Firmas

Matthew Lynn: El mercado no siempre logra lo que quiere

Probablemente la mayoría de los operadores de los mercados financieros pensaba que Hungría, casi como Grecia, era uno de esos países pequeños y ligeramente periféricos de los que no tendría que preocuparse mucho a lo largo de toda su carrera. Con una población de algo menos de 10 millones de personas y un PIB total de menos de 200.000 millones de dólares -la mitad del valor de mercado de Apple-, la economía húngara prácticamente no llamaba la atención de los inversores.

Pero ahora mismo, Hungría podría ser el epicentro de la próxima tormenta financiera.

Un anticipo de lo que vendrá

El país se tambalea al borde de la quiebra. Su autoritario y populista primer ministro Viktor Orbán se niega a negociar con el Fondo Monetario Internacional. El rendimiento de los bonos se dispara y el crédito se agota. Puede que en las próximas semanas se convierta en la primera nación importante que impaga en esta persistente crisis de deuda soberana, y ello podría disparar una oleada de masivas y quizá incluso paralizantes pérdidas por todo el sistema bancario europeo y, sin duda, el mundial.

Hungría por sí misma tampoco importa mucho a los mercados. No es suficientemente grande ni rica. Pero es un anticipo de lo que tendrá que venir. Los mercados no dejan de exigir más y más austeridad. Finalmente, los líderes políticos acabarán volviéndose en contra de ella. Podría ser el primer país importante en dejar de pagar sus deudas, pero no será el último, y eso significa que a los mercados les espera mucho más dolor.

La economía húngara es un desastre. Impulsada por montones de préstamos baratos durante la burbuja crediticia, y en especial por montones de hipotecas baratas denominadas en euros o francos suizos, se dio con la puerta en las narices tras el colapso del crédito. Sufrió una de las más profundas recesiones del mundo en 2008, y desde entonces lucha por recuperarse. Había empezado a acumular una montaña de deuda extranjera. Las agencias calificadoras han ido recortando su nota a basura y los rendimientos de los bonos se han disparado. La rentabilidad a una década está ahora en torno al 10 por ciento y la bolsa ha sido aplastada.

Está bastante claro lo que los mercados quieren. Tras una burbuja alimentada por la deuda durante 10 años, esperan que el FMI entre en escena, arregle el desastre y se asegure de que los inversores financieros no sufran pérdida alguna. Si eso significa un férreo régimen de austeridad para la gente corriente, que así sea.

Negativa a negociar con el FMI

Sin embargo, los húngaros tienen otras ideas. El primer ministro Viktor Orbán se niega a negociar con el FMI. Las conversaciones sobre un nuevo rescate se rompen una y otra vez. El principal problema es la independencia del banco central, ya que el Gobierno quiere someterlo a un control político más severo. Pero esto también tiene que ver con la austeridad. Ahora el país parece dispuesto a escorarse hacia la derecha autoritaria, y bien podría llegar al default en el proceso.

Orbán es un político bastante desagradable, y posiblemente otro Vladimir Putin en potencia. Dicho esto, es difícil no sentir una cierta simpatía por la postura húngara.

Al fin y al cabo, la medicina estándar del Fondo Monetario Internacional prácticamente no ha funcionado en los demás países. La economía griega se sigue contrayendo a más del 5% anual y no muestra ninguna señal de recuperación a corto plazo. Irlanda vuelve a caer en la recesión. Si ése es el precio que hay que pagar por recibir un apoyo continuo del FMI, y por calmar a los mercados de deuda, no sería muy sorprendente que muchos húngaros decidan que les va mucho mejor sin el Fondo.

Esa revuelta no dejará de crecer a medida que avance 2012. Los líderes políticos van a enfrentarse a la austeridad que los mercados financieros demandan.

En Grecia, es difícil imaginar que resulte aceptable para siempre una recesión permanente como la de los años 30, incluso si la Unión Europea coloca a tecnócratas al frente del país. Lo mismo se aplica a España e Italia. La economía española volverá a caer en recesión este año: ahora el Gobierno espera que el PIB se contraiga un 0,2% este trimestre y un 0,3% el siguiente. Italia tiene la misma mala pinta. Su actividad se contrajo un 0,2% en el último trimestre, según las cifras oficiales, y con los recortes radicales que acechan en el gasto público y las pocas señales de reforma estructural, el sesgo a la baja podría ser más profundo según vaya avanzando 2012.

Todo el mundo conoce la causa. Hay que restaurar la confianza de los mercados de bonos. Hay que pagar por completo a los deudores. No se puede permitir que los bancos se vayan al garete, porque de lo contrario toda la economía se derrumbará.

De hecho, esto no es realmente cierto. Islandia se fue al garete y parece que ahora está volviendo a crecer; ciertamente, le va mucho mejor que a muchos de los países que siguen luchando por pagar cada céntimo que deben. Finalmente, surgirán nuevos líderes que exijan la supresión de algunas de las deudas. Europa será el epicentro de este movimiento. Pero no se va a restringir al Viejo Continente. EEUU mantiene abultadas deudas que probablemente sean impagables. A Japón le pasa lo mismo. Y a muchos otros países.

Castigo para la gente corriente

En realidad, hará falta mucho tiempo para resolver la burbuja de la deuda, y traerá consigo mucho dolor para todos. Los mercados opinan que siempre es la gente corriente la que debe recibir el castigo, y no los bancos ni los tenedores de bonos los que deberían sufrir las pérdidas.

Pero Hungría demuestra que esto no siempre será posible.

El primer ministro Orbán se ha dado cuenta de que la quiebra no es una opción tan mala. Sencillamente significa que los inversores sufren unas pérdidas.

Es improbable que sea el último líder en llegar a esa conclusión, y eso significa que a los mercados financieros les espera mucho sufrimiento. En realidad, gran parte de la deuda acumulada en la última década jamás se amortizará. Los inversores tendrán que asumir algunas pérdidas, y la economía tendrá que sufrir una cierta austeridad. A medio plazo, un acuerdo que beneficie a una sola parte no será aceptable. Puede que Hungría sea el primer país en llegar a ese punto, pero desde luego que no será el último.

Matthew Lynn, director ejecutivo de Strategy Economics.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky