
Cada vez se generalizan más las voces de quienes demandan políticas de crecimiento. Aunque son muy pocos los que lo dicen abiertamente, tales políticas consisten en aumentos del gasto público, y la única forma de financiar el gasto es a través de la deuda, y como la deuda se ha convertido en un problema, sólo queda el recurso al aumento de la cantidad de dinero por parte de los bancos centrales. Pero el recurso al aumento de la cantidad de dinero cuando es efectivo, esto es, cuando la gente lo intercambia por bienes y servicios o cualquier tipo de activos, tienen algunas consecuencias no queridas, pero previsibles y peligrosas.
La Historia Económica, pero también la Historia de la Teoría Económica, nos proporcionan evidencia empírica y explicaciones suficientes sobre los efectos desastrosos de las depreciaciones del valor del dinero. El propio Keynes, refiriéndose a una presunta declaración de Lenin de que el medio mejor para destruir el sistema capitalista es viciar la circulación, afirma que "no hay medio más sutil ni más seguro de trastornar las bases existentes de la sociedad que envilecer el valor de la moneda. El procedimiento -continúa Keynes- pone todas las fuerzas recónditas de las leyes económicas del lado de la destrucción, y lo hace de manera tal que ni un solo hombre entre un millón es capaz de notarlo" (J.M. Keynes, 1987, Las consecuencias económicas de la paz, p. 153).
Es lamentable que, de buenas a primeras, la profesión de los economistas, como si esta crisis que perdura por la incertidumbre y la falta de confianza provocadas por la inundación del sistema financiero de los ya, además de pertinaces, tristemente famosos activos tóxicos, se hubiera quedado trastornada; pues las explicaciones coherentes y probadas por la evidencia empírica han dado paso a las ocurrencias y arbitrios de quienes escribían sobre economía en el Siglo XVII. Autores en los que se fija Keynes para proponer algunos de los disparates que, en manos de los keynesianos en los años setenta del siglo pasado, llevaron a los países a una inflación y un paro de en torno al 30%.
El dinero, para que pueda cumplir con su función, que es la de transmitir la única información fiable con que cuentan los agentes económicos para la toma de decisiones a través de los precios relativos, su valor debe ser estable. Y la teoría cuantitativa nos ha demostrado que el valor del dinero viene determinado por la oferta y demanda del mismo. Se ha considerado, y así lo demuestran los estudios empíricos, que a largo plazo la demanda de dinero es constante, y de ahí que se haga más hincapié en la oferta. Keynes nos enseñó que en épocas en que se agrava la incertidumbre y se generaliza la desconfianza, aparece la preferencia por la liquidez, esto es, la gente prefiere dinero a los bienes y servicios u otros tipos de activos; dicho de otra forma, se dispara la demanda de dinero, y como lleva ocurriendo los últimos cinco años, todos los aumentos en la cantidad de dinero que no han dejado de crecer desde 2008, no han tenido el más mínimo efecto en la economía, si no que han sido absorbidos por una demanda absolutamente desbocada.
El efecto del aumento de la cantidad de dinero, si no se sanean las economías, esto es, si no se eliminan los activos tóxicos acumulados, si no se consiguen los equilibrios macroeconómicos, el principal el equilibrio presupuestario, y si no se eliminan las rigideces existentes llevando a cabo las reformas necesarias, va a ser la aparición de la estanflación, esto es, estancamiento con inflación.
No se entiende por qué no se aplican las enseñanzas de la corriente principal de pensamiento de la economía, enseñanzas que han demostrado su eficacia para potenciar el crecimiento económico. De la misma forma, la Nueva Economía Institucional nos advierte de la importancia del marco institucional como determinante de la creación de riqueza. Un marco institucional que la propia crisis ha deteriorado sobremanera. La crisis y sus consecuencias se explican bien a la luz de las enseñanzas de la economía. No se sabe por qué no se aplican las políticas derivadas de aquellas enseñanzas para potenciar el crecimiento económico.
Victoriano Martín, Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Juan Carlos.