
Hoy, mucho nos tememos que estamos casi obligados a volver a hablar de los cónclaves que ha tenido previstos en su agenda la todopoderosa señora Merkel antes de pasar el rodillo en la cumbre de adalides celebrada ayer para aplanar las principales cabezas de los dirigentes de los países rezagados, lentos, desobedientes, ineficaces,... de esta maltrecha Europa que capitanea la susodicha.
Y nos vemos en esta tesitura no porque la canciller tuvo a bien recibir a nuestro presidente del Ejecutivo, en la sede del Gobierno en Berlín, con honores militares (vamos, a bombo y platillo), ni porque nuestro bizarro líder, "chicarrón del norte" donde los haya, se presentó sin abrigo para mitigar los rigores de la mañana berlinesa (no sean maliciosos y piensen que traemos a colación la anécdota porque nos figuramos que el pasmo que debía tener Mariano Rajoy Brey por tratar de convencer a la señora Merkel de que "España va bien", le impedía ni siquiera sentir la gelidez de la mañana berlinesa, no; ni que en su afán de convicción nuestro presidente quisiera dar muestras de que en cuestión de recortes ha empezado por su propio guardarropa y esta temporada ha decidido no comprarse abrigo... Bueno, quizá puede que algún sastre se lo regale..., sino porque ambos personajes compartieron un almuerzo de trabajo en el que la crisis económica fue el tema que aderezó las viandas y, como postre, se sirvieron las medidas para que España cumpla los objetivos de déficit en 2012 y 2013. La guinda seguramente la puso la tasa de paro, que según la EPA en el cuarto trimestre de 2011 alcanzó los 5.273.600 desempleados, y los números negativos de la tasa de crecimiento.
Rajoy convenció a Merkel
Imaginamos que el trago ha sido duro de pasar; por eso debemos y queremos romper una lanza a favor de la compostura de Mariano Rajoy y reconocer sus dotes de actuación, porque su duro primer paquete de medidas de ajuste presupuestario iba precedido de unos comentarios vertidos desde el FMI por el economista jefe, Olivier Blanchard, alertando del riesgo de impacto negativo sobre los mercados que, potencialmente, también acompaña a los ajustes demasiado pronunciados y rápidos al frenar el crecimiento (desde estas páginas, ya lo hemos advertido en varias ocasiones). Aún así, la canciller alemana, según se ha publicado en diversas fuentes, respaldó el programa de reformas que, previsiblemente, (mucho presumir nos parece) enderezarán el timón de esta Nuestra Nao, vilipendiada dentro del panorama económico internacional y etiquetada con un acrónimo (PIGS) que, por más que se quiera disfrazar, tiene una doble lectura.
Curándose en salud, aunque se haya quedado corto, Mariano Rajoy, ya avisó a su homónima de que "este año va a ser un año duro y difícil" (más bien peliagudo, a nuestro juicio) si se quiere cumplir el "imposible" objetivo del déficit marcado ante Bruselas (4,4% en 2012 y 3% en 2013). De todos modos, mucho nos tememos que una cosa es "predicar y otra, dar trigo" y que, aunque la señora Merkel haya manifestado que se ha "informado acerca del programa español" y que lo contemplan "con un extraordinario respeto", muy distinto es que crea que tenga el éxito esperado.
Urge la reforma laboral
Sinceramente, hoy por hoy, más que ganar puntos ante los demás líderes europeos, nos parece mucho más importante que el Gobierno consiga frenar el progresivo deterioro del mercado laboral, sin duda, el principal lastre de nuestra descalabrada economía inmersa, por ende, como cantan las cifras, en una nueva fase de contracción del PIB. Se quiera o no, los españoles, que no somos dados a confiar en lo que venga de allende nuestras fronteras y menos de donde otrora "pusimos una pica" (¡Qué tiempos aquellos en los que nos enseñoreamos de aquellos lares centroeuropeos!) no tenemos en el punto de mira el "maná que nos llueva del cielo" para resolver nuestras penurias, sino las anunciadas e inexcusables reformas laboral y financiera que, como las golondrinas, se nos presentarán en primavera, y que la subida de los impuestos sea, como ha prometido el Gobierno, "temporal", "transitoria" o lo que sea más corto (eso dijeron también de la división provincial de Javier de Burgos en 1833 y tal cual sigue).
Por lo pronto, sólo nos queda el derecho al pataleo, que ejercemos puntualmente con nuestra pluma, y el consuelo de que, al menos, la canciller alemana es más crédula que los españoles...
Fabián Estapé Rodríguez, economista.