Firmas

Divinas palabras

Imagen de Thinkstock.

Al final de Divinas palabras, la obra de teatro que Valle-Inclán publicó en 1920, un grupo de aldeanos sórdidos, miserables y vengativos se dispone a cometer un asesinato para castigar los pecados de una mujer y sólo cambian de actitud cuando un sacristán, hasta entonces pasivo y neutral, dice una frase en latín que, sólo por estar en latín, los aldeanos perciben como si estuviera pronunciada por el mismo Dios.

Esto recuerda mucho -si no es exactamente igual- a lo que en la gran Europa, orgullosa de sí misma, está ocurriendo ahora mismo. Los mercados, que en la aldea global de las finanzas no son menos aldeanos que los tristes personajes de Valle-Inclán, se disponen diariamente a cometer un crimen financiero para castigar los pecados de los países periféricos, y sólo deponen su actitud ante las palabras de otro sacristán, también hasta entonces pasivo y neutral, Mario Draghi, que desde la atalaya del Banco Central Europeo habló hace unos días en el latín moderno de los números y las finanzas.

Draghi aseguró que el BCE compraría deuda soberana de España e Italia si estos países solicitaban un rescate total o, alternativamente, si solicitaban un crédito preventivo, un mecanismo financiero a medio camino entre la autosuficiencia y el rescate pleno, creado para ayudar a países con problemas concretos. Esta segunda opción de ayuda sería una especie de rescate blando y mantendría condiciones menos duras.

Las palabras de Draghi, como en la obra de Valle-Inclán, consiguieron calmar la ira de los mercados, tan justicieros como los aldeanos de la obra de teatro, y relajar la prima de riesgo como si hubieran sido pronunciadas por Dios. Convendría considerar si Draghi no es el mismo Dios disfrazado de presidente del BCE o si, realmente, tal como muchos creemos, el propio BCE es realmente Dios y Draghi sólo un sacristán subido al tablado de la farsa como el personaje de Divinas palabras.

Sólo con el anuncio de estas medidas, sólo con esas palabras más o menos divinas, la confianza de los mercados ha crecido en Europa, lo que hace pensar a muchos que, en realidad, no sería necesaria la acción efectiva de Fráncfort.

El BCE podría anunciar que va a hacer algo, precisamente, para no hacer nada. Las divinas palabras de Draghi podrían bastar para que España e Italia no necesitaran que el BCE comprase deuda.

Cuando Draghi dice "voy a hacer lo que sea necesario", todo el mundo le cree. El Gobierno debería considerar muy seriamente si no ha llegado la hora de hablar ya como un sacristán de aldea, como hacen el personaje de Valle-Inclán y el propio Draghi. Hace falta que el Gobierno hable un latín moderno. Sólo así se podría conseguir la credibilidad y la confianza que todavía faltan.

A estas alturas de la confusión, con los mercados tironeando de la prima de riesgo como si fuera un acordeón financiero, con los expertos midiendo los niveles de confianza, es preciso que Rajoy abandone su estilo y adopte la apariencia de un sacristán de aldea. Ésa podría ser la clave de la salida de la crisis, del cumplimiento de los objetivos de déficit y del crecimiento de la economía.

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