
Ha esta ahora Mario Monti ha tenido un éxito notable, aunque más por lo que representa y defiende que por lo que ya ha llevado a cabo. Este antiguo comisario europeo y profesor de Economía representa seriedad, servicio público y credibilidad, mientras su antecesor, Silvio Berlusconi, personificaba la frivolidad, el servicio personal y la nula credibilidad.
Ayudado por los préstamos de emergencia del Banco Central Europeo, que durante los últimos meses ha evitado una crisis bancaria europea, el propio paquete presupuestario de austeridad de Monti ha hecho descender los costes de financiación de su Gobierno desde el riesgo potencial de bancarrota del 7% o más. El primer ministro italiano es ahora un visitante bienvenido en lugares distintos de Trípoli o Moscú, como se vio cuando Barack Obama recibió a Monti en la Casa Blanca.
Italia, solución más que problema
Más allá de las comparaciones personales, la diferencia esencial entre Monti y Berlusconi es que el nuevo jefe de Gobierno está haciendo que Italia parezca una solución para la crisis económica europea y no la causa de un nuevo desastre, o algo incluso mucho peor. Pero, como Monti reconocería en privado, esta opinión es sólo un pequeño alivio.
Deshágase de las tontas ideas de que la toma de posesión de Monti fue de algún modo antidemocrática. Se produjo de manera totalmente constitucional y el Gobierno de Monti depende por completo del apoyo del Parlamento para aprobar presupuestos y leyes. Sin los votos de ambos, tanto del partido derechista de Berlusconi (Pueblo de la Libertad) como del partido de izquierdas (Partido Democrático), el Gobierno de Monti caería mañana mismo y habría que convocar nuevas elecciones generales.
Únicamente el antiguo compañero de coalición de Berlusconi, la Liga Norte, está ejerciendo la oposición al Gobierno y exige unos nuevos comicios. Pero se trata de una fuerza política en decadencia que demanda la independencia de un territorio ficticio en el norte de Italia llamado Padania, que además presenta un exacerbado rechazo a la inmigración y que se ha vuelto de repente antieuropeísta. Es una increíble combinación entre el SNP (Partido Nacional Escocés), el BNP (Partido Nacional Británico) y el UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido) y por ahora no hay que tomarlo muy en serio.
Le faltará tiempo
La mayor fuerza de Monti es que ninguno de los partidos mayoritarios, y especialmente Berlusconi, quiere elecciones mientras la economía siga estando patas arriba. Y está utilizando esta baza de forma inteligente para proponer medidas liberalizadoras que afecten negativamente al más amplio abanico de intereses posible, de tal manera que nadie pueda afirmar que sale más perjudicado que el resto. La estrategia de Margaret Thatcher de ejemplarizar con los mineros del carbón no va con él. Prefiere ser odiado un poco por mucha gente que mucho por uno o dos grupos.
Hasta la fecha, este plan está funcionando, aunque en Italia tienen la sensación de que gran parte de esta liberalización está afectando principalmente a la gente corriente -por ejemplo a los taxistas-, más que a los auténticos culpables del monopolio. Esto incluye a Berlusconi, que controla dos tercios de la televisión comercial y el 40% de las ventas publicitarias del país, lo que le convierte en un verdadero abusador de su posición dominante, simplemente por utilizar el lenguaje antimonopolio con el que Monti está muy familiarizado de su época como comisario europeo de Competencia.
La mayor debilidad del primer ministro es, no obstante, la falta de tiempo. Porque, aunque se mantenga el alto el fuego entre los partidos, tienen que celebrarse elecciones en la primavera de 2013 y Monti ha declarado que no se presentará. Así que mientras la Dama de Hierro tuvo una década para sacar a Gran Bretaña de su declive en los 70, el Profesor de Hierro cuenta con un año escaso.
Esencialmente es casi seguro que este año empeorará la recesión. Los impuestos más altos y los recortes en los gastos públicos, así como la disminución de la confianza del consumidor y la inversión se combinan con los grandes problemas de la Eurozona y agudizan esta recesión.
La economía está pasando por un estado de profundo estancamiento, igual que sus políticas. Naturalmente ésta será una imagen familiar para George Osborne, salvo que el ministro de Economía británico tampoco está tratando de alcanzar un ambicioso programa de liberalización y, esencialmente, una reforma integral de las leyes laborales. Estas reformas son ciertamente necesarias. Italia es uno de los países más sobrerregulados de Europa occidental y sus leyes laborales ofrecen una fuerte cobertura proteccionista a los trabajadores mayores, pero casi ninguna a los jóvenes con contratos temporales. Los empleados con contratos indefinidos pueden ser incluso despedidos en principio, pero en la práctica los empleadores que despiden gente se ven atrapados en batallas legales durante décadas, así es el esclerótico sistema judicial de Italia. Y la falta de un sistema de prestación por paro efectivo y comprensible hace que los empleados estén todavía más dispuestos a seguir luchando.
La pelea de las reformas
Se avecina una gran pelea debido a las reformas laborales. El Gobierno de Monti dice que quiere introducir un único contrato laboral más flexible, a la vez que quiere lanzar un nuevo esquema de seguro por desempleo y reformar también el sistema judicial. Son pocos, especialmente en las todavía poderosas federaciones sindicalistas, los que creen que todo esto pueda hacerse simultáneamente en sólo un año de funciones y con unas previsiones económicas muy negativas.
Esta coyuntura desfavorable incluye las aún altas perspectivas de un impago de la deuda griega y la crisis de deuda portuguesa asociada, así como la alarmante posibilidad de que François Hollande gane la presidencia de Francia en mayo con un mandato al estilo británico que renegocie el pacto fiscal de la Eurozona e imponga varios impuestos a los financieros. Por lo menos, en esas circunstancias Italia no sería la causa de la próxima crisis europea, sino simplemente otra gran víctima de ella. Quizás Monti puede consolarse con ello mientras avanza con su programa. Para finales de 2012, habrá introducido medidas que Italia necesitaba desde hace 20 años y que el supuestamente liberal Berlusconi rehuyó. El país seguirá sumido en el estancamiento económico porque tales medidas necesitan años para surtir efecto y poner en marcha las cosas. Entonces se celebrarán elecciones y otro tomará las riendas. Todo un alivio.
Bill Emmott, exdirector The Economist. ©The Times.