Firmas

Integridad e inmoralidad

J. P. Morgan junior, banquero estadounidense, dijo que "el banquero debe comportarse en todo momento como para justificar la confianza que sus clientes han depositado en él". Los empleados de Barclays no debieron tener muy presente la cita de este prohombre -podía haber sido su patrón- cuando manipularon los datos que suministraban para la fijación del libor (London Interbank Offered Rate) y el euribor, o, lo que es lo mismo, el tipo de interés al que se prestan los bancos entre sí en el mercado londinense y en el europeo, respectivamente.

El libor (y el euribor) constituye un índice de referencia, puesto que se usa como dato principal para establecer los pagos de los instrumentos financieros: de complejos derivados a simples préstamos. El libor es el tipo de interés que indica cuánto pagaría un banco por endeudarse con otros bancos a las 11 de la mañana de un día determinado. Metodológicamente, se obtiene a través de una encuesta realizada por la Asociación de Banqueros Británicos (o en nuestro caso, la Federación de Bancos Europeos) a un panel de bancos. Se descartan los valores más extremos y el libor es la media de los que permanecen.

Pues bien, Barclays ha sido acusado de cometer irregularidades al manipular el tipo interbancario que se ofrecía en Londres, concretamente entre enero de 2005 y junio de 2009. Al principio, declaró unos tipos más elevados y posteriormente, tras la crisis de Lehman Brothers, suministró unos tipos más bajos de los reales. J. P. Morgan, banquero estadounidense -y padre del anterior- comentó que "un hombre siempre tiene dos razones para hacer algo: una buena razón y la verdadera". Luego ¿cuáles eran razones de Barclays?

La buena razón podría ser la consideración del tipo de interés de referencia como bien público. Durante la crisis, un libor elevado podría haberse observado como un signo de debilidad financiera. Para hacer creer que no precisaba de liquidez, Barclays suministró datos más bajos de los reales y, lo que es peor, con la posible aquiescencia del Banco de Inglaterra. El Banco Central, en la figura de Paul Tucker, negó este punto en su aparición ante la Cámara de los Comunes. No obstante, a nadie se le escapa la desesperación del momento por aumentar la confianza en los bancos y mantener abiertas las líneas de crédito.

La verdadera razón podría ser la existencia de un incentivo a mentir para incrementar los beneficios (o reducir las pérdidas) provocados por sus posiciones en el mercado de derivados. Ello implicaría la colusión con otros bancos. Esta línea vendría corroborada por la aparición de una serie de correos electrónicos entre los operadores (traders) en los que se podría leer "te debo una" o "te abro una botella de Bollinger". Estas prácticas eran posibles por la falta de información veraz. En este sentido, el semanario The Economist escribía, citando fuentes cercanas a la investigación, que "no hay ningún reporte de transacciones; nadie sabe realmente qué sucede en el mercado".

Fuera cual fuera la razón, Barclays ha sido sancionado con 360 millones de euros, pero, cuando se escriben estas líneas, se espera que lo peor todavía está por llegar ya que lord Tucker, presidente de la Autoridad de Servicios Financieros (regulador británico), manifestó que "seríamos tontos si pensásemos que prácticas semejantes no se han aplicado a otros productos financieros". O el propio Bob Diamond, consejero delegado de Barclays, quien declaró que "esto no es sólo Barclays". Por tanto, la industria espera con temor la llegada de un "momento tabaquero", en referencia a los numerosos juicios, indemnizaciones y acuerdos a los que la industria tabacalera americana se enfrentó en 1998.

La cuestión no es baladí, ya que ¿cuánto cuesta realmente mi crédito? ¿Cuánto he pagado de más? ¿Y por cuánto tiempo? Parece mentira que en pleno siglo XXI y después de ser capaces de encontrar la partícula de Dios -o el bosón de Higgs- seamos incapaces de encontrar el punto de equilibrio de un mercado o de establecer regulaciones para evitar estos excesos.

Por cierto, en el próximo artículo, hablaremos de cómo salir de la crisis?

Josep M. Sayeras, profesor del Departamento de Economía de ESADE.

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