El partido liberal alemán (FDP) se encuentra al borde de la insignificancia política. Según la encuesta semanal del instituto demoscópico Forsa, se encuentra por debajo del mínimo del 5% para tener representación parlamentaria.
Considerado durante décadas la formación bisagra por excelencia de Alemania, el FDP integró 17 de los 22 Gobiernos federales, con figuras como Hans-Dietrich Genscher. Bajo el liderazgo de Guido Westerwelle obtuvo en las elecciones generales de 2009 un resultado récord del 14,6 por ciento. Después empezó su caída en picado, atribuida tanto a los tropiezos iniciales de la coalición de Angela Merkel como a la floja gestión de Westerwelle como ministro de Exteriores.
En el tradicional encuentro del día de Reyes, el presidente del FDP, vicecanciller y ministro de Economía, Philipp Rösler, pidió unidad a los 1.400 invitados. Su llamada no tuvo efecto. El acto, celebrado en Stuttgart dos semanas antes de los próximos comicios regionales en Baja Sajonia y ocho meses antes de las elecciones generales, tan sólo sirvió para escenificar la profunda crisis del socio minoritario de la coalición gubernamental.
Los liberales aplazan hasta después de las elecciones regionales el debate sobre la sucesión de su presidente. Rösler, un médico de 39 años nacido en Vietnam y adoptado por una familia alemana, cuenta cada vez con menos apoyos. El ministro de Cooperación y Desarrollo, Dirk Niebel, criticó abiertamente a su compañero de partido y gabinete responsabilizándole de la pérdida de popularidad del mismo.
Desde que fuera elegido presidente del FDP en mayo de 2011, los liberales han sido expulsados de seis Parlamentos regionales. Rösler -un "zombi político" según algunos medios- apenas cosechó aplausos de respeto.
Su futuro depende del resultado que obtenga su partido en Baja Sajonia el 20 de enero. Si no logra el acceso a la Cámara de manera holgada se da por seguro que tendrá que abandonar la presidencia liberal. Entre bastidores quedó claro, además, que el próximo congreso general liberal, previsto para mayo, será adelantado a principios de marzo para decidir la continuidad de Rösler y si dirigirá la campaña electoral para las generales de finales de septiembre.
El más ovacionado de los oradores fue el jefe del grupo parlamentario liberal en el Bundestag, el veterano Rainer Brüderle, de 67 años. Frente a críticos como Niebel, Brüderle defendió a su presidente, al que calificó como "un ministro del crecimiento" en referencia a la situación económica de Alemania, que, pese a la crisis del euro, ha alcanzado nuevos récords de reducción del paro y creación de empleo. Las apuestas dan a Brüderle como sucesor de Rösler si éste se ve obligado a tirar la toalla. Este relevo generacional a la inversa sería una solución transitoria.
Christian Lindner representa para muchos la nueva esperanza liberal al conseguir un 8.5 por ciento en las pasadas elecciones de mayo en Renania del Norte-Westfalia, el Land más poblado. Dimitió el mes pasado como secretario general del partido en el marco de sus desavenencias con Rösler. Ambos integran la nueva generación de liberales, aupados hasta la cúpula por Westerwelle.
En el Land de Baja Sajonia, el FDP gobierna desde hace diez años con la Unión Cristianodemócrata de Merkel. Los conservadores parten con una cómoda ventaja, pero el FDP amenaza con quedarse fuera del Parlamento. Sin socio, el partido de Merkel entregaría el Gobierno regional a una coalición de socialdemócratas y verdes.
Sería asimismo una señal muy preocupante para Merkel en el inicio del año electoral. La canciller parte como favorita para un tercer mandato hasta 2017 en las elecciones de septiembre. Recientes sondeos reflejan un apoyo creciente para las filas cristianodemócratas del 41 por ciento. Es el porcentaje más alto para Merkel desde abril de 2006, seis meses después de su llegada al poder. No obstante, el FDP, su socio natural, también quedaría fuera del Parlamento federal si se votara hoy.
Desde la CDU y por boca de su líder parlamentario, Wolfgang Bosbach, se ha criticado la manera en que los liberales tratan de solventar su crisis. Los liberales "no pueden continuar con esa tortura hasta las elecciones al Bundestag", advierte el dirigente de la CDU y defensor de la actual coalición en Berlín, cuya continuidad ve amenazada por el bajón de popularidad de los liberales.
Una marginalización de la FDP, una fuerza moderadora tan importante en los distintos Gobiernos de la República Federal, supondría un déficit democrático. Más allá del resultado de las próximas elecciones, es bueno para la política alemana que los liberales acaben con sus guerras intestinas y se centren en la recuperación del partido.
Marcos Suárez Sipmann, analista de relaciones internacionales. Twitter: @mssipmann