
La nueva vuelta de tuerca a las cuentas públicas se hace con un endeudamiento externo neto de casi el 100% del PIB y un posible decrecimiento de la actividad cercano al 2% ("la segunda recesión más grave de nuestra historia"). La situación es radicalmente diferente en su gravedad y características a la de las grandes economías europeas y también a la de EEUU. De hecho, el peor situado en esta comparativa es Italia, cuyo endeudamiento externo neto representa poco más del 20% de su PIB, con una caída previsible de su producto de entre el 0.5 y el 1,4%, dependiendo de las fuentes que se consulten.
Una reducción del déficit de 65.000 millones de euros puede no ser suficiente en política de estabilización si no se acierta con el nuevo modelo de crecimiento sostenible que nos queremos dar para los próximos años. Si no crecemos ya, el horizonte próximo es una carta marcada por un mayor endeudamiento externo, con un mayor déficit primario -a pesar de todo, puesto que seguirán cayendo los ingresos públicos en el futuro- y por una mayor diferencia entre el tipo de interés pagado por financiarse -ése que incorpora el riesgo que ocasiona alguien cuya renta no deja de disminuir y está endeudado hasta las trancas- y la propia tasa de crecimiento -negativa-.
Hay que incentivar el ahorro
Se trata también de desarrollar el círculo virtuoso que pueda reducir la demanda pública, estabilizando y liberando recursos e incrementando, a la vez, la oferta privada de bienes y servicios, en condiciones de competencia y competitividad. En este sentido, las políticas de corto plazo se tienen que acompañar también con medidas que mitiguen la sangría del déficit por cuenta corriente. En primer lugar, incentivar más el ahorro, dejando que los ciudadanos y las empresas decidan cómo hacerlo, con una mayor neutralidad. Es verdad que la eliminación de la desgravación por compra de vivienda habitual va en esa dirección, pero es insuficiente. Mayor peso hay que darle a la competitividad externa de nuestros productos y empresas. Pero se pospone a 2013 la reducción de las cotizaciones sociales en un punto.
Del mismo modo, nada parece haber sobre la mesa para modificar de un modo radical las políticas de internacionalización de la empresa española. Se debilitó el papel de las cámaras de comercio, eliminando justa pero inoportunamente su principal fuente de ingresos, pero no se ha desarrollado un modelo institucional alternativo que facilite el acceso a los mercados internacionales, especialmente de las pymes. Además, si se trata de enfatizar las ventajas competitivas, no puede ser que tengamos que reducir tan drásticamente los recursos dedicados a la producción de los mejores profesionales del mundo en sanidad, en ingeniería, en finanzas, en arquitectura, etc.
Miguel Cuerdo Mir, profesor titular de Economía Aplicada de la URJC.