El análisis de las consecuencias del rescate a las cajas españolas -porque siguen siendo cajas, aunque las pinten de verde- es un clarísimo ejemplo de la diferencia que existe entre la economía real y la financiera. A la larga convergen, pero a corto y medio plazo sus ritmos son distintos.
Como hay más currantes/contribuyentes que inversores, empezaré por explicar el efecto del rescate para la economía real, y, siento decirlo, las consecuencias no son buenas ni a corto ni a medio plazo (aunque podrían serlo a largo). Para empezar porque si pides dinero hay que devolverlo (salvo que seas griego), y los políticos tienen la mala costumbre de dejar al contribuyente la noble tarea de pagar la factura del restaurante. ¿No estamos pagando la gestión del Gobierno anterior con más impuestos y menos prestaciones sociales? ¿Qué puede hacernos pensar que la desastrosa gestión -y supervisión- de las cajas de ahorros la va a pagar el hada madrina de Blancanieves?
Los políticos, que tienden a enredar, dirán cosas como que ese dinero se recuperará cuando las cajas saneadas se vendan dentro de unos años por un pastón. No se lo crean. Invertir en un bancocaja no es ni será un buen negocio. La experiencia norteamericana o inglesa no es extrapolable. En términos relativos, la burbuja financiera que financió la burbuja inmobiliaria es muchísimo mayor en España que en cualquier otro país, porque la burbuja inmobiliaria española no tiene parangón. Aquí sobran bancos (cajas) por un tubo, y seguirán sobrando aunque se saneen. Es más, lo más sano que podría hacer el Eurofrob es dedicar el dinero a proteger a los clientes y liquidar cuanto antes las entidades tóxicas.
La 'locura' de los políticos
Para la economía real el rescate significa más carga de deuda y, en consecuencia, más austeridad. Obviamente, los intereses de una cifra así afectan al déficit, y esta nueva carga hay que cubrirla, así que pueden pasar dos cosas. Una (la buena) sería que el Gobierno, derrochando valentía política, tomara dos medidas: primero, poner a régimen el elefantiásico Estado español, bien por la vía de una mayor centralización, bien por la vía de la máxima descentralización. Como economista me es indiferente que se vaya al modelo que propone doña Esperanza Aguirre (devolver competencias al Estado central) o el que supongo le gustaría al señor Artur Mas (más autonomía). En ambos casos, y adjuntando la eliminación de las diputaciones, la eliminación de duplicidades y la racionalización de la estructura del Estado ahorraría alrededor de 20.000 millones de euros al país.
La segunda actuación sería poner inmediatamente en venta el inmenso patrimonio inmobiliario que tiene el Estado. Entiendo que el trabajo de los funcionarios se puede hacer igual de bien en las afueras de Madrid que en pleno Paseo de la Castellana, por poner un ejemplo. Esto supondría ingresos de unos 30.000 millones de euros. Como el crédito del Eurofrob es a largo plazo, se puede ir vendiendo con cierta calma. ¿Y si no eligen esa vía y siguen con las fusiones y demás trucos de ingeniería financiera que permitan seguir escondiendo la basura debajo de la alfombra? La respuesta ya la dio Einstein: "La locura consiste en repetir una misma cosa constantemente y esperar que se produzcan resultados distintos".
Para los mercados -la llamada economía financiera-, la noticia es buena si se confirmara que se trata del primer paso para la creación de una supervisión bancaria europea única. Para que Europa deje de ser un lastre para la economía mundial tiene que recuperar la confianza de los inversores. Para conseguirlo tiene que hacer tres cosas: una, un pacto fiscal que garantice que jamás se volverá a los desmanes presupuestarios (ya está hecho); dos, que haya un supervisión bancaria europea única que impida aberraciones financieras como la de las cajas de ahorros (¡un banco dirigido y gestionado por políticos!). Así se garantizaría a Alemania que se acabó el desmadre, de forma que acepten la emisión de eurobonos, que es la tercera condición, lo que -entendamos las reticencias de los alemanes- les convertiría en avalistas de toda Europa.
Sólo si se cumplen estas tres condiciones volverán a creer los inversores en Europa y se sentarán las bases para la vuelta a la normalidad que permita que quienes tienen capacidad de crecer (EEUU, economías emergentes y Alemania, principalmente) lo hagan, lo que a su vez animaría unas bolsas -y unos bonos- que se encuentran a precios atractivos y sólo necesitan cierta confianza para subir.
Víctor Alvargonzález, Consejero delegado de PROFIM Asesores Patrimoniales EAFI.