La banca española ha sido en los últimos años de las más eficientes del mundo, si juzgamos por los datos reflejados en sus estados financieros. La principal medida de la eficiencia , el conocido ratio de eficiencia , que indica el porcentaje sobre los ingresos que se destina a gastos operativos, refleja una situación aparentemente óptima en nuestro caso.
El ratio de eficiencia medio de la banca española en 2007 se situó alrededor del 46%, muy por debajo del de la alemana, con un 63%, e inferior a la media europea, que fue del 56%. Recordemos que cuanto menor el porcentaje, mayor la eficiencia.
En los años siguientes, en plena crisis financiera, la media de la banca española ha seguido mejorando, siendo de un 43% en 2008 y un 41,5% en 2009 como resultado de la reducción de los gastos de explotación por el cierre de oficinas y el decremento del número de empleados a niveles de 2005.
En una situación de grave crisis como la actual, podría parecer que disponer de una banca tan eficiente es una garantía de estabilidad, puesto que le permitiría estar mejor preparada para superar tensiones en el negocio. Y efectivamente así es, como lo corrobora el hecho de que las agencias de rating tengan muy en cuenta este indicador dentro de las valoraciones del sector. Pero esta conclusión no es del todo exacta si tenemos en cuenta cómo se está midiendo. El problema fundamental que tiene el ratio de eficiencia es que se ve distorsionado, entre otros factores, por efectos del mercado que no son propios del funcionamiento interno de las entidades financieras. En un mercado como el español , donde los márgenes de intermediación y las comisiones han sido tradicionalmente elevados y los costes laborales comparativamente bajos, un banco tendría un ratio de eficiencia mayor que si lo situáramos en un mercado como el alemán, donde los márgenes son estrechos y los costes laborales altos. Algunos estudios indican que corrigiendo estos dos factores la eficiencia de la banca española podría estar por debajo de la alemana e incluso ser inferior a la media europea.
¿Quiere decir esto que la banca española no es tan eficiente como parece? No, lo que significa es que movimientos adversos en el mercado que escapan a su control pueden deteriorar su situación fácilmente. Y éste es exactamente el camino en el que nos adentramos tras el inicio de la crisis: los costes de financiación están por las nubes; los márgenes de intermediación se desploman; la reducción del negocio impacta también en los ingresos por comisiones; la nueva regulación exige más capital, que puede provocar una reducción adicional de los volumen de negocio, etc.
Todo esto, con una base instalada sobredimensionada y otros costes fijos que no disminuyen ante una reducción de los ingresos. Éste es el escenario perfecto para que los ratios de eficiencia empeoren y, según el último informe de estabilidad financiera del Banco de España, los gastos de explotación contabilizaron ya en junio de 2011 el 50% sobre el margen de explotación.
Ante una solución
¿Cuál es la solución? Racionalizar los gastos de explotación teniendo en cuenta la situación de fondo. La reducción de oficinas y de plantilla, así como los procesos de concentración conforman un camino tan necesario en la actualidad como insuficiente en el medio plazo para lograr una banca estable en las condiciones futuras que hemos mencionado. Llegará un punto en el que se agotará esta vía y el riesgo de perder eficiencia y, por ende, rentabilidad y competitividad seguirá siendo alto.
Es evidente que la banca deberá buscar nuevas fuentes de negocio, pero se requieren también medidas estructurales que cambien el modo en que los gastos acompañan a los ingresos, que no sean disruptivas pero que permitan a la banca ser más ágil en su camino hacia la recuperación de la rentabilidad. Estas medidas pasan inevitablemente por la externalización de las funciones más alejadas del core business bancario a compañías que las realicen más eficientemente, con estructuras de costes flexibles e incluso en aquellas funciones que no produzcan ningún diferencial competitivo, con compartición de servicios entre entidades.
La reducción de volúmenes y márgenes requerirá también una mayor profesionalización de la planificación de las líneas de negocio que, además de una previsión más analítica de los potenciales ingresos, tenga en cuenta el coste total de operación de forma mucho más precisa, ya que más que nunca será esto lo que determinará su rentabilidad.
Búsqueda de eficencia
También serán necesarias medidas para el desplazamiento de los clientes a los canales más eficientes, lo cual no pasa por un encarecimiento de los canales habituales, que llevarían a la pérdida del cliente, sino por inversiones en los canales más eficientes que los hagan atractivos a nuevos segmentos.
En general, serán también necesarias medidas para incrementar la automatización de los procesos internos que permitan mayor agilidad en negocios de alto volumen y poco margen, así como una reducción de los costes por errores operativos y la liberación de plantilla para su desplazamiento a labores de mayor valor añadido.
Todas estas medidas serán necesarias y no son extrañas para los actuales gestores de la banca española, que han dado pasos significativos en esta dirección. Pero el futuro inmediato requiere pasos más decididos porque la eficiencia será en el futuro aún más crucial para la rentabilidad y algunas de las condiciones que tradicionalmente han hecho tan eficiente a la banca española habrán desaparecido.
Xavier Guzmán. Gerente senior de Accenture.