La presidenta de la SEC, Mary Schapiro, ha anunciado que dejará su cargo el mes que viene, después de cuatro años. El presidente Barack Obama ha nombrado a Elisse Walter, uno de los cuatro comisarios restantes de la SEC, para sustituirla hasta la elección de un sucesor permanente el próximo año. El nombramiento podría acarrear consecuencias para la arquitectura global del organismo responsable de los estándares financieros tras la reciente crisis sistémica financiera.
La SEC se creó como una agencia federal independiente en los años 30. Últimamente ha funcionado bajo presiones políticas internas en asuntos como su incapacidad para evitar el esquema Madoff Ponzi, la regulación de los fondos mutuos del mercado del dinero y otras cuestiones de cumplimiento de la ley de títulos.
Aun así, su alcance no se detiene en las fronteras del país, ya que los mercados de títulos en los que ejerce jurisdicción se encuentran entre las áreas más internacionalizadas del mundo financiero. La ley de los años 30 concede a la SEC autoridad decisoria a la hora de determinar las normativas contables que deben acatar los emisores de títulos públicos en el país, convirtiéndole en un actor crucial en el desarrollo internacional de los estándares de información financiera (IFRS), un esfuerzo ambicioso y singular de armonización de los estándares financieros, y que ha logrado considerables hitos en la última década. Casi la mitad de las 500 mayores empresas cotizadas en el mundo ya usan IFRS en sus informes públicos financieros, diez veces más que hace una década.
La SEC demuestra una actitud un tanto paradójica frente al IFRS. En general, ha apoyado al Consejo de Normas Internacionales Contables (IASB), el órgano londinense independiente que fija los estándares, y ha promovido su adopción en otras jurisdicciones del mundo, como la Unión Europea a principios de siglo. Sin embargo, se muestra más precavido a la hora de convertir el IFRS en parte de su propio orden interno. Bajo las órdenes del predecesor de Schapiro, la SEC hizo posible que las empresas no estadounidenses cotizadas en las bolsas del país adoptaran el IFRS en sus informes, en lugar de los estándares nacionales, conocidos como US GAAP (principios contables de aceptación global). En 2007, durante el mandato de Schapiro, la SEC diseñó un posible enfoque que implicaría la convergencia gradual entre las normas US GAAP y sus equivalentes IFRS, junto con el respaldo de otros IFRS que se incorporarían directamente al US GAAP. Pero ese enfoque gradualista y sensato no ha hecho más que comenzar. La falta de progresos puede atribuirse, en gran medida, a la propia Schapiro, que ya en su discurso de ratificación, en enero de 2009, dejó claro que "no estaba preparada para delegar la fijación de normas o las responsabilidades de supervisión al IASB".
Las normas contables son unas de las infraestructuras intangibles más importantes de los mercados de capital, y su armonización global es, a la vez, consecuencia y elemento posibilitador de la integración financiera entre fronteras. Es cierto que la adopción del IFRS, en sí, no entraña la comparabilidad global instantánea de las declaraciones financieras; en el IFRS, los informes financieros vienen en muchos dialectos y acentos, ya que algunas jurisdicciones no los han adoptado por completo, y muchas no exigen su aplicación con suficiente rigor. Varias opciones de fijación de estándares del IASB han sido puestas en duda con razón -aunque muchas críticas, como las dirigidas al uso de la llamada contabilidad de valor justo, están teñidas de intereses especiales o tejemanejes políticos entre los órganos reguladores-. La gobernanza del IASB y su marco de financiación siguen sin completarse y necesitarán más reformas. Sin embargo, y pese a todo, los datos sugieren que adoptar el IFRS tiene sentido. Muchas jurisdicciones ya lo han hecho en la última década, y la transición se ha producido a un coste razonable para los emisores. Los inversores han aplaudido el cambio por lo general. Es más, ninguno de los que han adoptado el IFRS está considerando volver a las normas nacionales.
Aun así, la analogía con el sistema métrico es incompleta porque las normas contables, al contrario que las unidades de medida física, se integran en un contexto social y político más amplio que las hace mucho menos neutrales desde un punto de vista económico. Por esa razón, los éxitos de la adopción inicial del IFRS podrían evaporarse si EEUU sigue vacilando sobre si adopta o no las normas internacionales. En otras palabras, si el sucesor de Schapiro es incapaz de trazar un camino obvio en cuanto a si el país debe incorporar y cómo el IFRS en su sistema interno, el impulso de la armonización contable podría dar marcha atrás. En contabilidad, como en otras áreas -como el acuerdo de regulación bancaria Basilea III-, el liderazgo de EEUU es más necesario ahora que antes de la crisis. El objetivo debería ser dar garantías de que los mercados financieros globales seguirán abiertos a la actividad transfronteriza, mientras se someten a unas normas coherentes y vinculantes que fomenten el funcionamiento ordenado del mercado.
Antes de la crisis, la UE podía actuar de fuente alternativa de liderazgo, como cuando adoptó el IFRS, pero Europa está demasiado absorta en sus propias dificultades internas como para proyectar esta clase de impacto global. Mientras, ningún actor asiático, incluida China, está listo todavía para tomar el testigo del liderazgo, y los demás jugadores son demasiado pequeños como para impulsar un proceso global. Obama deberá elegir a una persona muy consciente del contexto global para asumir la futura presidencia de la SEC.
Nicolás Verón. Miembro titular de Bruegel (Bruselas) y profesor invitado del Instituto Peterson de Economía Internacional en Washington.