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Lo de Grecia es ya teoría de juegos

Imagen de Thinkstock.

¿Qué película hay que ver para entender el tortuoso avance de la crisis de deuda europea? ¿Zorba, el Griego? ¿La Historia Interminable? En realidad, la mejor sería la lograda película de Ron Howard, Una Mente Maravillosa, sobre el genio matemático John Nash.

La última ronda de negociaciones tormentosas entre Grecia y el resto de Europa concluyó por fin el lunes por la noche. Pero nadie se cree ni por un segundo que la crisis haya terminado. Grecia volverá a por más dinero y no logrará cumplir la mayor parte de las condiciones del último acuerdo. Lo mismo ocurrirá con el tiempo con Portugal y, tal vez, Italia y España. A esta historia le queda mucho camino por recorrer.

Gran parte del debate sobre la crisis de deuda soberana se ha tratado como si fuera una cuestión puramente económica. ¿Se estabilizará la moneda? ¿La unión fiscal limará los desequilibrios? ¿Podrán Grecia y otros países recuperar la competitividad con una devaluación interna o tendrán que reintroducir su antigua moneda? ¿Es culpa de los griegos e italianos por asumir demasiada deuda o de Alemania por no gastar lo suficiente y acabar con grandes excedentes? En realidad, no tiene nada que ver con la economía... Es una rama de la teoría de juegos.

¿A qué se juega en Europa?

La teoría de juegos tiene que ver con un complicado conjunto de negociaciones entre unas partes con intereses muy dispares, por lo que los resultados son muy inestables y difíciles de predecir. Se desarrolló en los años cincuenta, principalmente por un brillante economista llamado John Nash. ¿Qué juego se juega ahora en Europa? Hay varios ejemplos.

- El más obvio, es el juego de la gallina. Dos conductores se dirigen hacia un puente de único sentido desde puntos opuestos. Si ninguno se desvía, chocarán. Puesto que los costes del desvío son banales y los de la colisión tan altos, cada conductor asume que el otro le cederá el paso. Al final, colisionan.

Grecia y Alemania suponen que la otra parte tiene mucho que perder si no cede. Los griegos podrían verse expulsados de la moneda única e incapaces hasta de pagar sus importaciones de petróleo. Los alemanes podrían acabar con un sistema bancario en bancarrota y una moneda nueva y emergente que sumiría al país en una recesión. A ambos les resulta fácil imaginar que la otra parte reaccionará primero y cederá a las demandas de la primera.

- Otro juego sería el dilema de la cena. Diez personas salen a cenar y dividen la cuenta a partes iguales. Cada uno decide pedir el plato más caro, aunque sólo sea marginalmente mejor que el más barato porque, cuando el coste adicional se divida entre diez, el importe final será insignificante. Sin embargo, si los diez llegan a la misma conclusión, acabarán pidiendo los diez platos más caros y pagando una cena mucho más costosa.

De nuevo, es fácil imaginar la misma situación en la Eurozona. ¿Por qué no conseguir que el Banco Central Europeo imprima más dinero? Después de todo, lo puede emplear para comprar nuestros bonos del Estado y, de esa manera, nosotros podremos aumentar el gasto público por la vía más barata. El coste se distribuye entre los otros 16 miembros del euro. Evidentemente, eso tiene sentido para cualquiera individualmente, pero si todos lo hacen, la situación se encarece... Y acabamos todos quebrando.

- Por otra parte está el dilema del prisionero. La policía detiene a dos hombres y los interroga por separado. No hay suficientes pruebas para condenar a ninguno, así que ofrecen un trato a cada uno. Si cooperan y testifican contra el otro, obtendrán la libertad y el otro irá a la cárcel. Al no poder colaborar, los detenidos se delatan mutuamente y acaban con una sentencia larga. Si los países periféricos controlaran su gasto público y reformaran sus economías mientras los países centrales refuerzan su gasto público y permiten que aumente la deuda y el consumo, los desequilibrios podrían empezar a limarse gradualmente y el sistema recuperaría poco a poco cierto nivel de estabilidad. Sin embargo, dado que les parece imposible colaborar o ejecutar cualquier acuerdo al que puedan llegar, no sucederá... y todos acabarán entre rejas.

- La teoría de juegos propone otras ideas igual de relevantes. En el juego del ultimátum, dos jugadores deben dividirse una suma de dinero (como los griegos y alemanes).

- En el juego del pirata, cinco piratas se reparten el botín de acuerdo con su antigüedad.

- En la guerra del desgaste, los dos bandos discuten continuamente por un mismo premio, pasando por alto el hecho de que los costes de la discusión acaban superando el valor del premio en sí. Como ahora, cuando todo el mundo intenta salvar el euro a golpe de austeridad extrema, sin pensar si vale la pena conservarlo o si eso hace falta para que sobreviva.

Sin embargo, lo que realmente nos enseña la teoría del juego es que, en algunas circunstancias, las personas no siempre llegan a un resultado mutuamente beneficioso. En realidad, muy a menudo, acaban con un final nefasto para todos. Próximamente, leerá mucho sobre cómo el euro no se desintegrará porque sería perjudicial para todos y, al final, los líderes se comportarán como es debido y harán lo sensato. No se lo crea ni por un momento. Un desenlace catastrófico es bastante posible; lo único racional es prepararse para lo peor.

Matthew Lynn, director Ejecutivo de la consultora Strategy Economics y autor del libro The Long Depression: the Slump of 2008-2031.

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