El Congreso, en una escandalosa muestra de fino cinismo, ha escuchado con honda preocupación cómo diferentes asociaciones de usuarios (Adicae, UCE, OCU, Asgeco) clamaron y reclamaron para que los diputados y el Gobierno dejaran de llamarse a andana y buscaran una solución al descomunal fraude bancario creado por el caso de las participaciones preferentes.
Con tanta impunidad como desparpajo, las cajas engañaron a sus impositores prometiéndoles beneficios? y atrapando sus ahorros en un cepo. Las víctimas son gentes que confiaron en lo que los directores y agentes de sucursales de toda la vida les ofrecían como magnífica inversión. Jubilados que lo único que querían era un mejor rendimiento, no una operación especulativa que podía (como ha sucedido) dar con sus ahorros en el fondo de un pozo del que, con suerte, los podrán sacar cuando ya estén muertos.
Ahorros que no se destinaban a la adquisición de vehículos de lujo o cruceros por el Caribe, sino a algo mucho más prosaico: a sobrevivir más que a vivir. Y a estos vergonzantes y vergonzosos diputados que ayer callaron, hoy se les hacen los dedos huéspedes lamentándose en vacuas jeremiadas? pero no dando soluciones efectivas.
Debe recordarse que todos los partidos políticos, todos, ampararon y permitieron que las instituciones bancarias asaltaran a sus clientes tradicionales capitalizándose desde el descomunal engaño urdido. Y en ello fueron unánimes desde la revolucionaria IU al reaccionario PP.
Porque los partidos políticos a los que pertenecen son objetivamente cómplices por acción o por omisión de este desafuero: todos ellos tenían y aún tienen militantes sentados en los consejos de la cajas que conocieron o debieron conocer la descomunal trampa que se realizaba desde esas instituciones. Como también los sindicatos, más apoltronados en la burocracia que abanderados de justicia. ¿Y aún se sorprenden del nulo crédito que nos merecen?
Javier Nart. Abogado.
