Firmas

Recortes no son reformas

El Gobierno se comporta como si ignorase que los prestamistas responden a incentivos. Esto por lo que se refiere a la prima de riesgo. Además, tienen razón quienes afirman que la compra sin límites de la deuda soberana por parte del Banco Central Europeo es un incentivo a que los países sigan gastando sin llevar a cabo las reformas estructurales que aseguren en el futuro el equilibrio presupuestario. No es la crisis del euro lo que explica el aumento de la prima de riesgo de nuestra deuda soberana y la de otros países periféricos, sino que es el riesgo de insolvencia de tales países lo que pone en peligro la supervivencia del euro.

Teniendo en cuenta estos dos supuestos de partida, es necesario poner de manifiesto que, en contra de lo que dice el Gobierno machaconamente, reformas, lo que se dice reformas, sólo ha llevado a cabo la reforma del mercado de trabajo. Todo lo demás han sido recortes con carácter coyuntural. Se trata de huidas hacia delante intentando salvar el día a día para a ver si entretanto escampa. Una serie de chapuzas que, lejos de tranquilizar a los mercados, ponen los pelos de punta no solamente a los posibles compradores de nuestra deuda, sino también a las mentes más sensatas de la Unión Monetatria. Tenemos un Gobierno que se comporta a la manera de un zombi, pero la oposición no le va a la zaga. Sólo sabe hablar de la dureza de los recortes, sin que se le pase por la cabeza una sola propuesta capaz de introducir un mínimo de cordura que pudiera tranquilizar a los mercados.

Nuestro país, desde el punto de vista institucional, está hecho añicos, sin que esto parezca preocupar al Gobierno y a la oposición. Lo que es fácilmente explicable, ya que ha sido la clase política la que ha cooperado de forma decisiva a su destrozo. Los políticos se comportan como si ignoraran no sólo los fundamentos más elementales del funcionamiento de la Economía, sino que también -y esto es lo más grave- parece que ignoran todo acerca de la fragilidad de las Instituciones necesarias para el buen funcionamiento de la sociedad. Si no fuera así, no se entendería su forma de violentarlas con peligro de que salten en mil pedazos.

Además del problema de la prima de riesgo, tenemos otros muy graves que explican el elevadísimo coste de nuestra deuda pública. Comencemos con la justicia, que, desde los orígenes de la filosofía política, se ha considerado como el pilar fundamental sobre el que se levanta la sociedad, ya que la justicia desde siempre ha consistido en la defensa de los derechos de propiedad y el cumplimiento de los acuerdos. En nuestro país, la justicia está gobernada por los partidos políticos mayoritarios desde que son los partidos los que establecen sus tiempos de funcionamiento. Esto explica, entre otros problemas, el escándalo y la impunidad de la corrupción. Pero anejo a este problema está el incumplimiento de la ley, lo que lleva consigo la inseguridad jurídica y regulatoria. Ante esta situación, nadie sabe a qué atenerse, y existe un amplio margen de aleatoriedad, con las consiguientes consecuencias negativas para la estructura de incentivos. ¡Tómese en serio de una vez por todas la separación de poderes!

Varias veces nos hemos referido en estas mismas páginas al engendro administrativo de la organización territorial del Estado, regulado en el Título VIII de la Constitución de 1978, que está pidiendo a voces su reforma para que, definitivamente, se cierre ese pozo sin fondo. Es necesario definir de una vez cuáles son las competencias de las autonomías y cuáles las del Estado. Y, sobre todo, ha de quedar clara la imposibilidad de gastar más de lo que se ingresa. Pero ¿quién se puede fiar de un Estado que no controla más de un 50% del gasto y, lo que es peor, que es incapaz de sofocar el estado de rebelión en que se encuentran varios Ejecutivos autonómicos con independencia de su color político?

Para solucionar todos estos problemas, sería necesario que los dos partidos mayoritarios se pusieran de acuerdo. Pero -¡ay!- se trata de poner coto a los privilegios de la casta política. Privilegios a los que no están dispuestos a renunciar aunque nos tengan colocados al borde del abismo.

Victoriano Martín, catedrático de Historia del Pensamiento Económico. Universidad Rey Juan Carlos.

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