La reunión que el Eurogrupo y el Ecofin celebrarán el próximo viernes en Chipre va a ser decisiva para determinar las condiciones con que Italia y España podrán solicitar financiación al Fondo Europeo de Estabilización Financiera (FEEF).
Para los italianos se trata de un escudo antisplit, dirigido a evitar la especulación salvaje que desde el inicio de la crisis vienen haciendo los mercados, y una forma eficaz para neutralizar el discutible papel que están jugando las agencias de calificación de deuda.
Mario Monti habla del "escudo antiespeculación", y a ningún medio de comunicación se le ocurre llamarlo de otra manera. Economistas y analistas coinciden en que es una operación para salvar al euro y no a Italia. Por el contrario, en España todos los medios de comunicación consideran que estamos ante el "rescate de España". A nadie se le ha ocurrido defender públicamente, por miedo a ser dilapidado dialécticamente, que estamos ante una operación del BCE para evitar la enorme distorsión que se está produciendo y que permite que en una misma zona monetaria Alemania financie su bonos a diez años al 1,4% mientras que Italia o España lo hacen al 6,5%.
A Mariano Rajoy se le denigra cuando dice que estamos en nuestro derecho de pedir unas normas más equilibradas y unas reglas de juego más justas que las que definieron Angela Merkel y Nicolas Sarkozy en el plácido balneario de Deauville. No tira piedras contra nuestro tejado. ¡Curiosa esta forma de reaccionar que tenemos los españoles!
Cuando un país está en peligro, tanto en el mundo anglosajón como en el latino, se hace piña para salir adelante. Aquí no. Es como si el peligro nos haya hecho perder la cabeza y por encima de todo se haya impuesto nuestro sentimiento dramático de la historia. Por eso en algunas ocasiones me gustaría ser italiano, como en la película de reciente estreno de Olivier Baroux.
Mariano Guindal. Periodista económico.