Firmas

Necesitamos políticos con alteza de miras

Los bandazos de la rentabilidad de los bonos son excesivos y absolutamente anormales. En un mercado estable, una variación de casi 100 puntos básicos en poco más de un día sería impensable. En tales circunstancias, se puede imaginar a algunos dirigentes políticos europeos -entre ellos a los españoles- con la sensación angustiosa de estar atrapados en un enorme laberinto sin poder encontrar la salida y del que podrían librarse con facilidad sólo con la más pequeña colaboración de algunos de sus compañeros de juegos.

Pero este tema ya es antiguo. Lo que nos importa ahora es darnos cuenta de que tenemos mecanismos para poder aliviar la presión de manera inmediata. ¿Por qué no los utilizamos? Esta pregunta se la hacía el magnate estadounidense Donald Trump en una entrevista reciente sin encontrar ninguna respuesta. Y, como viene siendo habitual, tenemos que desplazarnos hacia Alemania para entender la situación.

Los alemanes, representados por Angela Merkel, siguen poniendo palos en la rueda del carro europeo e impiden que se tomen medidas efectivas. Sin oponerse de manera expresa, Merkel vuelve una y otra vez a cargar con la responsabilidad a cada uno de los países con problemas sin mostrar ni la más mínima intención solidaria. Después de la reunión del viernes pasado, donde al menos se consiguió realizar una declaración de intenciones para dedicar 130.000 millones a proyectos para estimular la economía (muy indefinido tanto en la forma como en el tiempo), la canciller dijo que cualquier decisión que tenga que tomar y que involucre a los contribuyentes alemanes tiene que estar sujeta a las garantías suficientes y asegurarse de que se mantienen bajo un control estricto.

Los inversores pierden la paciencia

O, lo que es lo mismo, que antes de destinar la más mínima cantidad de cualquiera de los organismos europeos para ayudar, salvar, rescatar, o como se quiera llamar, a otro país de la Eurozona que lo necesite se lo tiene que pensar mucho. Lo perverso de esta situación es que no piensa precisamente con rapidez, y, a medida que pasa el tiempo, los inversores van perdiendo la paciencia y la situación empeora por sí sola, sin que contribuya a ello ningún elemento objetivo externo.

Se habla de la necesidad de unión fiscal y bancaria pero no se concretan ni tiempos ni pasos para alcanzar estas metas. Da la impresión de que, por parte de algunos, no existe ni demasiado interés ni demasiada prisa por alcanzarlo. Es evidente que no todos los países europeos se encuentran en la misma situación, y precisamente esta circunstancia es la que pone en peligro el futuro de la UE. Alemania no sólo no siente la urgencia de actuar sino que, a medida que pasa el tiempo, las encuestas realizadas a su población muestran un mayor rechazo a la idea del euro y a las ayudas a países del sur de Europa. Quizás sea ésta una de las razones principales que expliquen la inactividad alemana, al fin y al cabo los dirigentes políticos de este país no hacen más que replicar el deseo mayoritario de su población.

Pero no hay que descartar la posibilidad, que en algunos momentos de la historia ha acontecido, de que tanto políticos como poblaciones se dejen guiar por el cortoplacismo y, olvidándose de un escenario más global, más amplio, cometan el error de desechar grandes beneficios futuros por otros más pequeños pero actuales.

Ahora, más que nunca, necesitamos de una visión grande para continuar con éxito el fascinante proyecto de una Unión Europea. No se puede ni se debe dejar caer a los pequeños o a los débiles sin prestarles apoyo, llevados por un ideal egocéntrico y mezquino. Los grandes logros de la humanidad han venido siempre de la mano de la colaboración, no de la competición o la exclusión.

Miguel Ángel Rodríguez, analista de XTB.

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