Firmas

Carlos Perelló Yanes: ¿Y si fuera éste el Plan de Europa para Europa?

Tan fuerte es el deseo de los países de la eurozona de mantener el euro como el de no sacrificar su propia democracia y su futuro como país por mantenerlo. ¿Qué pesará más para tomar la decisión final: el deseo imposible o el riesgo tangible? Creo no equivocarme si digo que lo tangible.

Si hubiera un euro-Big Bang, las devaluaciones respecto del nuevo euro-marco alemán en función de la competitividad actual podrían ser del orden del 40% para el euro-peseta, del 30% para la euro-lira y del 20% para el euro-franco. Hoy, un euro-Big Bang sería un fracaso total de Europa y una catástrofe económica. Además, los países del norte sufrirían mucho si los Estados salientes lograran aumentar su tejido industrial manteniendo su estabilidad social y jurídica.

Pero esta catástrofe económica y su coste asociado es menor que mantener a un enfermo terminal de por vida. Los países fuertes no quieren que la historia moderna les señale como los responsables del mayor fracaso de Europa sin, al menos, mostrar que han intentado salvar el euro a toda costa. Y probar también a los ciudadanos de estos países sobreendeudados -potenciales clientes- que lo intentaron no sólo de palabra, sino también de bolsillo.

Los países fuertes están dispuestos a inyectar dinero a cambio de estrictas condiciones de todo tipo, pero ellos saben que la moneda única necesita algo cuasi imposible: la creación de los Estados Unidos de Europa. Un proceso semejante en Estados Unidos necesitó una guerra. En nuestro tiempo, la guerra sería de las modernas -sin balas-, pero con contraprestaciones económicas que harían claudicar a un país tras otro. Después se crearían estructuras supranacionales, y al final, si se demuestra el éxito de la intervención, se generaría un sentimiento europeísta tal que nadie cuestionaría la pertenencia al ente superior, el Estado federal. Todo esto es en Europa una auténtica quimera. Entonces, ¿cuál es el plan?

La llamada troika invade un país, lo transforma y, cuando termina su labor, se va. A diferencia de un alien, no absorbe los recursos naturales ni expolia sus tesoros, sino que toma decisiones económicas que serían imposibles para el Gobierno local a cambio de pagar su déficit y refinanciar su deuda (déficit que paga los salarios públicos, la sanidad, etc.). Al mismo tiempo, el invasor elimina grasa, con lo que mejora la competitividad del país, las estructuras se hacen más eficientes, se obtiene un superávit primario... En resumen, fuerza a la sociedad a ser emprendedora y competitiva. Si es necesario, impondrá alguna quita de deuda y se llevará la mala prensa del inversor. En mi historia optimista, los ciudadanos del país invadido reaccionan bien: trabajan el doble, ganan la mitad -con el consiguiente incremento de la competitividad y la productividad-. Y, cuando el invasor se vaya y deje una moneda local, ésta se devaluará menos, lo cual conviene a los países fuertes. El nuevo país, ahora libre, no cambiará la nueva estructura creada -si es inteligente-; seguirá luchando por abrir mercados, demostrará a los inversores que es un país fiable y saldrá adelante mejor y más fuerte.

En la versión pesimista de mi historia, el país invadido se enfrenta al invasor, le culpa de todos sus males, duda de su propia capacidad, está atenazado y su futuro comprometido. Este país, después del euro-Big Bang, no será un peligro para los países fuertes porque no habrá inversión y nadie comprará sus productos. Si el país es torpe, aprovechará para devaluar más, intentar endeudarse (si puede) para volver a un Estado del bienestar insostenible y se hundirá. Aunque ya no supondrá un gasto para los países fuertes, su tejido industrial desaparecerá y el talento emigrará. Los países fuertes invirtieron en él, pero se hizo lo que se pudo, no me culpen.

En suma

Por tanto, el plan se resumiría así: si Europa -y no sólo el Banco Central Europeo- reacciona, el euro podrá mantenerse. Si por el contrario el euro-Big Bang es inevitable, tratemos de mejorar la competitividad y la eficiencia de estos países antes de que se produzca -pues si luego continúan en esa línea ganaremos todos-. Este plan maestro es un win-win (dentro del lose-lose general) para los países fuertes, ya que gastarían su dinero para purgar sus culpas (mal diseño de la unión monetaria, escasa altura de miras políticas, préstamo alegre favorecedor de burbujas, etc.) y transformarían la estructura de los países ineficientes para luego devolverles su libertad.

Visto así, una intervención integral puede ser la manera de cambiar como país definitivamente. El futuro de España pertenece claramente a sus ciudadanos y a su Gobierno, no a la troika -que sólo estaría de paso-. Si al final llega la intervención, esperemos no desaprovecharla, porque no habrá otra oportunidad. Es nuestra elección, como ciudadanos libres, comportarnos como un país maduro democrática y psicológicamente. En otro caso, las consecuencias serán funestas para todos.

Carlos Perelló Yanes. Director general de Natixis para España y Portugal.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky