecer el crecimiento económico es actuar sobre la oferta de crédito. Creo que el Gobierno tiene instrumentos para determinar e impulsar que la banca, sobre todo la nacionalizada o intervenida, y el ICO, atienda la necesidad de circulante de muchas empresas viables que pueden recuperarse e incluso crear empleo. Señalo el objetivo y su concreción la traslado a especialistas financieros haciendo mío el pensamiento de Santiago Carbó: "El crédito debe traerse al frente de la agenda política en la medida que puedan establecerse incentivos, garantías y programas de apoyo público para incentivar que las empresas solventes no se enfrenten con el abismo del credit crunch" ('Gestionar un 'credit crunch''. El País, 21 de diciembre de 2012).
Cuarta: los niveles de desempleo juvenil que hemos alcanzado suponen una vergüenza pública insostenible. Cuando la juventud de un país pierde la esperanza la herida es en el corazón. Otros países europeos empiezan a sufrir el mismo problema que nosotros, aunque en términos menores -Francia, por ejemplo-. Alemania está resolviendo el problema con los minijobs. Sería necesario impulsar en la Unión Europea un plan para paliar los efectos del desempleo juvenil. En estos momentos está planteada una moción en el Parlamento Europeo denominada "garantía juvenil" que pretende asegurar a todos los ciudadanos y residentes legales en la UE menores de 25 años que se encuentren desempleados o sean licenciados de menos de 30 años que reciban una oferta de empleo o la posibilidad de continuar su formación o realizar prácticas. La financiación de este programa se haría con cargo al FSE (Fondo Social Europeo). La izquierda europea debería impulsar la creación de un gran fondo de garantía juvenil para ayudar a los países con mayor desempleo juvenil.
Quinta: hablar hoy del sector de la construcción es casi un anatema. De manera simple se identifica con el ladrillo, cuando es un sector mucho más amplio por las numerosas empresas auxiliares que impulsa y dinamiza. El Gobierno debería propiciar un plan que acelerara el ajuste en este sector, es decir, venta del stock de vivienda acumulada durante la burbuja y reinicio de la construcción de nuevas de modo contenido y adecuado a nuestras necesidades. Es un sector que crea empleo. Este problema está muy ligado a las restricciones en la oferta de crédito.
Sexta: emprendedores. Hay que reducir drásticamente las dificultades administrativas que hoy existen en España para crear una empresa o abrir un local de negocio. Por razones de espacio no lo puedo desarrollar, sólo lo apunto.
Mirando al modelo alemán
Finalmente, citaré un artículo de Holm-Detlev Köhler que me ha llamado la atención: 'El mito de las reformas en Alemania' (El País, 4 de enero de 2013). Sostiene el autor que políticos y banqueros han dejado mucho que desear a la hora de afrontar la crisis, y hace un elogio de empresarios y sindicatos. "La fortaleza alemana tiene su fundamento último en unas relaciones laborales cooperativas y en la participación activa de los sindicatos en la gestión de las empresas. Fueron, de hecho, los sindicatos los que convencieron a las empresas a renunciar a la flexibilidad externa, ajustes vía despidos, y negociaron una amplia gama de medidas de flexibilidad interna, con cálculos anuales de horas de trabajo, sistemas variables de jornada laboral y la exitosa solución del Kuzarbeit". Ésta consiste, en síntesis, en evitar despidos procediendo, de una parte, a reducciones drásticas de la jornada laboral, y en su consecuencia disminución de costes salariales para el empresario, y, de otra, pago por parte del Estado de las horas no trabajadas, ahorrándose éste un porcentaje del seguro de desempleo que hubiera tenido que abonar si se hubiera producido el despido de los trabajadores. Ganan las tres partes implicadas: los empresarios reducen drásticamente sus costes salariales; el Estado se ahorra una parte del seguro de desempleo, y los trabajadores cobran su salario y mantienen la relación laboral con la empresa.
¿Por qué no es posible ensayar este modelo en España cuando se están, por ejemplo, anunciado miles de nuevos despidos en Iberia, en el sector bancario, en medios de comunicación, etc.? Debería ser posible.
Por José María (Txiki) Benegas, diputado del PSOE por Vizcaya.