
Cada vez que estalla una crisis en los mercados financieros sobre el futuro del euro (y sucede cada tres o cuatro minutos), se repite un argumento que los defensores de la moneda única pronuncian con aire de autosuficiencia: al final, los alemanes apoyarán el euro y rescatarán a todos los demás porque su país se ha beneficiado mucho de la moneda.
Pero no es verdad. Sí, Alemania aparenta estar enriqueciéndose, la economía crece y exporta cada vez más mientras acumula enormes excedentes comerciales pero los alemanes casi ni lo han notado.
El euro ha beneficiado a las empresas pero no tanto al ciudadano de a pie. Antes se decía que lo que era bueno para General Motors lo era también para América, aunque no fuera necesariamente así. En realidad, es muy posible e incluso frecuente que los intereses de las grandes empresas y la gente corriente diverjan. Ahora se vuelve a cometer el mismo error, suponiendo que lo que es bueno para Volkswagen y BMW también lo sea para Alemania. Y tampoco es cierto.
Los votantes ya se han dado cuenta. Cualquier rescate que sus líderes acuerden tras la enésima cumbre para salvar el euro, quedará anulado en las urnas. Y el que cuente con que los alemanes vayan a correr al rescate del euro puede esperar sentado.
Alemania y su relación con el euro
En algunos aspectos, Alemania parece haberse beneficiado de la moneda única. Su economía ha crecido a un ritmo razonable: al 3% en 2011, muy por encima de la mayoría de las economías avanzadas. El Bundesbank predice que crecerá un 1% este año. No es mucho pero tampoco está mal, considerando la recesión que ha engullido a casi todos sus vecinos.
Mientras, el excedente comercial aumenta sin parar. Las exportaciones alemanas crecieron el 11,4% en 2011 y dan pocos signos de ralentizarse este año. El excedente comercial alcanzó los 158.000 millones de euros el año pasado, el mayor de la historia, que equivale al 5,7% del PIB. Como comparación, el excedente comercial de China sólo equivale al 2% del PIB. Alemania es el taller del mundo en realidad.
Pero entonces, si a Alemania le va tan bien, ¿no deberíamos ver muestras de que los alemanes de a pie se estén enriqueciendo? Después de todo, una economía de éxito debería mejorar la vida de la gente. Las tiendas de Dusseldorf y Munich deberían ser una cacofonía estrepitosa de cajas registradoras, los precios de la vivienda deberían subir como la espuma y las marcas de diseño de todo el mundo tendrían que amontonarse en Berlín para ayudar a la gente a aligerarse de sus carteras tan abultadas.
Pero no es así. Y si sigue sin estar convencido, echemos un vistazo a las cifras. Si Alemania va tan bien, ¿por qué no suben las ventas al por menor? El gasto de los consumidores en Alemania desde que apareció el euro ha aumentado a un mero 0,25% anual. El año pasado, el gasto de consumo logró mejorar un 1,5%, el nivel más alto en cinco años, pero muy por debajo de la expansión de la economía. Y eso no es exactamente un boom.
¿Y los sueldos reales...?
Lo mismo ocurre con los sueldos reales. Los costes laborales unitarios se han elevado bruscamente en Italia, Francia y España desde que apareció el euro, pero apenas han cambiado en Alemania. Sólo este año se han visto signos de una subida salarial, aunque tremendamente modesta.
¿Y los precios de la vivienda? Ha habido alguna indicación de la subida de precios este año, aunque después de pasarse una década entera tan planos como un neumático pinchado. ¿Qué ha pasado con el boom alemán del que tanto se hablaba? No hay muestras de él en la forma en que la gente se gasta el dinero.
A Alemania le ha ido bien en cosas como el empleo, los enormes excedentes comerciales y los altos beneficios empresariales por la sencilla razón de que dispone de un tipo de cambio tremendamente infravalorado. Vende mucho en el extranjero y las empresas ganan dinero, pero el alemán de pie trabaja cada vez más sin enriquecerse un céntimo. Al contrario, todo el excedente que produce acaba convirtiéndose en beneficios empresariales o se recicla a la periferia a través de los bancos o el sistema fiscal. Y ellos siguen como antes.
Pero lo peor es que se avecinan grandes problemas. Se resuelva como se resuelva la crisis del euro, los alemanes saldrán perdiendo. O las deudas de los 17 se combinan (y en ese caso, las deudas alemanas estallarán cuando asuman el pasivo de la periferia) o el euro se desintegra y Alemania se quedará con una deuda masiva en su sistema bancario y al gobierno no le quedará más remedio que incorporarla en su propio balance.
En la calle se habla de eso. Puede que los líderes políticos tramen rescates en su nombre durante las interminables cumbres para salvar el euro que tienen lugar cada varias semanas pero el alemán corriente ya ha deducido que la moneda no le beneficia más que a los griegos empobrecidos o a los millones de españoles sin empleo.
Cualquier acuerdo al que lleguen sus líderes se echará por tierra en las urnas. No se puede engañar a los votantes para que apoyen una moneda si no ven con sus propios ojos que se están enriqueciendo.
Puede que Alemania tenga dinero para acudir al rescate de la moneda única, pero otra cosa es que lo vaya a hacer. Los mercados bursátiles parecen de saldo y en muchos sentidos son baratos. Lo mismo ocurre con los activos por toda Europa, aunque sólo si suponemos que Alemania acabará rescatando el sistema. Si no lo hace, más vale que echemos tierra de por medio.
Matthew Lynn, Director ejecutivo de Strategy Economics Su último libro es The Long Depression: The Slump of 2008 to 2031 (Endeavour Press).