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Energía para el desarrollo

Hablar de energía es hacerlo de un sector que tiene un efecto tractor imprescindible para la economía de un país, por las elevadas cifras de inversión y creación de empleo que representa y porque contribuye de manera fundamental al bienestar social.

La evolución de nuestra sociedad está ineludiblemente ligada a la energía: es necesaria para sustentar el crecimiento económico; y éste incrementa el nivel de vida de los ciudadanos, que impulsan, a su vez, la demanda energética.

El mercado energético internacional, caracterizado por su integración y su flexibilidad, facilita la adaptación de la oferta a la demanda, atendiendo las necesidades del mercado final y manteniendo la seguridad de suministro, y contribuyendo así al desarrollo económico, humano y social a escala mundial.

Sin embargo, esta interrelación hace también que cualquier hecho relevante en cualquier punto del planeta, junto a la globalización de la economía y los continuos avances tecnológicos, influyan directamente en el mercado energético y condicionen no sólo el presente, sino su evolución futura.

Hitos tan relevantes como la primavera árabe, el accidente de Fukushima y la revolución que ha supuesto el desarrollo del shale gas en EEUU han obligado al mercado energético a hacer frente a incrementos de precios de las materias primas y a nuevos patrones comerciales. Y todo ello en un contexto en el que los combustibles fósiles siguen siendo mayoritarios en la balanza de energía primaria, a pesar del impulso de las energías renovables.

Por otro lado, el sector energético no es ajeno a la crisis económica. Así, los países en vías de desarrollo están acusando menos sus consecuencias y siguen creciendo a ritmos más elevados, generando necesidades energéticas crecientes. Y los países de la OCDE -a excepción de Estados Unidos, que está protagonizando una recuperación paulatina- están acusando la crisis con incrementos prácticamente planos del consumo energético.

Y, en tercer lugar, los avances tecnológicos de los últimos años, como la captura, transporte y almacenamiento de carbono, la electrificación del transporte, las smart grids, los recursos no convencionales de gas y petróleo o las energías renovables, están llamados a jugar un papel fundamental en el mix futuro y en nuestra manera de acceder a la energía.

Todo ello converge en la necesidad de hacer una correcta planificación y estrategia energéticas que garantice el acceso universal a la energía, en condiciones de sostenibilidad, tanto económica como ambiental; una ardua tarea si tenemos en cuenta el ritmo vertiginoso al que se suceden los acontecimientos.

España está viviendo otro año complicado, que seguirá marcando la evolución de la demanda energética en nuestro país, tras la desaceleración económica que, en 2011, nos condujo a un descenso del 4,4% de la demanda de energía final.

Además del contexto económico y de la influencia que puede tener en nuestro país la evolución del mercado internacional de la energía, los retos a los que España se enfrenta en el ámbito energético tienen ciertas particularidades que hacen necesario, ahora más que nunca, un amplio pacto energético tanto político, como social y empresarial.

Debemos hallar soluciones a nuestra intensidad energética, superior a la media de la Unión Europea; a la dependencia que España tiene del exterior -del orden del 75 por ciento- y con una importante repercusión en nuestra balanza comercial; a la insuficiencia de interconexiones con Francia, y, muy especialmente, al déficit de tarifa eléctrica, que supera ya los 24.000 millones de euros, y para cuya eliminación el Gobierno ha aprobado recientemente un paquete de medidas.

Es indudable que el gran reto al que nos enfrentamos consiste en diseñar e implementar un nuevo modelo energético competitivo, bajo en emisiones y basado en un uso más eficiente de los recursos naturales. Los próximos meses seguirán siendo decisivos para una reordenación efectiva del sistema energético español que dé respuesta a los principales desafíos del sector: que el país cuente con un suministro seguro y sostenible en el tiempo, en un contexto de eficiencia económica, y de alta competitividad de nuestras empresas.

Rafael Villaseca, Presidente del Club Español de la Energía.

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