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¿Un Irán nuclear es igual a guerra?

Imagen de Thinkstock.

Algunos problemas se pueden solucionar; con otros simplemente tenemos que aprender a convivir. Una característica extraña y a veces peligrosa de la política moderna es la confusión entre ambos tipos de problemas. Los gobiernos presentan como irresolubles muchas cuestiones que en realidad tienen respuestas técnicas relativamente sencillas: cómo crear una moneda europea estable, cómo reducir el desempleo o cómo controlar el calentamiento global, por ejemplo. Luego, quizá para compensar su impotencia sobre tales cuestiones mundanas, los políticos prometen resolver desafíos geopolíticos o morales más complejos y que realmente no tienen solución.

El caso más claro y más peligroso de este tipo de confusión es la respuesta del mundo al programa nuclear iraní. Los líderes occidentales, empezando por Barack Obama y David Cameron y de ahí en adelante, han manifestado que "nunca" permitirían que Irán adquiriese un arma nuclear, mientras que los políticos israelíes son cada vez más abiertos en sus amenazas sobre "eliminar" el programa nuclear iraní a través de la fuerza militar.

¿Pero qué ocurre si no hay forma de hacerlo? ¿Qué pasa si Irán consigue resistir las sanciones económicas estadounidenses y europeas, mientras que una opción militar israelí simplemente no existe? La respuesta estándar es que un Irán con armamento nuclear sería una "amenaza existencial" que Israel no podría tolerar. Estados Unidos e Israel se verían entonces obligados a destruir el programa nuclear iraní. Pero, ¿por qué deberíamos asumir que Israel pudiera hacerlo, incluso con la ayuda incondicional de Estados Unidos?

Consecuencias de una posible ofensiva

Si Israel fuera a bombardear Irán, probablemente descubriría que las instalaciones más importantes ya habrían sido reforzadas en impenetrables búnkeres subterráneos. Y que aquellas instalaciones que fueran vulnerables a las bombas israelíes serían rápidamente reconstruidas, mientras que Irán se movilizaría para defenderse ante futuros ataques adquiriendo arsenal nuclear. Si es posible que Estados empobrecidos, atrasados, aislados y fallidos como Corea del Norte o Pakistán lleguen a dominar la tecnología nuclear, parece poco probable que se encuentre fuera del alcance de un país relativamente avanzado, preparado y rico como Irán.

La única manera segura de evitar que los ayatolás se hagan con un arma nuclear sería invadir Irán y ocuparlo indefinidamente con millones de tropas de tierra, como admitió la semana pasada el general Martin Dempsey, Jefe del Estado Mayor de Estados Unidos, en una declaración en el Congreso.

Si esto es así, un Irán con armas nucleares puede ser uno de esos problemas irresolubles con los que Israel y el mundo simplemente tienen que aprender a convivir, tal y como Corea del Sur y Japón han aprendido a convivir con el aún más beligerante vecino de Pionyang y la India ha aprendido a convivir con un Pakistán provisto de armas nucleares, donde el Gobierno a veces se comporta como una franquicia de Al Qaeda.

El mundo necesitará entonces una fuerza disuasoria al estilo de la Guerra Fría. Y el país que más necesita una fuerza disuasoria occidental en este año próximo o así es Israel, no Irán. Para saber por qué, consideremos cómo podría empezar una guerra en Oriente Medio este año. Una opinión generalizada es que Irán podría responder a las sanciones económicas cerrando el estrecho de Ormuz, por el que pasa un cuarto del comercio mundial de petróleo. Esto provocaría inevitablemente una respuesta militar de Estados Unidos y Europa, apoyada por Arabia Saudí y otros estados del Golfo, que proporcionarían protección a Estados Unidos o a Israel para atacar las instalaciones nucleares iraníes. Por esta misma razón, es poco probable que Irán lance la primera piedra o que provoque al resto del mundo intentando interferir en el comercio petrolífero.

De hecho, Irán tiene buenas razones para querer mantener en movimiento el petróleo. Le hacen mucha falta los ingresos de las ventas a China y otros países asiáticos, que rechazan participar en las sanciones de Occidente. Los ingresos petrolíferos de Irán se reducirían hasta llegar casi a cero en caso de que se produjera cualquier disturbio militar en el Golfo. Y lo que es más importante, Irán quiere mantener el statu quo durante el mayor tiempo posible para continuar con su programa nuclear. La única razón posible para que los ayatolás comenzaran una guerra en un futuro inmediato sería para provocar deliberadamente las represalias de Estados Unidos o Israel y de ese modo unir a los sufridos ciudadanos iraníes. Pero incluso si esta fuera su intención, a Irán le conviene más continuar fastidiando a Israel con su programa nuclear que convertirse en el primer beligerante y perder la superioridad moral de actuar en defensa propia.

Por eso, si estalla una guerra en el Golfo, será casi con seguridad Israel el que dispare primero o el que lance la primera bomba. La pregunta clave es por qué Israel querría empezar un conflicto armado. Se supone que en esta partida de ajedrez a Israel se le puede tratar como a un jugador racional. Así que, ¿cómo afectaría a sus intereses vitales el atacar Irán? La respuesta es: de forma catastrófica. Un ataque podría retrasar o no la capacidad nuclear iraní durante un año más o menos, pero también garantizaría la retirada de Irán del Tratado de No Proliferación Nuclear, acelerando enormemente su desarrollo nuclear y, muy posiblemente, intensificando una cooperación encubierta por parte de Corea del Norte y quizá de China o de Rusia. Y un ataque israelí precipitaría casi con toda seguridad un conflicto mucho mayor en Oriente Próximo, no sólo desestabilizando aún más Irak y Afganistán y socavando la rebelión en Siria, sino también consiguiendo que Arabia Saudí e incluso Egipto se apunten a la oposición a la agresión israelí y occidental contra los estados musulmanes.

Daños graves para Israel

Un ataque a Irán dañaría los intereses de Israel a medio plazo mucho más de lo que lo habría hecho en el pasado, debido a la agitación que se está viviendo en Oriente Medio. La guerra de Irak y la primavera árabe han desencadenado un periodo de enorme incertidumbre política y nadie sabe cómo evolucionarán estas transformaciones políticas. Los israelíes han resultado estar tan desorientados respecto a estos acontecimientos como los gobiernos y los servicios de inteligencia occidentales. Pero una cosa es segura: si Israel lanzara una ofensiva contra una nación musulmana, esto daría un gran impulso a los grupos islamistas y fanáticos que ahora rivalizan con fuerzas más afines a Occidente por dominar la región, especialmente en los poderosos y amenazadores vecinos israelíes como Egipto, Siria e Irak.

Israel, con una población de tan sólo siete millones de personas, proclamaría a través de estas acciones que considera a los cientos de millones de musulmanes que viven a su alrededor como enemigos militares permanentes e implacables. Esta actitud, mucho más que cualquier programa nuclear, es la que supone la verdadera "amenaza existencial" para la supervivencia a largo plazo de Israel.

Anatole Kaletsky, Director adjunto de The Times.

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