Firmas

Bankia: vísteme despacio que tengo prisa

Desde que Bankia presenta cuentas en la CNMV sin auditar, todo eran especulaciones sobre lo que el Gobierno haría con respecto a esta entidad. Rumores que, al parecer, fueron alimentados por filtraciones desde el propio Ministerio de Economía sobre un plan de recapitalización a cargo del Frob, que, de confirmarse, supondría una medicina tan envenenada que seguramente acabaría por matar definitivamente al enfermo. Un país no puede desayunar un lunes por la mañana con un runrún de estas características sobre una de sus principales entidades financieras, estando el mercado abierto y con el peligro de fomentar especulaciones de todo tipo sobre lo que se va a hacer. Así no se hacen las cosas, hay que tener la serenidad de esperar a un viernes por la tarde, con el mercado cerrado, y tomar las medidas que sean precisas, si es que hay que tomar alguna. Lo demás es inducir más incertidumbre cuando andamos sobrados de ella. En el terreno financiero la discreción es muy importante y la lengua de las autoridades debe estar lo más quieta posible.

La inyección de fondos al 8% que según se dice el Gobierno ofrece a Bankia es un regalito que arrasa la cuenta de resultados de cualquiera a razón de 80 millones de euros anuales por cada mil millones recibidos, cuantía que no sólo destruye cualquier margen positivo sino que sitúa a la entidad que lo recibe al pie de los caballos. No se puede obtener ningún rendimiento en el mercado que pueda soportar semejante carga. Así, una recapitalización a ese coste, sumada a la que ya fue entregada en su momento, teniendo en cuenta la evolución del mercado bancario en plena recesión, es jugar la papeleta del desmantelamiento final de la entidad pasados unos penosos años de vagar por los mundos de las pérdidas, seguramente para mayor regocijo de sus competidores, que podrían recoger los pedazos y apropiarse de una cuota de mercado más que termine por convertir el mapa bancario español en un oligopolio más bien monopolístico.

La sustitución del señor Rato al frente de la entidad está en consonancia con lo apuntado desde el FMI sobre la mejora del gobierno corporativo, poniendo a un profesional y eliminando cualquier sesgo político. Pero en otro aspecto de los tratados, es cuanto menos llamativo que se refiera a una entidad financiera concreta, aun sin citarla expresamente, en un informe que parece inspirado por alguien muy cercano a nuestro mercado y con claros intereses en el mismo.

Resistencia a un banco malo

Por otra parte, resulta sorprendente que exista una resistencia tan feroz a la creación del erróneamente llamado banco malo por parte de un amplio sector de la banca más tradicional, que lo que seguramente desea es un fatal desenlace y no el salvamento de ninguna entidad más que pueda hacerles la competencia y cuyo salvamento acabe por dejarles en mal lugar, puesto que ni es oro todo lo que reluce ni el resto de las entidades están exentas de problemas en el inmobiliario. El banco malo es malísimo para esas entidades por dos razones fundamentales: si no acuden a él se verán lastradas por los mismos problemas que otros eliminan y si acuden serán señaladas por el mercado y perderán credibilidad sobre la verdadera situación que han manifestado, recibiendo el daño reputacional consiguiente.

Así las cosas, preferirían una intervención sin paños calientes que la creación de cualquier instrumento de externalizar pérdidas para salvar a determinadas entidades pues confían en la propia generación de resultados para, poco a poco, ir absorbiendo su cartera problemática, generación de resultados que eliminando o debilitando actores del mercado aún es más sencilla. Es cierto que Bankia y su matriz, BFA, han presentado unos penosos resultados en 2011, con unas pérdidas en la matriz que han reducido sus fondos propios por debajo de la ayuda recibida del Frob en su momento. Es decir, en BFA individualmente considerado, se han esfumado parte de los fondos que le fueron entregados para el saneamiento y es poco probable que se puedan recuperar vía beneficios, porque la entidad está ya en abultadas pérdidas, pues no en balde es la tenedora de los activos más tóxicos de todas las entidades fundadoras. Y ahí es dónde entra el banco malo, como comprador de todos esos activos y verdadera tabla de salvación de ésta y otras entidades; un instrumento que bien ejecutado podría ser suficiente solución sin hacer necesaria inyección de fondos por parte del Estado, pues si ya es difícil ganar para pagar el 8% de los casi 4.500 millones ya recibidos, no se entiende cómo se podría ganar para pagar más del doble. Yo creo que el Gobierno está aún a tiempo de enderezar la gestión de esta crisis y serenar el mercado financiero actuando con prudencia y pensando en los intereses generales, que no pasan precisamente por la desaparición de una entidad que, de llevar el proceso con precipitación e imprudencia, sería un posible resultado.

Juan Fernando Robles, profesor de Banca y Finanzas.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky